El Toronto más africano de los últimos años
Cuarenta años de sembrar la dicha de que por muchos críticos de cine y revistas especializadas, el que sigue mandando en las taquillas es el espectador, impasible y alerta únicamente a su bolsillo y su tiempo. Bajo esta afirmación siempre tendríamos que matizar que el marketing publicitario también sigue actuando como metadona. Y que tanto posibles compradores de una entrada de cine, como los anuncios, tráileres, redes sociales y boca a boca van de la mano en una simbiosis casi perfecta.
Y así nació el Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF): el público elige a la mejor película y al mejor documental. Aunque por azarosos tiras y aflojas de la industria no siempre estos ganadores estarán en las pugnas de la Berlinale, Oscar, Venencia o Sundance.
El jueves arrancará la cuarenta edición del TIFF (del 10 al 20 de septiembre) con el último trabajo del canadiense Jean-Marc Vallée Demolition. Cuatro décadas de cine internacional en Canadá que debería cubrirse de gloria por celebrar un aniversario redondo y enmendar el petit error de ser el único festival del año pasado que no programó Birdman (2014), la película de Alejandro González Iñárritu que terminaría haciéndose con 4 Oscar: mejor película, mejor director, mejor guión original y mejor fotografía con la sutileza del también mexicano Emmanuel Lubezki, el Chivo –no dejen de seguirle la pista a Lubezki–.
Precisamente, el año pasado, Sudán del Sur ganaba su primer premio en un festival de cine por el mejor documental de Hajooj Kuka Beats of the Antonov al que Wiriko pudo entrevistar en abril durante el Festival de Cine Africano de Córdoba. En este 2015, un total de 9 cintas llegan desde el continente para mostrar esa África que, sobre todo en el cine, queda relegada a festivales especializados. Toronto apuesta más y más por mirar hacia un continente con 55 países (¡incluyendo la República Saharaui!) con un dinamismo necesario de poner en alza. Una edición en la que Sudáfrica se sitúa a la cabeza aunque no es la primera vez: en 2013 se presentaban Mandela: Long Walk to Freedom, Of Good Report y iNumber Number, en 2014 Impunity fue la única película sudafricana seleccionada y para el 2015… Un total de cuatro trabajos desde la «Nación del arcoíris».
Sección largometrajes
En la categoría de largometrajes, se espera el nuevo trabajo del sudafricano Oliver Hermanus con The endless river. En el 2011 ya fue aclamado en Cannes por su retrato sobre la homosexualidad en la Sudáfrica contemporánea con Beauty (Skoonheid) y con su tercer largometraje The endless river (título que, curiosamente también, da nombre al decimoquinto último álbum de Pink Floid) muestra un drama con ingredientes de delincuencia, sexo, venganza y redención.
Cuckold (Cornudo), es otra de las apuestas que llegan desde Sudáfrica por el actor y director Charlie Vundla en el que es su segundo largometraje (How to steel 2 million). La historia cuenta como Smanga (el propio Vundla), un académico prometedor, pone en riesgo su carrera universitaria al verse envuelto en un ménage à trois muy extraño después de ser abandonado por su esposa. Vundla dará un nuevo giro al género del drama utilizándolo como una herramienta para la disección de la agitación emocional de un hombre y también como un medio para desacreditar los falsos derechos de chovinismo.
Desde Etiopía llegan también dos dramas que darán mucho que hablar. Uno de ellos es Lamb, de Yared Zeleke, el primer film que representó al país en el festival de Venecia el mayo pasado, y Price of love, de la directora Hermon Hailay, quien acumula ya algunos festivales importantes entre ellos el del FESPACO 2015.
Lamb, retrata un drama conmovedor semi autobiográfico de Zeleke en el que un niño etíope de 9 años arriesga todo para salvar a su único amigo, un cordero al que tiene por mascota. Con un majestuoso telón de fondo de las montañas del sur de Etiopía, Lamb es una historia en el que se apela a la responsabilidad como pauta que marcará el destino individual de las personas.
