Africa Writes: espejos grises pero menos opacos
Artículo escrito por Estrella Sendra: Licenciada en Comunicación Audiovisual y Periodismo por la Universidad de Sevilla, máster en Critical Media and Cultural Studies en el SOAS de Londres y especialista en cine y culturas africanas. Actualmente es profesora de Media Studies en la University Foundation Programme (David Game college) y directora de Marketing para el Norte de África, América Central y del Sur. Su ópera prima es Témoignages de l’Autre côté, un documental sobre la inmigración senegalesa en España.
Hay recetas que llevan al éxito. Pero al éxito, ¿de quiénes? E incluso podríamos preguntarnos, ¿qué significa el éxito, entendido desde qué parámetros, si depende siempre de para quién, y en qué contexto? Entre la gran diversidad de debates y actividades del festival de literatura africana, ‘Africa Writes’, organizado por la Royal African Society de Londres entre los días 5 y 7 de julio, los autores coincidieron en un aspecto: la literatura africana no consiste en alterar las recetas occidentales, añadiéndoles especias africanas. Se trata de una forma de escritura desde los propios códigos culturales, por y para los africanos, pero en una esfera global.
‘Africa Writes’ celebraba así su segundo aniversario, tras la primera edición en 2012, organizada por la Royal African Society (RAS) en la School of Oriental and African Studies (SOAS, University of London). Este año, el lugar de acogida de los escritores y artistas de la palabra hablada ha sido la British Library, principal patrocinador del evento junto con la RAS, al lado de la famosa estación de King’s Cross y St Pancras, en el centro de Londres. Coincidiendo con uno de los fines de semana más calurosos de la capital británica, el centro de conferencias de la British Library estuvo en casi todas las sesiones prácticamente al máximo de aforo, es decir, con unas 250 personas por panel. La gran mayoría de las actividades eran totalmente gratuitas y sin necesidad de pre-inscripción, aunque tres de las sesiones tuvieron una tarifa simbólica de entrada. Los paneles se organizaron temáticamente, a modo de recitales, presentaciones de libros, mesas redondas con pequeñas intervenciones, y rondas de preguntas que sólo terminaban cuando era hora de empezar la siguiente sesión. Todos, con el propósito de acercarse a la escritura africana contemporánea de manera crítica, involucrando a escritores, lectores, editores y pensadores en el debate.
Pero tal vez no sea esto lo más destacable del festival, aunque sí una evidencia de su calidad, sino la feria del libro de editoriales africanas que estuvo expuesta durante todo el festival, con una afluencia de público continuada entre sesión y sesión, e incluso pisando alguno de los paneles. Los puestos incluían títulos de las obras presentadas por los autores participantes, que amablemente firmaban los ejemplares a los lectores que así lo solicitaban mientras seguían haciendo las preguntas que no les dio tiempo a hacer. También se podían encontrar clásicos de la literatura africana, constituyendo así una plataforma extraordinaria para el fomento de la lectura de unos libros que no frecuentan la mayoría de las estanterías en las librerías. “No existe un modo mejor de conectar África y su diáspora que a través del trabajo de sus artistas, escritores y pensadores”, decía Richard Dowden, director de la RAS, en su mensaje de bienvenida al festival.
El último panel del viernes, titulado ‘La diáspora responde’, reunió ya, en forma de poesía, los principales temas protagonistas del festival. La oportunidad de identificación para el lector que estos escritos suponen, frente a narrativas en las que muchos africanos no se reconocen, la permeabilidad de la identidad africana, y el lugar protagonista de la mujer, y en concreto de las madres, en estos textos.
