Casa ajena: Drama migratorio y terror sobrenatural en Netflix
En un momento en que la retórica antiinmigrante y los crímenes de odio están en aumento, y la necesidad de escuchar las historias de sus víctimas es más vital que nunca, Casa ajena (2020), la ópera prima de terror del director británico Remi Weekes, y producida por Netflix, se hace necesaria. Oportuna. Conmovedora.
Los protagonistas son Bol (Sope Dirisu) y Rial (Wunmi Mosaku) una pareja de sursudaneses que huyen de la guerra con su hija Nyagak (Malaika Wakoli-Abigaba). El viaje es aterrador por sí mismo: camionetas abarrotadas y una lancha a motor sobrecargada donde perderán a su pequeña, una pesadilla que les perseguirá toda la película. Tras meses de espera en Gran Bretaña, finalmente el Gobierno les concede una casa destartalada y rodeada de basura y desperfectos como metáfora de la nueva vida que les espera. Pero los fantasmas del pasado les perseguirán exponiendo los horrores del sistema de inmigración minando la culpa de los sobrevivientes en un thriller inteligente y escalofriante. Un trabajo que presenta elementos importantes para el diálogo social sobre refugiados con los elementos añadidos de lo sobrenatural.
Casa ajena muestra la tensión constante que tienen que sufrir Bol y Rial con su frágil condición, y con la amenaza inminente de que sus sacrificios para llegar tan lejos sean en vano. Un jodido hilo delgado que hace que la relación de la pareja se deteriore por completo. El deseo de Bol de dejar a un lado el pasado y ser “uno de los buenos” para la sociedad de acogida entra en conflicto con la necesidad de Rial de aferrarse a sus costumbres sursudanesas y al recuerdo de su hija. Él canta canciones de fútbol, le pide a Rial que use utensilios en lugar de sus manos cuando comen, e incluso cambia la forma en que se viste, abriendo la película con una camisa de terciopelo marrón que luego convertirá en un polo gris suave. Quiere demostrarle al gobierno que él y su mujer son «aptos». Por otro lado, ella conserva el collar de su hija, se viste con ropas coloridas y, en lugar de usar una mesa, se sienta en el suelo a comer. Esta combinación de puntos de vistas opuestos sobre la asimilación cultural y su incapacidad para aceptar lo que han padecido, es la receta en sí para un desastre terrible y violento. El drama familiar y el ecosistema sociopolítico normalmente serían suficientes para la película, pero Weekes inserta una vuelta más de tornillo: el horror sobrenatural.
Casa ajena podría visionarse junto a Atlantics (2019) la historia, también de fantasmas, de la franco senegalesa Mati Diop. Ambos trabajos serían testigos de cómo los africanos atraviesan el peligroso mar abierto en busca de una vida mejor en Europa, solo para ser sumergidos en una tumba de agua. Pero ambas películas también muestran viajeros fallecidos que buscan venganza en el más allá. Mientras que los fantasmas en Atlantics toman represalias contra el enemigo capitalista manipulador que les niega un futuro más brillante, los poltergeist de Casa Ajena apuntan a sus compañeros inmigrantes. El motivo específico es el gran misterio del thriller, que cuando se revela, muestra las decisiones necesarias para la supervivencia.
Este trabajo voltea de forma ingeniosa la paradoja de una casa encantada/maldita donde la familia que la habita no la puede abandonar. ¿El motivo? Cualquier intento de asegurar un nuevo alojamiento será visto como una violación del estatus de refugiados de Bol y Rial y podría desencadenar los trámites para la deportación. Y aquí el doble drama terrorífico: el director muestra que la vida sería difícil para una pareja negra en duelo por la pérdida de su hija y que se presenta en Inglaterra sin nada más que el uno al otro y algunas baratijas. El género de terror, quizás sea solo una excusa para iluminar la tragedia de lo común e invisible para la sociedad de acogida.
Latest posts by Sebastian Ruiz-Cabrera (see all)
- Sobre maternidades en el cine africano (I) - 24/05/2023
- Lingui: el tabú de abortar en Chad y en clave de cine - 23/02/2022