Benji Liebmann, una vida de oculta dedicación al arte
Venciendo su legendaria resistencia a mostrar sus creaciones, el artista y mecenas sudafricano Benji Liebmann expone por primera vez en Madrid su obra. La serie elegida ha sido ‘The Triptych’ (‘El tríptico, en castellano), presente en la sala Art Window Marta Moriarty hasta el 13 de julio. Una muestra en la que se aprecia que tan enigmático es el personaje como sus pinturas. Sus dibujos de grafito sobre papel ambicionan transportarnos a paisajes interiores y experiencias poderosamente unidas a la naturaleza que trataremos de desentrañar indagando en el recorrido de este reservado dibujante.
“Yo soy africano, por casualidad. Desterrado por los fracasos de la civilización, a causa de una religión que se nos dio al nacer, sin elección posible.” Así relata Benji Liebmann sus orígenes como hijo de refugiados en Sudáfrica en una carta dirigida a su amiga Marta Moriarty. Su padre, ingeniero de minas, llegó a Sudáfrica huyendo de la Alemania nazi y la familia de su madre, profesora de inglés, escapando de los pogromos rusos. Juntos formaron una familia acomodada y respetable en su casa de Florida, cerca de Johanesburgo. Liebmann la recuerda como un combinado de bohemia, aspiraciones, intelligentsia, marginación y convenciones. Admite que como hermano menor siempre le mimaron mucho y que también siempre se dió por hecho que sería artista.
En la misma misiva a Moriarty reconoce la traumática dualidad de su identidad: “Es la mía, predominantemente, una africanidad de la tierra, de la vegetación, del cielo, de las nubes… de la atmósfera, en suma, por la que se caracteriza la idea de un lugar al que estoy unido de manera irreversible; pero al mismo tiempo soy europeo, y llevo dentro todas las sensibilidades impuestas al mundo por siglos de costumbres autocomplacientes.”
Aunque fue un mal estudiante logró acabar sus estudios en la Escuela de Arte, Ballet y Música de Johannesburgo y llegó a exponer en la Gallery 101 que en esa época era la galería más importante de Johannesburgo. Llegó incluso a matricularse en Bellas Artes, pero la carrera le decepcionó y entró en conflicto con sus profesores. Nunca la terminó. En una bifurcación vital su incipiente carrera artística cambió de rumbo hacia el mundo de la abogacía y de los negocios. Atrapado en las entrañas de la bestia comercial pasó los siguientes treinta años, aunque nunca abandonó su dedicación al arte. Cuando su actividad como hombre de negocios comenzó a descender, Liebmann se compró una pequeña granja situada en la Cuna de la Humanidad, un vasto complejo de cuevas a unos 50 km al noroeste de Johannesburgo que está incluido en la Lista del Patrimonio Mundial porque acumula una gran cantidad de fósiles de los ancestros humanos, que resulta crucial para comprender las etapas más tempranas de la evolución. En este lugar privilegiado se construyó un íntimo estudio para dedicarse al arte rodeado de naturaleza.
Y allí es donde se ha gestado ‘The Triptych’ en un proceso creativo que él mismo explica en la presentación de la obra: «Se formó a lo largo de seis meses, a partir de la contemplación de una gran hoja de papel recortada más o menos según el tamaño de la ventana de Marta. Ha ido creciendo y reduciéndose día tras día a base de hacer marcas y borrarlas. Me ha decepcionado tantas veces como me ha entusiasmado. Depende mucho del estado de ánimo imperante… y de la luz. En algunos aspectos es una reflexión sobre la luz, y sobre cómo esta altera nuestra percepción de las cosas.»[…]»Al final se ha convertido en una especie de tríptico. Espero que sirva para transportar a alguien (con una persona bastaría) a algún lugar libre de las ataduras de la razón y la experiencia concreta, aunque una y otra son herramientas que usa la obra para abrir otras posibilidades de comprensión, y aceptar la materialidad como una vía de acceso al ser.»
Conquistado por el Ubuntu africano, en un momento en el que muchos abandonaron Sudáfrica, él decidió quedarse para intentar rectificar el pasado y contribuir a un presente más justo. Y por eso dedicó su terreno y todo su empeño a la creación de la NIROX Art Foundation, una de las fundaciones de arte más importantes del continente. Con la idea de crear un refugio para artistas, un lugar apartado del mundo donde encontrar paz e inspiración, construyó una residencia que ha acogido ya a más de 150 creadores. El enclave es único, la decoración está pulcramente elegida y se encuentran obras de arte en cada rincón. No se tienen en cuenta nacionalidades o disciplinas artísticas en este proyecto con vocación de universalidad que pone a disposición de los residentes, estudios y talleres donde desarrollar su creatividad lejos del mundanal ruido.
Las obras cedidas por los artistas residentes han alimentado una creciente colección permanente y un espectacular parque de esculturas abierto al público. Allí se programan también múltiples actividades musicales, teatrales y performativas. No satisfecha su filantropía, Liebmann ha cedido parte de los terrenos de NIROX al proyecto Columba que dirige programas de liderazgo en escuelas ubicadas en áreas económicamente desfavorecidas en seis provincias del país y que trabaja en estrecha colaboración con el Departamento de Educación Sudafricano.
Benji Liebmann, un personaje lleno de contradicciones que rozan la paradoja. Una piel blanca tostada al sol, un hombre con pasaporte africano pero inevitable fruto del privilegio, un próspero abogado con sensibilidad artística, un hombre de negocios que deviene altruista, un personaje público que se oculta en la soledad de su estudio. Un artista que, rodeado de belleza multicolor, dibuja en blanco y negro.