Cocina Fusión. La mística distópica de Fatimah Tuggar
Curso Introducción a las expresiones artísticas y culturales del África al sur del Sahara
Por: Nira Rodríguez Navarro
¿Qué pasa cuando mezclamos las imágenes publicitarias de las cocinas altamente tecnificadas de los años 50, de las que hablaba Betty Friedan en su libro La mística de la feminidad y las descontextualizamos en un pueblo africano? o ¿si un robot aparece entre las casas de adobe?. Ocurre una suerte de distopía. Esta yuxtaposición reúne dos mundos creando otro que rompe los esquemas del imaginario occidental, nada está en su sitio. Pero ¿qué es lo que no está en su sitio?, ¿quién sobra?, ¿el robot?, ¿las casas de adobe?, nada sobra y sobra todo. Veámoslo de esta forma, este juego de estereotipos reunidos nos sirve, desde la ironía, para el ejercicio certero y ameno de la crítica. Vayamos por partes.
En relación a la distopía, conviene aclarar el término: en la obra de Tuggar aparece un espacio en el que sus figuras o habitantes están dislocados, una creación imaginaria de un espacio de anomalías, tan frecuentes en las visiones de ciencia ficción. Por otra parte, después del topos o lugar, ocurre el tópico, que es, en definitiva, la reincidencia del lugar común, este que crea modelos o estereotipos de representación. En Occidente tenemos una larga historia en cuanto a tópicos de representación de África. Tópicos producto de un desconocimiento, nada ingenuo, de unas realidades que conviene mantener infantilizadas, reducidas. Aquí cabe preguntarse hasta que punto una imagen repetida hasta la saciedad se convierte en una verdad dentro del imaginario colectivo.
Después de los procesos de descolonización e independencia en África y sobre todo, a partir de los años noventa, en países subsaharianos como Nigeria empiezan a emerger voces críticas, que se cuestionan, cual es la situación de la mujer en estos países y hasta qué punto es válido el pensamiento feminista blanco, occidental para la realidad específica de África.
“Estas cuestiones, las cuales aparecen en la bibliografía especializada desde la década de los noventa en adelante, son bastante desconocidas para el público español en general,
lo que permite una reiteración continua y perversa de imágenes donde las mujeres africanas son representadas como víctimas, atrasadas, excesivamente ‘tradicionales’ y sujetas a todo tipo de prácticas adversas y discriminatorias (cf. Mikell, 1997; Mohanty,
1991; 2002) ”.
Es necesario que nos refiramos, aunque sea someramente, a alguna de estas voces pues en la obra de Tuggar aparecen tanto los tópicos de representación de la mujer africana como los de la mujer occidental, es en esta reunión distópica donde la crítica se hace efectiva. El mérito de esta acción es precisamente desvelar las categorías que están funcionando en nuestra interpretación acrítica de la realidad, en este caso, de la mujer en África.
La socióloga nigeriana Oyèrònké Oyewùmí, entre otras, se ha encargado de señalar cómo los sistemas de género que se establecen desde el feminismo tradicional occidental no son válidos en el contexto de la cultura de muchos de los países del África subsahariana, conceptos como la maternidad o los roles, esposa, hija, madre, tienen una raíz histórico cultural específica, que obliga al estudio de esta realidad desde una perspectiva diferente (Oyewùmí cuestiona el uso del género como principio de organización social). La experiencia de la diáspora de la autora, puede ser decisiva pues ella misma experimenta desde la distancia los tópicos propios y ajenos.
Aquí aparece la mística, que también me gustaría definir: hablo de mística en referencia a la obra de Betty Friedan, ya señalada. Un término al que ella se refiere como ese espacio consagrado a la mujer, el espacio privado del hogar como consagración de su rol ideal. Aquí ya se va uniendo el círculo, mística y distopía, ella aúna a esta mística denunciada por la segunda ola del feminismo, la mística otra, la de la otra orilla. La aparente universalidad de las verdades se desmorona, es cierto que la situación de la mujer tanto a un lado como al otro requiere de una revisión de los derechos fundamentales, pero cuando tratamos de imponer una versión reducida del mundo como un ejemplo universal caemos de nuevo en la distopía.
También ocurre en su obra la mística tecnológica, otra categoría que quiero relacionar con el concepto de civilización. Aquí Tuggar trabaja con una estética que podríamos denominar africana-retro-futurista, más distopía. Tecnología y avance, parecen términos hermanos, hijos de la civilización. Conceptos que desde la modernidad se ha apropiado Occidente y que tan bien le ha venido para legitimar muchas acciones (coloniales y globales). Ella, artista, mujer, africana, negra, emigrante, trabaja con las nuevas tecnologías para producir imágenes que mantienen deliberadamente esta estética del collage, los nuevos medios reproduciendo viejas estéticas-de aquí lo “retro”-, que al final resulta tanto estética como conceptualmente, un collage dentro de otro. De la misma forma que conviven los cacharros tecnológicos de las nuevas cocinas con la hoguera y la calabaza, su producción tecnológica evoca una época de papel y tijera.
Sus obras no son funcionales, en oposición al diseño, no tienen la intención de la utilidad, el arte no lo precisa; sin embargo vienen cargadas de historias otras, paradigmas otros que diría Walter Mignolo. Éste es el sentido último del arte para esta autora, la pedagogía, la capacidad de contarnos otros cuentos, ficciones en ocasiones más realistas que la verdad. La maestría de Tuggar reside además en la articulación visual de este discurso desde la ironía y el humor, esto es, de la forma más seria posible.
Anexo:
Pequeños apuntes biográficos:
Fátimah Tuggar nació en Kaduna, Nigeria en 1967, estudió en Londres y desde allí viajó a Estados Unidos donde completó su formación en Yale en 1995. Su trabajo ha sido expuesto en numerosas galerías y museos, como el MOMA o el Centre Georges Pompidou, esto en cuanto a los datos biográficos más relevantes. Trabaja desde varios campos técnicos, la escultura, el ensamblaje, los collages, el videoarte. Sus fotomontajes son digitales, fabricados desde el ordenador con diferentes programas de fotografía y retoque digital.
Bibliografía:
- FRIEDAN, B., La Mística de la feminidad, Ed.Sagitario, Barcelona, 1965.
- Vieitez, M.S. (2005). Antropología y género: Miradas desde África. Revista Crítica. Fundación Castroverde (Ed.)
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