De dragones, liebres, hienas y otros cuentos de Casamance
“Cuentan en la Baja Casamance que, cuando llueve sin parar durante varios días, es porque un dragón ha salido de su morada en el bosque y se dirige, sobrevolando los meandros del río Casamance, al océano”. Así comienza el texto con el que se abre El dragón que se comió el sol y otros cuentos de la Baja Casamance. Como no podía ser de otra manera, estas primeras líneas hacen las veces de prólogo pero empleando uno de los relatos populares de la región del sur de Senegal. Y no podía ser de otra manera porque en este volumen que propone la editorial Libros de las Malas Compañías, la escritora y editora Ana Cristina Herrero ha recogido algunas de las narraciones que se explican en las familias casamancesas, al calor de los fuegos o, al menos, del hogar.
Como en el resto de proyectos de la Serie Negra de Libros de las Malas Compañías, Ana Cristina Herreros reconoce la autoría colectiva de los relatos y, por eso, las ediciones se convierten en proyectos de cooperación que revierten en las comunidades. En este caso, la escritora y editora recogió cuentos populares después de una estancia en Oussouye, en esta localidad y en los pueblos de su entorno. El resultado de estas escuchas de las sesiones de narraciones es El dragón que se comió el sol, un álbum ilustrado por Daniel Tronero a través de un taller realizado con los niños del municipio.
El ejercicio de recopilación de estas narraciones resulta complicado, porque constituyen un género que no es fácil de clasificar en las librerías o en las bibliotecas. Hay una advertencia categórica. No son (solo) cuentos infantiles. “Si siempre les contamos cuentos para niños, ¿cómo se van a hacer adultos?”, explica Herreros que le comentaba una narrador casamancés. El público de estas narraciones cubre una audiencia más amplia, tanto para adultos como para niños y niñas, y cada uno de los grupos hace su propia lectura de la historia. En ningún momento, estos relatos dejan de transmitir enseñanzas, para el público infantil son un vehículo de algunas de las normas sociales y de los valores de la comunidad; para el público adulto, sin embargo, acostumbra a ser un divertimento en el que abundan los sobreentendidos y los dobles sentidos que hacen de las sesiones de relatos un auténtico espectáculo de risas insospechadas y miradas de complicidad.
En este caso, el texto inicial que acompaña la recopilación también deja claro el sentido del proyecto: “Tal ha sido nuestro objetivo: escuchar en su propio idioma a los que no figuran en los manuales de literatura, dar valor a su lengua y a sus historias, traducirlas para que sean accesibles al público en lengua castellana, la segunda más hablada en el mundo, y publicarla junto con las imágenes que han creado los mismos niños que nos han contado las historias”. Después de este texto se despliegan 32 cuentos en los que se van desgranando algunas de las enseñanzas fundamentales para vivir en comunidad, pero también historias que pueden resultar chocantes a las lectoras ajenas a las narraciones populares de las culturas que conviven en Senegal.
A pesar de que la dimensión pedagógica es solo uno de los aspectos de estos relatos, puede ser uno de los atractivos, además evidentemente de la diversidad que aportan al imaginario infantil. Entre las líneas de estos cuentos podemos encontrarnos valores fundamentales como la importancia de la generosidad y la trivialidad del aspecto físico:
“Un poco más tarde pasó otra joven, la tercera, que solo tenía un ojo. También a ella le pidió agua. Pero esta vez la chica, que era tuerta pero muy amable, le dio de beber”
El riesgo de los celos y de la envidia se pone de manifiesto cuando alguien intenta suplantar a alguien que ha recibido una recompensa a su buen hacer:
“Ella le contó que en el bosque se había encontrado con una Señora que le había dado el anillo. También le contó que le había dado tres huevos, de los que habían salido animales de granja, dos bueyes con sacos de oro y diamantes y un enorme palacio. La madrastra sintió miedo, pero los celos y la envidia fueron más fuertes que el miedo, y quiso que su hija tuviera la misma suerte”
O llaman simplemente a actuar para solucionar los problemas:
“-Ey, tú, chaval, ¿por qué corres?
Pero el niño siguió corriendo sin contestar. Cuando el labrador vio la serpiente detrás del niño, le dio con su kayandó en la cabeza y la mató. Y solo entonces el niño pudo detenerse y contestar:
-Me persigue… me perseguía una serpiente.
A veces es mejor dejar de preguntarse por las causas y hacer algo para que la situación pueda tener un fin”
Una constante en los cuentos de varias de las culturas que conviven en Senegal es el protagonismo de la liebre y la hiena de los relatos populares. Habitualmente las dos antagonistas muestran el triunfo de la astucia y la inteligencia sobre la fuerza y la ferocidad, aunque en algunas ocasiones esa victoria tiene un carácter brutal.
“Liebre, en cuanto vio que Hiena se alejaba por el camino de su casa, volvió a donde estaba la cabra, le echó una cuerda al cuello y se la llevó, muy contenta, a su casa. ¡Qué festín se iba a dar! Hiena, más rápida que el canguro, llegó en seguida a su casa. Había caído otra vez en la trampa de la liebre”
Es cierto que si los cuentos de El dragón que se comió el sol son interpretados como relatos infantiles es necesario el acompañamiento de un adulto que pueda ayudar a descifrar los códigos culturales diferentes y que requieren una cierta apertura mental para desentrañar tanto los escenarios como los símbolos.
A El dragón que se comió el sol le ha salido un hermano pequeño, Yimulimuli y el dragón y otros cuentos maravillosos de Senegal. Es una selección de los cuentos que aparecen en el volumen original, una selección pensada para ser trabajada en las escuelas porque incluye los relatos que mejor pueden ser entendidos por los y las niñas y que transmiten enseñanzas comprensibles. En este caso, se han escogido siete cuentos y se ha hecho una edición que permite que el libro sea más accesible. Las narraciones van precedidas de una breve introducción que muestra el valor del relato, como en el caso de La hija sirena. En este caso, el cuento incluye este brevísimo párrafo introductorio:
“Una mujer adopta una niña sirena. Solo podrá tenerla si la protege y no la pone en peligro. La niña sirena es un regalo: gracias a ella, el pueblo aprende que una madre no es solo quien alumbra a sus hijos sino también quien los cría y los cuida”
Yimulimuli y el dragón
inaugura además el proyecto Lee con África. Como ya se ha explicado, en estos volúmenes se reconoce la autoría colectiva de los relatos por lo que se intenta que una parte de los recursos generados por la comercialización de los libros repercuta en la comunidad. En este caso, por cada ejemplar de Yimulimuli comprado en España, la editorial Libros de las Malas Compañías se encarga de enviar otro a escuelas y bibliotecas senegalesas. Con la voluntad también de mostrar hasta qué punto el gusto por las historias y las narraciones nos une.