“El talento africano que conocemos es sólo un destello de la magia que aún yace oculta”
Los primeros recuerdos de Sungi Mlengeya con la pintura son los retratos que le hacía a su madre cuando vivía en el Serengeti, el primer parque nacional de Tanzania. “Por supuesto, ella decía que mis dibujos no se le parecían en nada”, reconoce en una entrevista para Wiriko, tras elegir una de sus ilustraciones (Cuatro amigas, 2020) como imagen de la novena temporada del magacín. Sin embargo, Mlengeya discrepaba con la crítica materna y recuerda cómo de niña estaba convencida de haber capturado la esencia de su modelo a la perfección. “Tal vez por eso hago retratos, porque me permiten capturar las personalidades de los sujetos que dibujo”, reflexiona. Sin embargo, a la hora de hablar de lo que pinta en su conjunto, ella lo describe como una celebración de los cuerpos de las mujeres negras. Ellas son las absolutas protagonistas de sus pinturas desde hace dos años, cuando decide simplificar aún más su sobrio estilo para recrear en la inmensidad del lienzo en blanco un espacio desprovisto de realidades encorsetadas, donde ensalzar las versiones más auténticas de las mujeres que pinta y donde el acto de dejar ser se reconozca como la mayor muestra de libertad.
Ruth Fernández Sanabria: ¿Cómo empieza tu relación con el arte?
Sungi Mlengeya: Creo que siempre he sido una artista, está en mi ADN. Me nutro del arte desde que vivía en el Serengeti, cuando solo teníamos la electricidad que nos daba el generador unas pocas horas cada noche, así que teníamos que buscar formas no televisivas de entretenernos. Eran días llenos de arte que disfrutaba con mi hermana. Siempre fui una niña creativa que trataba de crear cosas de la nada. Mi evolución artística ha sido bastante rápida, teniendo en cuenta que estuve muchos años sin practicar. Después de una infancia llena de arte, este dejó de estar en el foco. Lo retomé cuando terminé la universidad y empecé a trabajar, y luego dejé mi trabajo en la banca para empezar a pintar. Desde entonces he estado pintando mucho y ya en mi primer año dedicándome por completo a ello pasaron muchas cosas: vendí mi primera pintura con la ayuda de un buen amigo al que se le da bien la organización de espectáculos, y sus eventos me ayudaron a presentar mi trabajo a coleccionistas en Arusha. En el mismo año hice las maletas y viajé por África Oriental, forjando relaciones con artistas y galeristas y dando a conocer mi trabajo. Finalmente, conocí a la que es mi galería actual, que me dio una mentoría invaluable y presentó por primera vez mi trabajo a una feria y al mundo del arte global. Estoy trabajando, aprendiendo y creciendo. Todavía queda mucho más por venir.
R.F.S: En este salto al mundo del arte global que comentas, ¿crees que el mercado artístico condiciona la industria creativa africana?
S.M: No lo creo. Los artistas tienen la libertad de elegir lo que quieren expresar y siempre hay una audiencia dispuesta a recibirlo. Siempre ha habido arte africano y siempre habrá arte africano, tal vez no estaba tan bien documentado o conservado en el pasado, pero el mercado ahora está establecido para el arte africano también. Siempre habrá artistas en el continente, pero hay que poner mucho esfuerzo en mejorar los recursos necesarios para nutrir los talentos artísticos en el continente y conseguir que estén más representados. El talento africano que conocemos es sólo un destello de la magia que aún yace oculta.
R.F.S: ¿Cómo ha influenciado tu país natal, Tanzania, en tu obra?
S.M: Como artista me siento obligada a compartir mis experiencias y las observaciones que han sido alimentadas por mi entorno, desde mi infancia hasta el presente. Todo ello ha contribuido directa o indirectamente a la persona que soy hoy. Las experiencias de mi país de origen siempre se reflejarán en mi trabajo conscientemente o no. De hecho, mi trabajo se centra en las mujeres, entre otras razones por la fuerte desigualdad de género que veo a mi alrededor cuando estoy en casa. Este es uno de los problemas sociales predominantes que creo que hay que abordar.
R.F.S: Ahora vives en Kampala, ¿ves la misma situación de desigualdad ahora que vives en Uganda?
S.M: Mi vida en el Serengeti era tranquila, serena. Kampala es una ciudad muy ajetreada, con mucho tráfico y bodabodas (motocicletas). Mi obra actual es una celebración de las mujeres que veo en Kampala, mujeres de allí y de todo el mundo que están abrazando sus opciones y convirtiéndose en una inspiración para aquellas personas que todavía lo necesitan. Las mujeres negras necesitamos ser celebradas y representadas, inspirar, traer el cambio y encontrar nuestra voz. Quiero iluminar nuestras historias, sobre todo los sucesos cotidianos porque creo que tienen un efecto drástico en cómo pensamos y en cómo nos comportamos. Quiero mostrar cómo los entornos sociales y culturales pueden afectar a nuestra posición social.
R.F.S: ¿Cómo se conjuga un tema tan profundo con un estilo tan minimalista?
S.M: Es complejo y todavía estoy tratando de averiguarlo. Para empezar, pongo a los sujetos que retrato en un fondo perfectamente limpio, un mundo perfecto con igualdad de oportunidades y libertades para que persigan sus verdaderos deseos y se conviertan en lo que realmente quieren ser. Se trata de tener la esperanza de un espacio sin restricciones injustas e impuestas por nosotras mismas y las personas que nos rodean.
R.F.S: Aprovechamos esta ocasión para agradecerte que nos hayas cedido tu obra Cuatro amigas como imagen de la novena temporada de Wiriko. ¿Podrías hablarnos de esta pintura?
S.M: Es una historia de cuatro jóvenes que son amigas y que están ahí las unas para las otras. Quería mostrar la importancia del apoyo y la unidad. Es más fácil mostrar la importancia de los objetivos que nos proponemos y acelerar la implementación de ciertos cambios mediante el poder que da una voz unificada.