En la película Price of love, se cuenta la historia de un taxista y una hermosa joven prostituta que se enamoran mientras luchan por sobrevivir en las calles de Addis Abeba, la capital de Etiopía. La directora, Hailay se crió en un barrio donde la prostitución era común, y con esta película se dispuso a contar las historias de la gente que conocía: “hermosas mujeres jóvenes, madres, hermanas y amigas», como ella las describe. Actualmente Hermon Hailay es una de las principales directoras etíopes con varias películas críticamente y comercialmente exitosas: Baleguru (2012) o Yaltasbrew (2013).
También dos obras llegan desde el norte de África. La primera es Let them come una notable adaptación de la novela de Arezki Mellal, en el que una familia debe defenderse a sí mismo en medio de la embestida de la violencia entre las fuerzas gubernamentales y los islamistas radicales en la Argelia de 1980. Es la primera película narrativa del documentalista Salem Brahimi en una hazaña de hacer cine a cargo de la experiencia vivida.
Este drama inquietante tiene su origen más de dos décadas después de que Argelia tuviera su independencia de la metrópolis francesa, cuando los signos del desencanto amargo y el colapso social que se aproximaban eran demasiado alarmantes para ser ignorados. El disenso más organizado y desafiante provino de los movimientos islamistas conservadores cuyos elementos radicales habían sido adoctrinados por los talibanes de Afganistán. Pronto las tensiones derivaron en un conflicto que duró casi una década, conocido por los argelinos como los “años del terrorismo”.
La otra que obra del Magreb es As I open my eyes (Túnez), el primer largometraje de la directora Leyla Bouzid, y se enmarca en la víspera de la Revolución de los Jazmines. La historia sigue los pasos de una banda underground y muestra a la juventud tunecina con su desencanto, el miedo, la creatividad, la rebelión contra la dictadura, el rechazo del conservadurismo y el coraje de perseguir sus deseos. Detrás de la cámara y talento de Bouzid el elenco se complementa con la música del iraquí Khyam Állami y las contundentes letras de Ghassen Amami.
Sección documental
En la sección de documentales sin duda, una de las estrellas será el trabajo de la siempre activista egipcia-francesa Jihan El-Tahri. Su último documental en el 2009 fue Behind the Rainbow en el que exploraba la transición del Congreso Nacional Africano (ANC). Pero antes ya deslumbró a más de un historiador africanista por su excelente composición en Cuba, una odisea africana (2007), en el que analizaba los vínculos de la revolución cubana con las luchas emancipadoras que tuvieron lugar después de los años de las independencias en África y, sobre todo, en el apoyo a los movimientos revolucionarios contra las colonias dirigidas por la metrópoli portuguesa. En el 2000 realizó L’ Afrique en Morceaux (África despedazada) un documental sobre las intrigas, traiciones y venganzas que se sucedieron en el genocidio de Ruanda en abril de 1994.
En Toronto presentará Nasser, la historia de Gamal Abdel Nasser, el oficial del ejército revolucionario cuya década de reinado como presidente de Egipto desafió a Occidente durante la crisis de Suez en 1956 y quien fuera el co-fundador del Movimiento internacional de los Países No Alineados (MPNA). Su legado complicado, suele pasarse por alto en Occidente pero es vital para entender el moderno Medio Oriente. Un documental que ha estado varios años en la nevera de la preparación y que llega en un momento oportuno ya que la región se enfrenta a nuevos levantamientos.
Sección cortometrajes
Dos cortometrajes sudafricanos cerrarán un menú que cada año tiene más carácter africano. The Call de Zamo Mkhwanazi y Yolo que a pesar de no ser dirigida por un sudafricano, Ben Rusell, está realizada en colaboración con el colectivo de Soweto Eat my Dust Youth Collective.
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