«Tenemos la oportunidad de unir fuerzas para hacer las ciudades más vivibles»
En 2015, la ONU-Habitat dedicó la campaña del Día Mundial del Habitat al espacio público. Espacios públicos que, según la propia organización, tienen que ser “gratuitos, accesibles y placenteros y que asumen diversas formas: parques, calles, aceras, mercados y zonas de juegos”.
El rápido crecimiento de las urbes africanas, marca las dinámicas sociales que se dan en ellas. En el campo del arte, son varias las iniciativas que ven necesaria un mayor acceso de la ciudadanía al arte, y convierten el espacio público en museos temporales. Chale Wote en James Town (Ghana), Infecting the City en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), Pawa254 Festival de Nairobi (Kenia) o el LaBa! Arts Festival de Kampala (Uganda), son sólo algunos ejemplos.
Pero ¿es realmente el espacio público de las grandes ciudades africanas “gratuito, accesible y placentero”? ¿Son las calles vías de paso o espacios de disfrute? ¿Son las calles seguras para peatones y ciclistas? ¿Cómo podemos hacer ciudades más visibles? ¿Qué papel tienen la ciudadanía e instituciones en la construcción de estos espacios?
Para responder a algunas de estas preguntas, entrevistamos a Marcela Guerrero, colombiana afincada en Sudáfrica desde hace ya una década y fundadora del colectivo Open Streets Cape Town (OSCT). OSCT es una iniciativa ciudadana que propone otros usos de la ciudad a través de la experimentación y la acción de calle, como el Open Streets Days, que se inspira en la Ciclovía bogotana. Su manifiesto resume muy bien su objetivo como colectivo.
¿Cuál crees que son los principales retos, en cuanto a la gestión del espacio público, en el rápido proceso de urbanización que se está dando en Sudáfrica?
Desde el punto de vista de nuestra organización, que se basa en experimentos en las calles y es bastante pequena, la perspectiva es limitada. Pero desde ese punto de vista me parece que los temas de acceso y equidad son clave en este proceso de urbanización. Especialmente en las ciudades de Sudáfrica, —no creo que sea el mismo caso en todos los países africanos— la cultura de compartir el espacio público no es tan prevalente. En los townships es diferente; allí el espacio publico tiene mucha energía y dinamismo, por lo que hay matices en la percepción de lo que es el espacio público, pero creo que en general no hay lo que tenemos en los espacios latinoamericanos donde los espacios públicos siempre están llenos de vida y de actividad. Para recapitular: acceso, equidad y de alguna manera la cultura del espacio público. Y desde el punto de vista de las actividades, el tema de la reglamentación es importante. Aquí es difícil convencer a los funcionarios de que las reglas las inventamos a medida que vamos evolucionando como sociedad y convencerles de cambiar las reglas o de que la flexibilidad va a traerle beneficios a la ciudad, no ha sido fácil.
¿Qué papel crees que tiene que tener la ciudadanía y cuál las instituciones para que las ciudades sean más «vivibles» por sus habitantes?
El espacio publico debe ser protegido por las instituciones: parques sin candado, acceso al espacio para todos… Parece una respuesta fácil pero en contextos como el sudafricano eso no es tan sencillo ya que los gobiernos locales tienen una gran cantidad de necesidades por suplir asi que entre invertirle a los servicios básicos de una comunidad y cuidar los parques, el primero normalmente toma precedencia; aún asi, considero que sigue siendo la responsabilidad de las instituciones. Con respecto a la ciudadanía hay una oportunidad muy grande. Nuestra experiencia es que los individuos tienen un interés grandísimo de contribuir de una manera positiva a este concepto de hacer la ciudad más vivible y no existen suficientes plataformas. Yo diría que primero, participar en las discusiones sobre nuestras ciudades es una oportunidad y si existen plataformas, hay que unir fuerzas. En la Ciudad del Cabo, hemos tenido mucha suerte de entablar relaciones y redes con individuos que también pertenecen a organizaciones con un interés y compromiso muy grande a contribuir a la mejora de la ciudad y hemos empezado a hablar de temas concretos de cómo hacer hacer esos experimentos de manera conjunta. Ahí está la oportunidad de unir fuerzas y experimentar juntos.
Una de las cosas más interesantes del proyecto es la descentralización de las acciones, en cuanto a que muchas de ellas tienen lugar fuera del centro de la ciudad, llegando a otros habitantes que viven en los suburbios (y townships) y que a menudo son «olvidados» por las instituciones. ¿Cómo es la recepción y participación de vuestras acciones por las vecinas y vecinos de esas zonas? ¿Cuáles son los principales obstáculos a la hora de organizar un Open Street Day?
