La tradición reciclada en arte
Nacido en el Sahara Occidental, en 1976 Elarbi tuvo que huir junto a su madre de los bombardeos y la ocupación marroquí para asilarse en tierra argelina. Desde muy pequeño manifestó interés por el arte y demostró su talento construyendo artefactos manuales. Aunque sus estudios básicos los realizó en la wilaya de Smara, donde se instaló con su familia, su formación universitaria la efectuó al otro lado del océano Atlántico, en Cuba. Ahí estuvo viviendo durante 17 años y se graduó en Bellas Artes. Sin embargo, acabó volviendo al campamento de Smara y se convirtió en el promotor del Centro de Creación Artística de Tifariti; dándole cabida al arte, por primera vez, en un campo de refugiados saharauis.
Dicho proyecto lo desarrolla desde hace cuatro años mediante dos vertientes. En primer lugar, Elarbi se dedica a construir esculturas con las que representa los elementos más tradicionales del pueblo saharaui. Dado que al vivir en un campo de refugiados apenas tienen recursos para sobrevivir, usa la basura que se encuentra por el suelo como materia prima para elaborar sus esculturas. De esta forma, con su arte no solo muestra las tradiciones de su pueblo, sino que transmite el mensaje que “el arte puede hacerlo todo útil”, incluso lo desechable.
Elarbi encuentra la inspiración para el diseño y la construcción de sus obras andando por los campos de refugiados. Generalmente, ve algún objeto arrojado en el suelo que le llama la atención y, al instante, su cerebro se pone a pensar en qué puede convertirlo. De modo que vuelve a casa para ponerse a dibujar bocetos hasta dar con el diseño definitivo. Una vez decidido el planteamiento y los materiales requeridos, se dispone a buscar por las calles la materia prima que necesita. Cuando ya está todo listo, empieza a darle forma a la escultura que tiene en su cabeza para que todo el mundo pueda contemplarla.
Entre sus obras principales destacan la escultura de la vasija de leche, la montura de camello y un pozo tradicional Saharaui. No obstante, si hay una escultura que sobresale por encima del resto es la que lleva por nombre ‘Ceremonia del té’. Realmente, la ceremonia del té es una de las costumbres saharauis más antiguas, cotidianas y tradicionales de este pueblo. Cada vez que realizan este rito diario, beben tres vasos, que se preparan ligeramente diferente: el primero es amargo como la vida, el segundo es dulce como el amor y el tercero es suave como la muerte. Sin embargo, los tres vasos deben servirse con espuma. Para ello, mientras se acaba de hervir el té, se va pasando el brebaje de un vaso al otro hasta conseguir espuma suficiente en cada uno de los recipientes. Este momento de la ceremonia es el que Elarbi ha querido retratar, ya que en su escultura se aprecian seis pares de vasos traspasándose el té de unos a otros. Aunque algunos elementos tradicionales siguen siendo muy presentes, como es la ceremonia del té, otros ya prácticamente no se usan, como en el caso del pozo tradicional saharaui o la montura de camello. Por lo tanto, su obra también sirve para enseñar a los más jóvenes sus antiguas costumbres y raíces culturales.
Por otro lado, los puestos de trabajo no abundan en los campos de refugiados. Así que para ganar el dinero necesario para vivir y para mantener el Centro de Creación Artística, Elarbi tiene una pequeña parada donde vende distintas obras menores; desde teteras y vasos decorados por él mismo con historias saharauis, hasta pinturas acerca de la vida de sus antepasados y utensilios típicos de su pueblo.
En segundo lugar, Elarbi imparte clases de arte en la escuela de Tifariti. Les enseña diferentes técnicas artísticas que pueden usar para realizar obras estéticas, como el papel maché, la pintura al óleo o la acrílica. Para él, la educación es fundamental en una sociedad, especialmente a nivel artístico, ya que potencia la creatividad de los niños, quiénes responden gustosamente a este tipo de trabajo. Por añadidura, el arte de Elarbi impulsa a las nuevas generaciones a ser imaginativos para conseguir construir nuevas infraestructuras a partir de elementos aparentemente inaprovechables; él lo ejemplifica elaborando una mesa a partir de un par de neumáticos.
Elarbi concibe el arte como lo contrario a la política. Mientras la política es sucia, “el arte es huir de lo mezquino y hacer todo bello”. Muchos refugiados, entre los que se encuentra Elarbi, piensan que “la política es una forma de invasión” y que “lo que se quita con la guerra, se recupera con la guerra”. El artista tiene la esperanza de que algún día su pueblo volverá a su tierra natal, el Sáhara Occidental, pero ha perdido la confianza en las negociaciones y las promesas de la ONU, que llevan casi treinta años de retraso.
Es a causa del enorme problema político que hace años que acarrean los saharauis, que Elarbi cree que los refugiados de los campamentos aún no están a la altura del arte. Por este motivo, al principio, a sus vecinos no les hacía ninguna gracia que recogiera y amontonara basura, ya que no podían concebir lo que saldría de toda esa bazofia. No obstante, en cuanto descubrieron la belleza y la utilidad de las obras de Elarbi, cambiaron de opinión. De hecho, algunos refugiados quedaron tan satisfechos que empezaron a imitar sus técnicas para conseguir sacar provecho de lo que antes creían inservible.
Consecuentemente, el arte que realiza Elarbi va más allá de la creación estética, sino que motivado por unas pretensiones sociales, procura transmitir una identidad cultural e inspirar a terceros para que usen el ingenio y la creatividad para conseguir tirar adelante con lo poco que tienen.
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- La tradición reciclada en arte - 05/03/2020