YO SOY SAMUEL: amor y resiliencia de un joven gay en Kenia
llega a las pantallas de Londres, con su estreno en el Festival de Cine de Londres del BFI (Instituto del Cine Británico) celebrado entre el 7 y el 18 de octubre virtualmente. El documental se une al reciente foco en Kenia en la comunidad LGBTQ+, con películas como Stories of our Lives (Historias de nuestras vidas) o Rafiki, una comunidad cuya existencia y supervivencia es fruto de la resiliencia y lucha por la libertad de ser. El próximo 4 de noviembre podrá verse también en la gran pantalla, durante el Festival Film Africa. Yo Soy Samuel, del director keniano de 42 años, Peter Murimi, se proyectará junto con otro reciente título de referencia del que escribíamos hace poco en Wiriko, el cortometraje Keniano, Cristiano y Queer, seguida por un debate con los directores.
Peter Murimi conoció a Samuel a través de un amigo en común, pero la idea del documental ya estaba ahí. Si bien este es su primer largometraje documental, Peter Murimi cuenta con una larga y prolífica carrera periodística, caracterizada por el modo en que se centra en colectivos vulnerables. Entre sus premios destaca el de Periodista del Año por CNN África por su documental Walking to Womanhood (Camino hacia la etapa adulta mujer) en 2004. Yo Soy Samuel no es tan solo un retrato de Samuel, sino del propio trabajo de Murimi, centrado en dar voz a los que a menudo no son escuchados. En este documental, el cine se convierte en ese espacio de lo posible. Es posible ser de una familia rural, sin educación formal, y enamorarse de alguien del mismo sexo. Es posible ser acogido por una comunidad y red de apoyo. Es justo esta interseccionalidad en el modo de trazar el retrato audiovisual de Samuel, cuya identidad no se reduce a ser gay, la que atribuye mayor fuerza a esta historia, una historia de amor, entre la familia, los amantes y los amigos y, sobre todo, una historia de resilencia.
Yo soy Samuel es una historia que el director llevaba años queriendo contar: “Cuando era más joven, a los 13 o 14 años, conocí a un chico en mi pueblo que creció abiertamente siendo gay. Y que pasó por depresión y demás, y solía decir: es muy importante compartir la historia, para que la generación más joven tenga un ejemplo, que sepan que es posible ser africano y ser gay”. Ese deseo de compartir la historia viajó de ese amigo de la infancia a Peter Murimi y, de este, a Samuel, cuya voz abre el documental en primera persona. Ambos se convierten en los narradores de esta historia, con una cámara que se integra en la comunidad, no como intrusa, sino como aliada. Con Samuel, quien describe su historia de amor con Alex como una relación de identificación, “nos vimos el uno en el otro”, viajamos desde un pueblo rural a Nairobi, donde Samuel descubriría que no era el único gay, que no estaba solo, y donde formaría una red no solo de amigos, sino de apoyo. Un espacio en el que poder ser, en el que se pasa del estado de supervivencia, a través de la mentira, a un espacio de resiliencia, a través del abrazo a la verdad, junto a más jóvenes gays en la capital keniana.
El documental no podría haberse titulado de otra manera, pues la cámara de Murimi contribuye a la visibilidad de esa identidad al completo, con cada una de sus capas. Esto cobra especial significado en contraste con las constantes referencias a no poder ser en el entorno familiar, a pesar del amor entre padres e hijos. “Simplemente no puedo ser yo mismo. Conocen la mitad de lo que soy”, o “solo quiero que mi padre me entienda”, son algunas de las sinceras confesiones que el joven Samuel comparte con nosotros. Con esta película, Samuel intenta luchar por ser aceptado, “confrontarse a su padre, y decirle, mira, este es quién soy yo. Yo soy Samuel”, afirma Murimi, quien añade que para el padre “es más cómodo creer en la mentira, incluso si sabes al 100% que no es verdad, porque tienes mucho miedo a la realidad, a lo que le pueda pasar. Y es justo ese miedo el que le crea miedo a enfrentarse a la verdad. En cierto modo, eso es lo que hay en esta película también. Samuel afirma, yo voy a enfrentarme a ella, por favor, únete a mí en este viaje”.
El documental es fruto no sólo de la experiencia personal del director, sino también de siete años de trabajo con Samuel, su familia y sus amigos, generando confianza y respeto, hasta tal punto que, según el director, durante el rodaje “se olvidaban de que la cámara estaba ahí”. Algunas de las identidades de los amigos de Samuel no están reveladas por la cámara, ya que estos aun no han compartido esta parte de su identidad con la familia. Durante esos siete años de gestación y producción del proyecto “siempre ha habido un plan de seguridad”, cuenta el director, “tanto durante el rodaje como en el estreno y demás proyecciones de la película, y tenemos también un plan para cuando la llevemos a Kenia”. Porque la película no se ha hecho para ser vista sólo en festivales internacionales fuera de Kenia. Como dice Murimi, “sería una oportunidad desaprovechada si la película no se viera en Kenia. Espero que pueda dar lugar a diálogos constructivos. Esta película se hizo para que volviera a casa, en Kenia.”
Murimi cuenta con la colaboración de destacados profesionales de la escena cultural en Kenia, desde Judy Kibinge, fundadora de DOCUBOX, como productora ejecutiva junto con Peter Mudamba, el montador Ricardo Acosta, conocido por su trabajo en películas premiadas en festivales internacionales como El Silencio de los Otros (2018) o Sembène!(2015), y el famoso Eric Wainaina en la composición musical. Estas figuras son claves para que la película viaje lo más lejos posible, ya que se convierten en “embajadores” del proyecto, tal como comenta Murimi. «La idea de este documental es de llevar el debate LGBTQ+ al discurso principal, y gente como Eric Wainaina consigue precisamente eso. Sin esas colaboraciones además, el proceso habría sido muy, muy lento.»
Un documental que destaca por su enfoque tanto empático como colaborativo, que Murimi describe como cine verité, donde la cámara es testigo de lo que sucede. Yo soy Samuel tiene un tono esperanzador, donde el cine se convierta en altavoz de la voz de Samuel, se une a esa necesaria resilencia para poder vivir y ser libremente en Kenia.