Hibernamos para poder renacer
Iniciamos una nueva temporada en medio de una descabellada bronca por La Sirenita. Como si ahora Disney fuese la vanguardia de la lucha transformadora por el reconocimiento y la igualdad, muchos son los que cargan las tintas contra los acólitos de Mickey a cuenta del color de piel de Ariel. Se supone que ella solo puede ser de un blanco lechoso, porque Hans Christian Andersen quiso venderles la historia a sus lectores escandinavos. Ningún manual de sirenas y otros seres mitológicos marinos demuestra empíricamente que solo puedan ser blancas. Tal vez los puristas no hayan oído hablar de Mami Wata… De pronto, reinterpretar y adaptar un clásico se convierte en pecado mortal. Y hemos escuchado clamores que nos resultan conocidos. “No te lo perdonaré jamás, Walter Disney. Jamás”, ha sonado en todos los idiomas. Y la única lección que podemos extraer de esta tormenta es que todavía queda mucho por hacer, muchísimo.Otro acontecimiento nos manda una señal. Hace solo unos días el parlamento ugandés ordenó la suspensión del Nyege Nyege por inmoral. Se trata, seguramente, del festival de música electrónica más emblemático de África Oriental. Una explosión de libertad, de irreverencia, de innovación, de arte y de cultura popular en estado puro. Demasiado torrente de diversión, para una clase política que intenta sepultar a la juventud ugandesa en el oscurantismo, a través de una moral que pretende, sobre todo, anular la imaginación que hace avanzar, que siempre les ha hecho seguir avanzando. Al final no se pudo confinar esa energía. Se celebró el festival y volvió a ser una lección, o más de una. Volvió a ser una lección de innovación cultural; pero también de civismo y convivencia, como tuvo que reconocer después la propia policía. Y entre medias ha alimentado los desacuerdos entre la clase política en uno de los regímenes más duros del continente, mientras ponían a prueba los límites de los BPM, y del aguante. Esa es la capacidad transformadora de la cultura.Y en medio de este clima aparece nuestra tarta. Tiene diez velas. Hace una década que inocentemente, sin pretensiones y con cierta inconsciencia, afirmábamos: “Buscamos despertar conciencias y romper con los tópicos y estereotipos que envuelven al continente africano en lo que a manifestaciones sociales y culturales se refiere. El nacimiento de la Asociación cultural Wiriko pretende ser un punto de encuentro entre el arte y las culturas africanas con las occidentales”. En nuestra primera declaración avanzábamos que estábamos “convencidos de que en esta tarea de información hay implícitas semillas para la transformación y para crear una red de trabajo y de colaboraciones conjuntas”.En estos diez años el panorama ha cambiado considerablemente. El mundo cambia cada vez más rápido y en nuestro entorno la última década ha sido preocupante, pero también fructífera en iniciativas, en energías, en proyectos y en reivindicaciones. Hemos tenido la suerte y el honor de acompañar el camino de algunas de ellas o, al menos, de cruzárnoslas e intentar aprender. Pero lo cierto es que el recorrido ha sido empinado y cuesta seguir la senda. Ahora nos encontramos cansadas, cumplimos esta década con las fuerzas justas. En realidad, un décimo aniversario es una efeméride digna de celebración. Pero nosotras somos hijas de una época marcada por la precariedad y la incertidumbre que ha condicionado la forma de relacionarnos con el mundo que nos rodea. No podemos permitirnos celebrar los grandes números redondos, pero vivimos como una enorme victoria cada día que seguimos en pie, cada una de nuestras nuevas publicaciones. Para nosotras, el modesto partido a partido y no los fastos. De manera que afrontamos este décimo aniversario que abre la undécima temporada de Wiriko como un curso que se presenta raro. Aunque bien pensado, quizá se abra ante nosotras una temporada con todo lo que Wiriko es en esencia: trabajo duro y comprometido; incertezas hacia el futuro; la honestidad que nos hace reconocer a quienes nos seguís nuestras debilidades y nuestros límites; la revisión constante que desde el primer día nos hace cuestionarnos qué queremos ser y cómo podemos conseguir; la búsqueda de hombros en los que apoyarnos; y, sin ninguna duda, nuestra mano tendida, a pesar de todo.En realidad, debemos reconocer que esta temporada ha estado a punto de no comenzar. O, más bien, ha estado a punto de comenzar sin nosotras. Pero no hemos sido capaces de renunciar a nuestro compromiso, el que nos hizo empezar a publicar hace diez años. Porque la bronca por La Sirenita nos demuestra que todavía hay mucho por hacer. No vamos a ser nosotras quién cambie las conciencias, pero no queremos perdérnoslo. Y el renacimiento del Nyege Nyege nos recuerda que la cultura es nuestra arma y es una buena arma. Así que iniciamos una temporada en la que vamos a reducir el número de publicaciones y, tal vez, no podamos garantizar una periodicidad constante, pero vamos a seguir poniendo todo el empeño en compartir y ayudar a difundir las artes y las culturas africanas. Esta temporada, en la que vamos a intentar encontrar nuestro camino para el futuro, no va a ser como nos hubiese gustado; pero, por eso mismo, cada una de las publicaciones que compartamos con vosotras volverá a ser para nosotras una pequeña victoria, la celebración de la modestia.
Seguimos y esperamos que celebréis con nosotras.
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En hora buena, por esta década de información y trabajo, se que son un gran equipo y que esta modesta celebración es por que son grandes y el hacer día a día los hace cada día más grandes, para mi son y serán no solo una referencia donde aprender de artes y culturas africanas, si no de personas comprometidas con un proyecto, valiosas y firmes en sus ideas, aunque modestas en sus celebraciones!
Sin más y muy agradecido por estos años (esperando que sean más)… ¡F E L I C I D A D E S!
Sólo decir GRACIAS, y animaros a seguir, como podáis, pero que nos hacéis falta.
Por África, y todas sus caras y formas.
Feliz aniversario!!!!!!