Moderados impecablemente por la gran Bernadine Evaristo, novelista anglo-nigeriana y fundadora del Premio Brunel University African Poetry, universidad en la que es profesora de ‘Escritura creativa’, Nii Ayikwei Parkes, Leeto Thale, Nick Makoha y Warsan Shire, representando las diásporas de Ghana, Sudáfrica, Uganda y Somalia, respectivamente, recitaron varios poemas, cada unos a su estilo, y compartieron reflexiones sobre sus procesos creativos. Nii Ayikewei, quien intercalaba la lectura íntima de sus poemas, sentado, con bromas que denotaban un sentido del humor muy agudo, afirmaba: “Al escribir, haces preguntas, exploras el mundo”. Nii planteaba el problema del lenguaje. Son autores que escriben en inglés, principalmente, y muchas veces, las traducciones desde lenguas africanas no funcionan. Nii escribe en varias lenguas porque no siente la necesidad de escribir en ninguna lengua en concreto. “Simplemente siento la necesidad de escribir”. Uno de los poemas más aplaudidos por la audiencia fue «Cruzando fronteras», que plantaba el trauma al que da lugar la burocracia de los visados, en la que “easyjet determina derechos”, como indicaba uno de sus versos. Dos de sus hermanos nacieron en Ghana, otro de sus hermanos y él, en Inglaterra. “Nunca viajamos como una unidad”.
Leeto Thale, como artista de la palabra hablada, se levantó y poco a poco fue ganando presencia en el escenario, al ritmo de su poema «She dances», celebrando la belleza de la mujer, emplazada en el mundo desde su cuerpo. También el segundo poema de los que leyó homenajeaba a la mujer, a la madre, en un estilo distinto al del poema de Nii. “No sé qué parte de mi es africana”, afirmaba en respuesta a la pregunta de la moderadora, Bernardine Evaristo, de hasta qué punto su africanidad condicionaba sus escritos. Nick Makoha, el siguiente poeta que recitó algunos de sus poemas de The lost collection of an invisible man, sí localizaba el modo en que su identidad africana afectaba su escritura. “Estoy orgulloso de ser africano”. Sin embargo, dijo que compartir su “experiencia africana” implicaba asumir la vergüenza de haber perdido dos de sus lenguas. Entonces, decidió escribir sobre lo cotidiano. “De repente, me dijeron que escribía como una persona en el exilio”. Fue entonces cuando Nick fue consciente de que sí influía en su forma de escribir. Y no sólo eso, sino del sentimiento de inferioridad que un escritor africano puede sentir en la diáspora: “Estar en el mundo occidental te hace sentir que no eres bastante. Me llevó mucho tiempo respetar mi propio trabajo como escritor”.
Warsam Shire, una joven poetisa de 25 años, nacida en Kenia, pero de familia somalí, aunque residente en Londres desde siempre, decía que cada vez que escribía estaba intentado volver a casa. No lo especificó, pero para ella, casa implicaba Somalia, donde, según contaba, todo el mundo es poeta y utiliza la poesía en casi todas las esferas sociales. “Sería incapaz de decir lo que quiero decir si no le añadiera somalí”. Decía también que desde sus poemas, con una carga muy fuerte feminista, heredada de su madre –aunque sólo se daría cuenta de lo feminista que era su madre bastante tarde-, intenta llenar la inseguridad e inestabilidad de su vida. Hablaba de la poesía como un arma curativa: “A mí me emociona muchísimo el hecho de asustarme porque significa que voy a escribir sobre algo que hasta entonces me daba miedo expresar”. Así, comparte esas experiencias con gente que han pasado por lo mismo en distintas partes del mundo. Su libro Teaching My Mother How to Give Birth, sobre la soledad, provocada por la hostilidad de un padre que no ama ni a su mujer ni a su hija, viene de un proverbio somalí que hace referencia a los jóvenes que se creen tan listos que hasta pueden enseñarle a la madre cómo dar a luz. En principio, es una crítica, pero Warsan hablaba de la posibilidad de aportarle nuevos significados. Para ella, el proverbio tiene un sentido positivo y es que, en realidad, su madre aprendió a ser madre a través de ella. Así, con una alta carga emocional y un tono tan íntimo como irónico, sus versos adquieren un carácter muy crítico. “Escribo desde lo personal, lo cual se convierte en político, pero no es intencional”, contaba durante la ronda de preguntas.
