Los héroes que salvaron Nigeria del Ébola
Las fronteras habían quedado desmanteladas en tres países de África del Oeste. Pero la alarma se extendió definitivamente entre los medios internacionales cuando Patrick Sawyer, un ciudadano estadounidense-liberiano de 42 años, se contagió por el virus del Ébola. Todos memorizaron su nombre para tildarlo de “maldito” o “terrorista”. Conocíamos dónde trabajaba, que tenía una hermana que había muerto recientemente y que su familia estaba ahogada en la tristeza más absoluta. El afectado era uno de los nuestros. ¿Podía llegar a Estados Unidos? ¿Se podía extender? Es la narrativa a la que estamos acostumbrados ya que, en parte, quedaba lejos. Un matiz geográfico. De distancia. Al hablar del ellos todo cabía en un mismo contenedor reducido a cifras: entre diciembre de 2013 y abril de 2016, la epidemia más grande de este virus hasta la fecha ha generado más de 28.000 casos de infección y más de 11.000 muertes en Guinea, Liberia y Sierra Leona.
Sawyer aterrizó en julio de 2014 en Lagos, una mega-urbe poblada de 17 millones de personas y la capital económica de Nigeria, que alberga la mayor población del continente: 187 millones de habitantes. Que durante 93 días, menos de una decena de personas fallecieran fue un punto de inflexión. Según el enfoque, hasta un milagro. O una articulación exquisita de los profesionales que supieron aplicar a rajatabla todos los protocolos internacionales. Esta es la otra historia. La de cómo una de las enfermedades más contagiosas conocidas no tuvo una onda expansiva en Nigeria.
Detrás de todo el operativo se encontraba la doctora Ada Igonoh, del First Consultant Hospital, quien acabaría infectándose al tratar a Sawyer. La tasa de fallecimiento era el 99 por ciento pero Igonoh creía en los milagros y en la investigación individual que durante 14 días aislada pudo realizar a través de su iPad. “Leía la Biblia y consumía sales de rehidratación oral. No tomé ninguna droga experimental o los llamados potenciadores del sistema inmune”. Se salvó. Y ahora su historia, presentada en el Festival Internacional de Cine Internacional de Toronto (TIFF) se ha llevado a la gran pantalla con 93 days. Un guión que muestra a los héroes de la tragedia y su victoria sobre una situación aterradora. Esto es exactamente lo que el realizador nigeriano Steve Gukas y su equipo han conseguido. Otro punto de vista, desde África y que se ha colado en una de las citas del séptimo arte más esperadas cada año, el TIFF.
Sin embargo, 93 days no es un film exclusivo sobre un héroe, ni tampoco una película biográfica sobre la vida de la doctora Adadevoh (interpretada por la actriz Bimbo Akintola) o la de Patrick Sawyer (Danny Glover). En lugar de ello, se muestra la vida de los diferentes individuos que aseguraron que Nigeria no se consumiera. Una historia de sinergias entre el aparato gubernamental, los expatriados de salud pública y los funcionarios médicos. En un país donde creemos que difícilmente el servicio de bomberos puede llegar a tiempo, 93 days transforma el enfoque de corrupción y Boko Haram al que estamos acostumbrados. La representación de heroísmo, abnegación y sacrificio de la película es la creación de un zumbido entre los nigerianos que a menudo se quejan de que su país es retratado desde el oscurantismo.
La epidemia de Ébola no fue solo una crisis de salud pública sino una crisis de seguridad económica y alimentaria aún más alarmante. Los efectos se harán sentir, lamentablemente, durante mucho tiempo. Y por eso, esta película es solo la punta del iceberg de la creatividad y la frescura necesaria de guiones que emanan desde el continente que combaten la representación estereotipada que se hace en el cine del continente africano. Es Nollywood, una industria –la segunda del mundo en nivel de producciones por delante de Hollywood y por detrás de Bollywood– en general vilipendiada pero que, sin duda, es un arma de construcción masiva.
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