La dimensión infantil de Véronique Tadjo. Entre buen gusto y militancia.
¿Con que absoluta poca vergüenza podemos atrevernos a decir que la literatura infantil africana es pobre? Ya nos hemos encontrado en esta encrucijada en otras ocasiones y el problema es que obliga hacer tantos matices que al final lo más sencillo es optar por la fórmula más simple. Mejor dicho, por una de las fórmulas más simples. La literatura infantil africana goza de una salud y un dinamismo envidiables, además de que supone un pozo al que resulta francamente difícil verle el fondo. Esa también es una fórmula simple, pero mucho más realista que la habitual. Ahora, vamos a utilizar los matices al contrario: la literatura infantil africana impresa es todavía un género poco habitual o, al menos, poco conocido en Occidente, si lo comparamos con la narración para adultos. Ahora, con este simple ejercicio le hemos dado la vuelta a la fórmula más utilizada.
Toda esta disertación venía a cuento, precisamente para hablar de una autora que se ha volcado en la literatura infantil con una serie de características muy particulares. Se trata de la fracomarfileña Véronique Tadjo, una reputada, reconocida y galardonada novelista que en los últimos años se ha decantado por escribir libros para niños, en los que además, ella misma ejerce de ilustradora.
Tadjo se construyó un nombre en el ámbito de la novela africana francófona y se hizo acreedora de algunos de los premios más importantes, como el Grande Prix d’Afrique Noire en 2005. Con el tiempo se fue convirtiendo en una voz imprescindible en este entorno. Sin embargo, no es su producción novelística lo que interesa en este artículo, quizá en otra entrada, no porque no resulte interesante, sino porque otra de sus dimensiones literarias llama poderosamente la atención. En paralelo, Tadjo cultivó también la poesía y la pintura. Pero una de las dimensiones más llamativas de su producción es que es autora de una serie de libros infantiles con un sabor muy especial.
La escritora es hija de padre marfileño y madre francesa y, a pesar de haber nacido en París, se crío en Costa de Marfil. Su historia es la de un continuo viaje de ida y vuelta, ya que regresó a Francia para completar sus estudios, pero después volvió a Costa de Marfil para dedicarse a la enseñanza. A partir de ahí, ha vivido en diversos países y en la actualidad reside en Johannesburgo. Estas informaciones al estilo “wikipédico” pueden parecer superfluas, pero no lo son, ya que es habitual en el caso de los escritores africanos la acusación de haber abrazado la cultura occidental, dejando de lado la cultura propia. En el caso de Tadjo, el concepto de cultura propia sería demasiado complejo para una entrada de este estilo, pero de todos modos sus obras muestran un apego incondicional por su cultura africana.
Ocurre en algunas de sus novelas, pero se hace más evidente todavía en las obras infantiles. Tadjo se aferra a las historias de la tradición marfileña, pero también de otros lugares de África, o incluso a algunas panafricanas como la de Mamy Wata. Las leyendas, los mitos, el material narrativo de la tradición oral destaca en sus trabajos desde Masque, raconte-moi, hasta Le Seigneur de la danse o Le Grain de Maïs Magique y por supuesto en la edición inglesa de Chasing the Sun que recoge la tradición de la narración oral del continente basándose en relatos que van desde Chinua Acheve hasta Naguib Mahfouz.
Desde el punto de vista estético, las ilustraciones que Véronique Tadjo crea para estos relatos no dejan demasiado espacio no para la duda ni para la disputa. El sabor eminentemente de las obras queda fuera de toda duda. En todo caso, de alguna manera, conservando ese espíritu , las ilustraciones expresan una modernidad que se corresponde tremendamente con el sentido de una tradición cambiante y adaptable a la contemporaneidad. El caso más evidente es el de Grand-mère Nanan en el que utiliza fotos coloreadas.
Seguramente esta visión encaja con la concepción que Tadjo tiene de la tradición y más concretamente de los relatos tradiciones, las leyendas y los mitos, cuando hablando de su novela Reine Pokou advierte sobre el riesgo de la manipulación de estas narraciones y asegura que “la leyenda no está hecha para ser congelada”.
Respecto a su decisión de cultivar la literatura infantil, un género seguramente menos lucrativo que la novela, la escritora marfileña explicaba en una entrevista realizada en 2005 que, por un lado, concebía la literatura africana como “un todo”, sin la distinción de géneros que impone occidente. Por otro lado, señalaba: “El error que hemos cometido hasta ahora ha sido olvidarnos de los que podrían convertirse en nuestros futuros lectores”. Y con una perspectiva envidiablemente autocrítica asegura que la pregunta adecuada no es por qué “los africanos no leen”, sino “por qué, a parte de la cuestión del analfabetismo, evidentemente, aquellos que podrían leer, no lo hacen”. Y, además de abaratar el coste de los libros, Tadjo tiene clara la solución: “No hemos desarrollado en nosotros el deseo de lectura. Para conseguirlo hay que empezar desde muy pronto. Los niños tienen que acostumbrarse a manipular los libros, a descubrirlos, a amarlos. Lo demás, vendrá solo”. Y lo menos que podemos decir es que ella ha sido consecuente y se ha puesto manos a la obra, creando obras absolutamente deliciosas y eminentemente africanas.
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