Fue en el homenaje al escritor nigeriano Chinua, en el panel sobre narrativas afropolitanas del siglo XXI donde se insistió en la oportunidad de identificación y reconocimiento que estos libros, escritos por africanos, suponían para el lector. Achebe, recientemente fallecido, ha sido bautizado como padre de la literatura africana y reconocido como la mayor fuente de inspiración. La editora Becky Nana, en un discurso que a algunos miembros de la audiencia les recordó a Mandela en versión femenina, afirmaba: “Como africanos, adoramos su trabajo porque escribía para nosotros, sobre nosotros. Achebe se empeñó en hacer escribir a los africanos sus propias historias. Quería que los africanos tomaran las riendas de su propio destino y para ello, que dejasen de subestimar el poder de la literatura”.
Tal vez el panel sobre afropolitanismo, un término que, según explicaba la bloguera y escritora Minna Salami, no implica un nuevo modo de ser africano o mestizo, sino una filosofía que tiene que ver con la identidad, intentaba reflexionar sobre el lugar de la literatura africana hoy. ¿Es una nueva forma de negritud o panafricanismo? Pero, como la propia Minna decía, ¿por qué el cosmopolitanismo se ha de asociar sólo al mundo occidental? Más dudas le causaba el término a la investigadora Emma Dabiri. Según ella, el afropolitanismo, como nueva voz africana que trasciende la raza y habla más bien de herencia africana, contrarresta el extendido afropesimismo predominante en los medios. Sin embargo, es un término problemático, asociado casi al ‘hipster’ africano. “Se siguen sin escuchar –declaraba Dabiri- los africanos no privilegiados, como si sólo existieran los que escriben desde la diáspora. A veces, se trata de un África sin africanos”.
Debido a la escasa historia de este término recién nacido, ‘afropolitanismo’, se trata aún de una zona gris, una zona nueva, que desde este festival se invitaba a investigar. En la literatura africana y el modo de investigarla académicamente, existen tantos matices como escritores e investigadores. Existen tantas diferencias como culturas. Son espejos grises, pero menos opacos, donde los lectores comienzan a sentir que tienen un sitio, invocado desde los versos, la prosa, las historias fantásticas y constituyendo así una nueva realidad que se asemeja más a la que han experimentado.
La jornada cerró con una interpretación del cuento épico de Sundiata, que contaba a los asistentes, entre melodías de kora, del griot Seckou Keita, y las voces de dos chicas (una de ellas, Sheila Ruiz, programadora de la RAS), conducidos por la narración del actor Denver Isaac, cómo Mali nació y se extendió hasta abarcar once países. Una jornada mágica que continúa ahora con las lecturas de los libros dedicados que los presentes se llevaron en sus manos.
Buenas!
Buscando sobre Afropolitanismo topé con este artículo. De lo poco que he aprendido hasta ahora sobre el término, es que no es nuevo como creo entender se dice en el artículo («Debido a la escasa historia de este término recién nacido»), ya que el intelectual camerunés Achille Mbembe comenzó a hablar de él allá por el 2005: http://www.africultures.com/php/?nav=article&no=4248.
Dejo también esta interesante reflexión de la irlandesa-nigeriana Emma Dabiri: http://africasacountry.com/why-im-not-an-afropolitan/.
Un abrazo.
Gracias por el comentario, Eva. La verdad es que lo de «recién nacido» es un poco subjetivo, ¿no? Desde 2005, la historia no es muy larga, ¿no te parece? En todo caso, lo cierto es que aquí todavía no ha llegado demasiado y que es un concepto que está en plena efervescencia, valorándose, repensándose, reformulándose…
Bueno, de hecho la reflexión de Emma Dabiri que mencionas (¡nos gusta!) pone de manifiesto ese terreno todavía confuso del Afropolitanismo, ¿no? (ella misma dice que cree que no se ha escrito demasiado). Al final lo importante es poder discutir y confrontar las opiniones. Los conceptos que no están claramente definidos son resbaladizos, pero ¡¡nos dan un juego tremendo!! ¿No crees?. Gracias por tus aportaciones, Eva.