Ha sido clave llevar Open Streets fuera del centro de la ciudad. La participación y la recepción ha sido muy buena. Admito que la primera vez no lo fue tanto porque la gente tenía muchas reservas, como es comprensible. En el caso de Langa, como nunca se había tenido esa experiencia de cerrar una calle, —no para un concierto o una feria, sino simplemente para que la gente saliera a caminar— muchos de los vecinos y personas a quienes intentamos convencer antes no se lo creían mucho. Y muchos ni fueron… Pero al final se enteraron y cuando lo hicimos por segunda vez en noviembre del año pasado la participación fue mucho más grande y generalizada. Vamos a hacerlo de nuevo en Langa el próximo 30 de octubre y por lo menos en el periodo de planificación, la recepción que hemos recibido es bastante buena. Obstáculos: comunicar de manera clara y efectiva de qué se trata, porque es un concepto bastante nuevo. Lo otros obstáculos son de reglamento y eso no tiene tanto que ver con las comunidades locales sino con el gobierno.
¿De qué manera pueden interactuar el arte y el espacio público para que éste salga lo máximo posible de los museos y sea más accesible para los habitantes?
El arte que ocurre durante un Open Streets Day es muy espontáneo, no lo planeamos, pero definitivamente contribuye de una manera increíble a la actividad del día y lo que queda es realmente muy hermoso. Se necesitan más espacios al aire libre para crear arte. En Ciudad del Cabo existe una iniciativa al menos en la que los museos están más tiempo abiertos. Eso no lleva el arte a las calles, pero por lo menos le abre acceso a la ciudadanía un poquito más. Eso también cuenta.
¿Cómo se involucran los/las artistas con OSCT y qué tipo de colaboraciones tenéis?
Teniendo en cuenta la espontaneidad del arte en los OSD, considero que los artistas ven en la plataforma una oportunidad grande y por esa razón llegan artistas de toda índole: desde bailarines hasta poetas, pintores, músicos… un poco de todo. Y lo que buscamos es crear esa plataforma donde los valores culturales y artísticos se puedan compartir y llevar a un público más amplio.
¿Cómo es el trabajo de incidencia política con las instituciones de Ciudad del Cabo?
Nuestro trabajo de incidencia es muy clave. Por un lado, porque la inspiración de este proyecto está en la ciclovía bogotana. Y para que OSCT se convierta o llegue a ese nivel de cubrimiento de la ciudad, es necesario que el gobierno se haga cargo realmente, no solo desde el punto de vista financiero y reglamentario, sino de mantener esa continuidad a largo plazo. En Bogotá lleva 42 años. Obviamente con el tiempo ese proceso se ha formalizado y mejorado. Para nosotros aquí que la municipalidad del gobierno local esté convencido de que tiene sentido involucrarse en este proyecto es muy clave, entonces por eso estamos siempre en comunicación con diferentes oficinas del gobierno. Nuestra incidencia ha sido principalmente logística hasta ahora, porque nos toca dar muchas vueltas para conseguir permisos, pero a medida que empezamos a afianzar esa relación con los funcionarios públicos, empezamos a hablar un poquito del sueño más grande. Ya no luchamos sólo para que nos den un permiso sino que estamos ya hablando de cómo hacemos para que la red de las calles en sí, de OSCT, sea más grande, cubra más espacios, conecte a más comunidades, entonces hacia allá se dirige nuestra incidencia. No sólo nos enfocamos en OSD; también estamos explorando temas de diseño urbano, de transporte y por ese lado estamos también empezando a presentar propuestas. Aunque solo hemos realizado intervenciones cortas (por ejemplo hicimos una campana para la seguridad del peatón llamada Streetiquette) el diálogo con la municipalidad ha seguido avanzando para que sea más fácil hacer cosas como lo que llaman “urbanismo táctico”: para hacer más experimentos que no cuesten tanto dinero, que involucren a la comunidad, que nos ayuden a imaginar, a tener una visión de lo que podría ser la ciudad con otro tipo de infraestructuras y dinámicas. Lo que quisiéramos lograr nosotros por medio de la incidencia es bastante amplio. Por ahora en donde podemos demostrar ciertos éxitos es en el tema de la red de OSCT. Tenemos un grupo de trabajo dentro del departamento de transporte que se ha formalizado, y los otros temas empiezan a tomar forma a medida que continuamos experimentando.
Háblame un poco del «crew» ¿quiénes participan en el proyecto y qué les mueve a hacerlo?
Somos tres personas trabajando para la organización y tenemos una junta de 8 personas expertas en temas diferentes: transportes, diseño urbano, ciencias sociales, leyes, comunicación,, etc. y ellos son los que le dan la dirección a la organización. También los grupos de trabajo que se han enfocado en temas más específicos y por medios de esos grupos de trabajo, estamos atrayendo a otras personas muy interesantes. El común denominador de estas personas que se unen es que quieren contribuir de alguna manera a la ciudad. Para mi lo más importante es que tenemos un número muy grande de voluntarios, unos 100, que en algún momento han sido voluntarios porque nos crearon el sitio web, nos revisaron un contrato, o nos apoyaron en los eventos. La familia continúa creciendo, eso realmente es el objetivo. Que se siga uniendo gente a OSCT.