Nuestro padre, el diablo, inolvidable título de apertura del 10º Festival Film Africa en Londres
A través de la ventana de un bar, difuminada por el reflejo de la luz y el humo del tabaco, aparece por primera vez Marie. De manera apresurada, esta se levanta, y se dispone a caminar. La seguimos de espaldas, tal vez intentando alcanzar el momento de revelación de su rostro. En cambio, no es este lo primero que conocemos, sino los sonidos que aún la atormentan. Entre las calles de un pequeño pueblo de Francia, se escuchan sonidos geográficamente alejados, pero psicológicamente demasiado cercanos, tiroteos, violencia, gritos, huidas… A medida que Marie va llegando a su lugar de trabajo, una residencia de ancianos donde es la jefa de cocina, se suman capas a la compleja orquesta que caracterizan la tan minimalista como intimista banda sonora compuesta por Gabin Brivik para este primer largometraje de la directora camerunesa afincada en Estados Unidos, Ellie Foumbi. Una cocinera acusada de especiar demasiado la sopa, a la que se le recuerda que “no estamos en Argelia, sino en Francia…”, una cuidadora, la mejor amiga de Marie, llamada Nadia, quien confidente le cuenta que no se ha quedado embarazada, y que su enamorado se marcha de nuevo, en un contexto de acusado desempleo… Cuando acaba el turno, Marie vuelve andando en la oscuridad de la noche, donde el amenazante ruido de unos pasos incrementa por segundos. Sin embargo, cuando Marie se enfrenta a quien creía que estaba siguiéndola, se da cuenta de que estaba equivocada, de que aquel miedo no era más que un componente más de una vida atormentada.
Es precisamente este universo sonoro el que nos permite conocer a Marie en toda su complejidad, a diferencia de esa Marie a que la gente conoce-sin-conocer en este pequeño pueblo del Pirineo francés, aparentemente pacífico, rodeado de montañas, pero cuyas estrechas calles y escasa diversidad de población le dan un carácter claustrofóbico. Será una llegada a su lugar de trabajo la que rompa ese débil superficial equilibrio, la del Padre Patrick. A este se lo conoce también a través del sonido, su voz, mientras ofrece un servicio a los de la residencia. Una voz cuyo grado de perturbación es tan alto para Marie que ésta acaba por desmayarse. Es entonces cuando empiezan a desvelarse poco a poco esos detalles del pasado de Marie, sobreviviente del genocidio en Ruanda, donde vio cómo mataron a su familia, para después ser secuestrada por un niño soldado para empezar una cadena de atrocidades de las que veinte años después no se lograba desprender.
Fue con este inolvidable primer largometraje de ficción de la directora Ellie Foumbi, conocida ya por cortometraje comisionado por Netflix, Casa (Home), con más de 19.000 visitas en en canal Youtube de Netfilx Film, con el que dio apertura la décima edición del Festival de cine Film Africa, organizado por la Royal African Society, la cual celebra su 120 aniversario el 2 de noviembre de este año, en una gala cuyo tema es ‘África creativa’. Nuestro Padre, el diablo fue seguida introducida por la nueva directora del festival y directora asociada de la Royal African Society, Desta Haile, la cual describía al cine citando al admirado director senegalés Djibril Diop Mambéty, “El cine es magia puesta al servicio de los sueños”. Tras la proyección, las audiencias londinenses pudieron disfrutar de un generoso debate con la directora, moderado por Carmen Thompson, la que fuera codirectora del Festival de cine africano de Escocia, Africa in Motion, en 2020, y productora de la distribuidora especializada en cine africano; seguido por una recepción en el bar del cine Picturehouse Central, donde tuvo lugar la apertura de Film Africa, en pleno centro de Picadilly de Londres.
El estudiado guion de la directora camerunesa, escrito desde la empatía, el compromiso, y la responsabilidad de contar una necesaria historia de “la manera más honesta posible”, sumado a la impecable interpretación de la actriz y directora Babetida Sadjo, sutil cinematografía, con planos de escasa movilidad, y la nada invasiva banda sonora, dan lugar a un matizado retrato audiovisual de un tema hasta ahora no tratado en el cine, la vida adulta de aquellos niños de infancia robada, sobrevivientes de un oscuro pasado como soldados de guerra. Inspirada por el trabajo de su padre en Naciones Unidas, la directora Ellie Foumbi empezó a investigar sobre ese tema, leyendo memorias, entrevistando a sobrevivientes… En contraste con el alto número de películas sobre el genocidio en Ruanda, no había ni una sola que se centrase sobre qué había sido de esos niños una vez adultos.
Así hablaba Ellie Foumbi de los orígenes de la película, cuyo proceso de escritura se hizo desde las emociones, la empatía: “¿Y si yo hubiera sido Marie?”, comentaba la directora, y añadía: “Escribí el guion con estos dos actores en mente, Babetida Sadjo y Souleymane Sy Savané. Tras leer muchas memorias de niños soldados sentí la responsabilidad de contar la historia con la mayor autenticidad posible.” La actuación de ambos no pudo ser más creíble, dejando impactado al diverso público londinense y fiel a esta cita cinematográfica en la capital. “Para ello me aseguré de que todos los momentos clave del pasado de ambos personajes, Marie y el Padre Patrick, se conocieran bien por los dos. Y hubo un momento en el que ellos conocían mejor a los personajes que yo”, contaba la directora con referencia a la estelar interpretación de los protagonistas. Durante el debate, se planteó la importancia del cuidado en la relación entre directores y actores: “Les dejé muy claro que en cualquier momento del rodaje tenía permiso para pedir que parásemos.” Un cuidado y enfoque ético trasladados al universo tanto narrativo como estético, con matizados elementos de confort, a través, principalmente, de la solidaridad entre mujeres: la amistad y casi hermandad entre Marie y su querida amiga Nadia, quien promete no dejarla nunca, a pesar de haberse adentrado a su secreto pasado, hasta entonces, ocultado, impenetrable; y la entrañable relación de casi maternidad, entre Marie y Jeanne, una de las señoras mayores a quien con cariño cuida, a través de deliciosos manjares, en la residencia.
Con este título, estreno en Reino Unido, Nuestro Padre, el diablo, Film Africa establecía el tono de este décimo aniversario, caracterizado por “un sentido del retorno, el retorno a uno mismo, a la fuete, o a las personas y lugares que garantizan cierta seguridad”, en palabras de los programadores, Aseye Tamakloe, de Accra, Nyambura M. Waruingi, de Nairobi, y Wilfred Okiche, de Clevenland a través de Lagos. 48 títulos de 16 países africanos que podrán verse en siete distintas salas de cine de Londres y la plataforma digital del British Film Institute, entre el 28 de octubre y el 6 de noviembre. Cinematografías de gran diversidad estética que invitan a “repensar narrativas de migración, consecuencias de experiencias traumáticas y cuestionar la idea de familia”, a través de una gran “sensibilidad y capturadas con gran belleza en las pantallas”, así como “personajes inolvidables, complejos y desafiantes en sus distintos modos, sin miedo a hacerle frente al mundo”, tales como afirman los programadores de esta décima edición. Sin duda fueron estos los aspectos reunidos por el filme de la camerunesa Ellie Foumbi, y encarnados por la actriz protagonista, Babetida Sadjo, a quien podrá también disfrutarse, en su faceta como directora, en el cortometraje Hématome, estreno también en el país británico, el sábado 5, durante la proyección de los cortometrajes que optan por el Premio Baobab.
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