Museo Mafalala, un monumento a la resiliencia mozambiqueña
Apenas habían pasado dos meses desde que el ciclón Kenneth tocara tierra en Mozambique y tres del anterior, el Idai. Pese a la desolación que dejó a su paso, primero cerca de la ciudad de Beira, en la zona meridional del país, y luego al norte; en Maputo, la capital situada al sur, el Museo Mafalala se alza desde mediados de junio como símbolo de superación y resiliencia.
Cuando Maputo no era Maputo y se llamaba Lourenço Marques, los colonos portugueses decidieron trasladar la capital de la entonces denominada África Oriental Portuguesa de Ilha de Moçambique hasta allí. Era el año 1907 y la ciudad no paraba de crecer. Su puerto, uno de los más importantes de la región, había traído consigo no solo un boom económico, también demográfico, y el enclave portugués en el continente era un crisol de personas venidas de todos los rincones del país y del mundo. Para Portugal esto suponía un problema en términos de estatus y, tal y como había visto hacer en la Conferencia de Berlín, dividió la capital a escuadra y cartabón. De un lado, del más cercano al mar y a las comodidades, ellos; del otro, todos los demás, una marea de madera y zinc que estaban obligados a usar el resto de habitantes de Lourenço Marques. A esa orilla trazada se encontraba el barrio de Mafalala, hogar de los negros y mestizos que vivían en la ciudad. De allí solo podían salir son su ‘cartilla indígena’ so pena de cárcel o deportación.
A día de hoy ya no hay cartillas ni imposición territorial para los habitantes de Maputo, pero Mafalala sigue delimitada. “Es la línea que divide actualmente la ciudad formal de la informal y que solía ser la línea que separaba Mafalala del resto de la ciudad, es decir, a la gente negra e indígena de los colonizadores blancos portugueses. Para la población local cruzar estaba frontera significaba enfrentarse a señales que les advertían que no eran libres, que no se les permitía estar allí, eran señales de segregación, de apartheid”, relata Remigio Chilaule, arquitecto del Museo Mafalala.
Esa línea que menciona Chilaule es el punto donde la Asociación IVERCA comienza sus visitas guiadas por este barrio histórico de Maputo. Lleva diez años enseñando a los turistas la riqueza que alberga uno de los asentamientos más pobres de la capital, que es a su vez el lugar donde nacieron o vivieron tesoros de la cultura mozambiqueña como los grandes poetas José de Craveirinha o Noémia de Sousa, el primer presidente del Mozambique independiente Samora Machel o el as del futbol de los años sesenta, Eusebio. Esta asociación tiene como objetivo poner en valor el legado histórico de Mafalala al tiempo que supone una vía económica a la comunidad local a través del turismo. Y como extensión a esta labor surge el museo.
“Se trata de un proyecto que surge hace diez años. La principal razón por la que nace es que Mafalala es un barrio muy importante para Mozambique, muchos acontecimientos históricamente importantes ocurrieron allí y esto no es comúnmente conocido no solo por extranjeros, sino especialmente por mozambiqueños que viven alrededor de Mafalala. Y esta fue también la razón principal por la que IVERCA empezó las visitas guiadas, para dar a la gente la información y el conocimiento de la importancia de este barrio y que sirva como fuente de inspiración a las futuras generaciones y a los jóvenes actuales”, señala el arquitecto y explica que “con las visitas guiadas de IVERCA se ha financiado gran parte de la construcción del museo, unido a la financiación de la Unión Europea y de la cooperación alemana, pero esto no ha supuesto el cien por cien de los fondos”.
Como propietaria y promotora de la edificación, el Museo Mafalala pretende ser una extensión de las actividades de IVERCA en este barrio de Maputo. En palabras de Chilaule, “el museo es una continuación física de las actividades que ya se están llevando a cabo en el barrio, pero dentro del museo se podrán hallar espacios que seguramente estén un poco mejor acondicionados para su desarrollo. Por ejemplo, manifestaciones artística, pintura, arte mural, danza de cualquier tipo (algunas tradicionales otras más contemporáneas), actividades para los niños, cocina tradicional,… Esto ya está ocurriendo en Mafalala de manera informal, pero muy organizada, y con el museo tendrán la oportunidad de desarrollarlo conjuntamente en un espacio. Está pensado para ser un espacio para la comunidad, de hecho, el nombre original es Museo Comunitario de Mafalala”.
Además, explica el arquitecto que el museo también ha sido construido como un símbolo a esa delimitación racial de los tiempos de la colonización, que ahora ha mutado a delimitación económica perpetuando a Mafalala a constituirse como un asentamiento informal de tejados de zinc y calles de barro repletas de vida alejadas de la capital. “Esta fuerte división se representa con dos materiales: uno es el metal, que caracteriza la parte pobre de la ciudad donde las personas indígenas vivían; y el otro es el cemento en bloques, que representa a la parte rica de la ciudad, donde estaban los colonizadores portugueses. Este museo representa esta historia”.
Un año y medio después de que comenzara a construirse, el Museo Mafalala es desde mediados del mes de junio una realidad que ha coincidido con la titánica labor de reconstrucción a la que se enfrenta Mozambique tras el paso de los ciclones Idai y Kenneth. Para este arquitecto, que también ejerce como profesor de la Universidad Eduardo Mondlane, en Maputo, “no debería realizarse una reconstrucción de las zonas afectadas porque ha dañado zonas muy vulnerables, como es el caso de Beira. Serían millones y millones en proteger sus sistemas y en generar infraestructuras más fuertes para proteger una ciudad que es muy vulnerable. Es algo muy radical decirlo, pero gran parte de la ciudad fue destruida, por lo que se debería trasladar la ciudad a un lugar más seguro y hacer una planificación urbana apropiada”.
Una planificación urbana que pasa, según apunta Chilaule, “por las capacidades locales de los barrios de las ciudades en general. Porque el sistema de planificación urbana es todavía muy formal y creo que muy eurocéntrico, muy inspirado en modelos occidentales y en formas de hacer las cosas europeas y americanas, así que no está adaptado a la vida de la gente de los barrios de aquí. Así que creo que uno de los desafíos es encontrar nuestra propia manera de planificar nuestras ciudades, que pueden estar inspiradas en el modelo occidental, pero que tienen que estar adaptadas a la vida de nuestras propias ciudades. Aquí la gente tarda diez años en construirse una casa, primero hace un piso, luego pone las ventanas, se hace poco a poco y la planificación urbana tiene que adaptarse a eso”.