Riverwood. El cine de Kenia quiere hacerse global
En 2014 la mexico-keniana Lupita Nyong’o ganó el Óscar a la mejor actriz de reparto por 12 años de esclavitud (2013). Tras la victoria, el entusiasmo en Kenia fue ensordecedor: los actores y actrices soñaban con el despertar del cine made in Nairobi, conocido como Riverwood, los directores y los productores esperaban dar el impulso definitivo para que su industria saltara a la escena internacional. Pero el gobierno se frotaba las manos.
Sin embargo, seis años más tarde, todas aquellas ilusiones se han esfumado. Seguida muy de lejos por el cine sudafricano, la imparable Nollywood (Nigeria) lo inunda todo y Kenia ya se han convertido en el cuarto cliente más importante de los largometrajes producidos en el gigante africano. Al igual que en otros rincones del continente, este país del África del este lleva varios años experimentando con su propia industria cinematográfica, buscando las claves para convertirla en un cine singular, único y… Rentable.
Por ello, el gobierno fundó en 2005 una institución capaz de aglutinar el enorme potencial del país y mostrar al mundo que en Kenia también se produce cine. Así, la Kenya Film Commission se encarga, entre otras cosas, de potenciar un nuevo cine alejado de viejos estereotipos, promocionar la industria cinematográfica local frente a las grandes industrias y atraer a directores internacionales para que graben sus películas en suelo keniano, cuyo mejor ejemplo es la eterna Memorias de África (1985), dirigida por Sydney Pollack.
Y es aquí, precisamente, donde aparece uno de los cines más singulares del país, Riverwood. Esta industria nació a finales de la década de 1990, bautizada así por la calle River Road en el centro de Nairobi. Riverwood se presentó como un cine de origen local, que nació de la mano de comediantes que grababan películas y cortometrajes con cámaras de mano y que empezaban a inundar los mercados de Nairobi. Los presupuestos eran nulos y la calidad de las películas dejaba mucho que desear, pero lo que movía a estos precursores no era otra cosa que el deseo de contar sus propias historias.
Esta tendencia a contar las crónicas kenianas acercó el naciente cine a la población local que, por algo menos de 2 euros, podían disfrutar de películas producidas en su país. Durante toda la década de los 2000 el creciente interés de este cine local llevó a Riverwood a un progreso constante. Para 2004, el director Kibaara Kaugi lanzaba Enough is enough con un coste total de unos 7.000 dólares, una película pionera que contaba la historia de los guerreros Mau-Mau que defendieron su libertad y lucharon contra la ocupación británica. A mediados de la década, Riverwood producía entre 150 y 200 películas por año con unos presupuestos que rondaban los 1.000 dólares.
Pero tras las protestas y la violencia postelectoral desatada en las elecciones de 2007, muchos kenianos dejaron de gastar el dinero en ocio y entretenimiento, lo que afectó directamente a Riverwood por su carácter local. Sin embargo, en los últimos años ha superado las cifras de la década pasada, se calcula que ya se producen más de 500 películas al año y la calidad de las mismas ha mejorado. El único que parece no verlo es el gobierno: “No apoya Riverwood lo suficiente, es más, lo está limitando”, declara Ken Makowino, periodista experto en cine. “Hay muchas productoras que no pueden permitirse unos equipos de grabación adecuados por el continuo aumento de los impuestos, lo que repercute en la elaboración final de los filmes. Además, las leyes que exigen que en la televisión haya un mayor contenido de series y películas nacionales no se está cumpliendo” afirma el periodista.
Pero Riverwood hace ya años que dejó de ser un cine grabado con cámaras de mano: sus presupuestos aumentan y el prestigio de sus directores parece imparable: Likarion Wainaina logró cinco premios en los Riverwood Awards por Bait (2015) y participó en Cannes en la sección 48 hour film project, con su Mburu. Kimani fue uno de los primeros directores de Riverwood en ser premiado por la comisión por The Race (2007). En 2018 fue su despegue internacional con Supa Modo que se estrenó por primera vez en el 68 Festival Internacional de Cine de Berlín. Incluso fue seleccionada como la película keniana para los 91 premios Oscar, aunque fue descartada para la gala final de Los Ángeles.
Otro director con un enorme potencial es Martin Githinji quien dirigió Happy Anniversary (2015). Githinji fue elegido como el mejor director en los Riverwood Awards de 2016. “Dirigir es una oportunidad única para mostrarle al mundo toda la pasión y la emoción que tienes en la cabeza”, comenta el joven director. Cuando le preguntamos su opinión sobre el fenómeno Riverwood lo tiene muy claro: “Aunque tiene que llegar a más gente no hay duda de que nuestro cine tiene una fuerza formidable. Siempre hemos seguido la misma dirección, hacia arriba, y así vamos a seguir”. Eso sí, reconoce que queda mucho por hacer y necesitan más apoyo: “Hace falta un marco en el que se proteja al cine de Kenia y, por el momento, eso no existe”.
Este año ha tenido lugar la octava edición de los Riverwood Awards, en el que participan diferentes largometrajes, cortometrajes y producciones de televisión. Este festival se ha convertido en una muestra más del potencial de Kenia. Aquí se dan cita algunas de las promesas del séptimo arte de este país. Las producciones de Riverwood incluso se han hecho un hueco en otros festivales nacionales, como el Kalasha International Film and TV festival o en festivales locales como el Slum Film Festival, que trabaja por dar visibilidad a los slums de Nairobi.
Aquel cine que nació en River Road hace casi ya tres décadas puede convertirse en la próxima promesa de Kenia, un país que, como el resto del este africano, parecía haberse olvidado de que tiene inspiración de sobra para impactar con sus películas.