El afrofuturismo minimalista de Maxime Manga
Tecnología, cosmos, ciencia ficción y símbolos tradicionales africanos componen el universo afrofuturista que, como cada vez más artistas visuales del continente y su diáspora, también Maxime Manga (1999) ha hecho suyo para revisar el pasado que ha conformado las identidades africanas y reinventar y reivindicar un futuro propio para estas. Su concepción del arte lo acompaña en este proceso visionario, tal y como manifiesta en una entrevista a Wiriko: “El arte sirve para inspirar, para ver las cosas desde una perspectiva diferente, para expresar una idea, para ser escuchado. Supone abrir un mundo de posibilidades”.
Como suele ocurrir con el afrofuturismo, el cuerpo asimismo está en el centro de las ilustraciones de Manga, que encuentra la diferenciación en un minimalismo recargado. Un oxímoron artístico que se explica por la obsesión de este artista camerunés por el contraste y cuyo resultado funciona: sus retratos de personas eminentemente de piel negra destacan sobre fondos monocromáticos, que contienen rostros adornados casi siempre por figuras geométricas. “Podría decir que la geometría de mis creaciones es un guiño a las matemáticas y a la física celestial, pero en realidad pesa más el simple hecho de que encuentro belleza en ella”, reconoce.
El contraste en la obra de Manga es una constante, ya sea por el género afrofuturista que predica o por su estilo, y guarda relación con Camerún, su país de origen y residencia, y su musa: “Es que es extremadamente rico en culturas. Imagine más de doscientos grupos étnicos con sus maneras de entender el mundo y sus tradiciones. Es increíble y extremadamente inspirador. Camerún me permite aprovechar su diversidad cultural y compartirla, y eso es fantástico”.
Licenciado en Informática, Maxime Manga aún se define profesionalmente como desarrollador web, si bien durante la carrera ya empezó a coquetear con el collage digital para dar salida a su pasión por el arte. Es más, desde que tiene memoria, dibuja: “En realidad dibujo desde que estaba en la guardería. Ahora que lo pienso tenía mis cuadernos del colegio repletos de personajes de Dragon Ball Z por la parte de atrás”.
“Ahora que vivo de lo que amo, he comprobado que no solo hay que ser extremadamente apasionado, también hay que ser paciente. Hoy en día, con las redes sociales, las cosas van más rápido y eso es genial. Yo tardé un año en poder ganarme la vida como artista, pero vivo sabiendo que algunos meses se puede hacer un montón de dinero y otros no, por lo que tienes que saber cómo equilibrar ambas situaciones”, explica sobre cómo es ganarse la vida con el arte en Yaundé, la capital camerunesa y el lugar donde vive.
Sin embargo, su proceso creativo no ha cambiado desde sus dibujos manga y sigue dictándose por lo que le es innato. “Solo sé que la mayoría de las veces todo comienza con el volumen de las canciones atravesando mis auriculares. Después todo es espontaneidad. Mis creaciones se basan en la experimentación, siempre estoy probando nuevas técnicas que voy aprendiendo y creo a partir de la observación y de lo que me inspira”.
De ahí surgen obras con títulos tan contundentes como minimalistas, en línea con su estilo: Reminiscencia, Pasión, Diferente o Ser Humano, en la que afirma estar más centrado últimamente. Con ellas, pretende recordar al público que “todas las personas tenemos la capacidad de convertirnos en una mejor versión de nosotras mismas”.