Seminci 2017: un idilio de amor entre El Nilo y el Pisuerga
Conquistó a la crítica y el jurado en el Festival Internacional de Sundance y el pasado sábado se hacía con la Espiga de Oro, el máximo galardón, en la capital de Castilla León durante la 62ª Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci) que este año ha proyectado más de 300 películas. El trabajo del director sueco de origen egipcio Tarik Saleh The Nile Hilton Incident no deja indiferente a nadie: corrupción, policías y movilizaciones sociales. La revolución de 2011 en Egipto proporciona el telón de fondo para el implacable thriller político de Saleh que cambia gradualmente el enfoque de las sucias calles de El Cairo a los niveles más altos del Parlamento en el curso de una investigación por un asesinato mediático. A pesar de tener un título bastante genérico, The Nile Hilton Incident representa el tipo de cine penetrante que solo un guionista y director íntimamente familiarizado con la cultura egipcia –pero que posee una perspectiva externa– podría lograr convincentemente. La sudanesa Mari Malek, en el papel de Salwa, quien interpreta a una refugiada indocumentada, se ha convertido en una de las actrices revelación de este año a nivel internacional cautivando a la cámara. Era evidente que la historia de amor entre el El Nilo y el Pisuerga no se hiciera esperar.
Ciertamente en esta edición ha habido muchas cosas que celebrar, pero otras muchas que deberían ser mejoradas y Wiriko ha estado presente para poder contar todo de primera mano. Una de las claves de este festival ha sido su capacidad de reconversión con los años. Con una participación de más de 95.000 espectadores, uno de los festivales de autor con más trayectoria, parece que empieza a remontar los peores años vividos durante la crisis. Si la Seminci comenzó en 1973 como un “festival religioso y de valores humanos”, se dio un giro de 180 grados con la transformación completa hacia un certamen de cine internacional. No solo eso, desde la llegada en 2008 del último director del festival, Javier Angulo, se ha conseguido dar la vuelta al certamen duplicando el número de espectadores en menos de una década y mejorando su imagen tanto interna como externa. Además, esta ha sido una de las ediciones más femeninas del evento ya que se equiparó por primera vez el número de películas dirigidas por mujeres al de hombres en la Sección Oficial. “Es sin duda la mejor noticia del festival. Las mujeres también existimos aunque muchas veces se nos intente invisibilizar”, comenta Sara a la salida del largometraje iraní Napadid Shodan. “Eso sí, creo que esperar hasta 2017 para alcanzar esa cifra me parece algo ridículo”, añade.
La dirección de la Seminci ha destacado igualmente la presencia de más de 15.000 espectadores jóvenes en las salas, algo por lo que se ha luchado durante los últimos años. Para ello se ha incluido la sección infantil “Miniminci” o el Jurado Joven con el objetivo de diversificar la oferta del certamen y hacerlo más atractivo. “Desde mi punto de vista, la presencia de gente joven necesita todavía más esfuerzo porque en las salas somos pocos. Es un cine que representa la realidad, sin superhéroes y con pocos efectos especiales lo cual hace más difícil llegar al público joven. También es verdad que, cuando se conoce, la gente acaba repitiendo”, comenta Irene, estudiante de enfermería y espectadora asidua. Sin duda alguna, el festival está tomando el camino correcto en relación a la presencia de jóvenes en las salas, ya que ellos son el futuro de esta industria.
En la Seminci se presentan producciones y coproducciones de diferentes puntos del mundo. Sin embargo, no podemos pasar por alto que durante años el cine africano y, sobre todo el cine al sur del Sáhara, ha tenido una presencia residual. El cine del norte de África ha contado con más presencia e incluso Marruecos fue invitado al certamen en 2013 para realizar un repaso por su cine con la proyección de diecisiete largometrajes, tres documentales y seis cortos. No obstante, desde ese último año, hasta la pasada edición en la que Wiriko estuvo cubriendo Nakom el único largometraje subsahariano, los cines africanos han brillado por su ausencia.
Y cuando hablamos de cines africanos nos referimos a 54 países algunos de los cuales tienen unas industrias cinematográficas de mucho peso y con largas trayectorias como son los casos de Nigeria, Sudáfrica o Etiopía. No resulta coherente que esos países sigan sin estar presentes. “Hay películas que hablan sobre África negra y luego están las películas árabes, pero no he visto en esta edición ni una sola película dirigida por africanos o africanas”, comenta Javier, profesor de Historia. “En Andalucía están mucho más presentes los cines del sur, es algo que desde luego aquí se echa mucho en falta”, reflexiona.
Aunque insistimos en la necesidad de una mayor presencia de cines dirigidos por africanos y africanas, este año hemos contado con la presencia de largometrajes de temática africana: la franco-brasileña Gabriel e a montanha que nos relata la historia de un joven que decide viajar por el mundo y descubrir el continente africano; la suiza Me Mzis skivi var dedamicaze, que nos cuenta la historia de Dije, un inmigrante nigeriano que ha acabado por error en Georgia, y April que acaba una noche en la cárcel por ejercer la prostitución; la polaca Los pájaros cantan en Kigali que relata los horrores del genocidio ruandés de 1994; o el documental español Owino que ha participado en la sección DOC España y que nos traslada a la lucha de un pueblo de Kenia que lucha contra una multinacional que envenenó su poblado con vertidos ilegales de plomo.
Sin duda alguna este año ha sido el año de los cines árabes y del norte de África. Destacamos sobre todo el largometraje tunecino Aala kaf Ifrit que nos ha mostrado la desigualdad de género del Túnez posrevolucionario y que se hizo con el Premio de la Juventud o la mencionada The Nile Hilton Incident, que además de la Espiga de Oro, ha obtenido el premio al mejor director y guión.
A pesar de los éxitos de este año, lo cierto es que la Seminci debería pensar en acoger un mayor número de películas, cortometrajes o documentales africanos para poder obtener otra perspectiva. De esta manera se podrían enriquecer mucho las próximas ediciones del festival. Y es que este certamen, en su perfil más internacional, no puede permitirse dar de lado a todo un continente. Aunque aplaudimos la presencia –y la victoria– de los cines árabes no podemos pasar por alto la continua marginación que están sufriendo las industrias cinematográficas africanas. Solo nos queda esperar que en la próxima edición se empiece a valorar un poco más el trabajo de un sur que llama a las puertas de España.