Desde África, en español
La literatura ecuatoguineana, la saharaui y la del norte de Marruecos y las obras de autores africanos de zonas que no han tenido la influencia colonial española pero que han optado por el español como lengua de expresión. Esas son las tres patas de lo que Inmaculada Díaz Narbona considera las literaturas hispanoafricanas, una realidad que para esta investigadora forman “un corpus heterogéneo, en su consolidación, producción y calidad, que requiere atención y difusión”. Y aunque esta atención, a menudo no llegue a los niveles merecidos, la verdad es que entre los autores que entran en la clasificación de Díaz Narbona hay algunos sobradamente conocidos (en entornos de interés por el continente africano, aunque todavía no para el gran público). Se refiere a personalidades como Donato Ndongo-Bidyogo, Agnès Agboton, Guillermina Mekuy, César Mba Abogo, Justo Bolekia Boleká, Inongo-vi-Makomè, entre otros.
Diaz Narbona coordina un trabajo coral en el que se aborda esta literatura hispanoafricana desde diversos puntos de vista. Se trata de Literaturas Hispanoafricanas: Realidades y contextos, editado por la Editorial Verbum. Y uno de los elementos que resulta más atractivo de este trabajo es su punto de partida, según la explicación de la propia autora. “La hipótesis de partida fue la de concebir la literatura como una herramienta utilizada para el conocimiento de sociedades ignoradas o sociedades marginales, como se las encasilla en otros ámbitos. La creación literaria se convierte así en una herramienta clara de conocimiento mutuo, de diálogo imprescindible en un momento histórico en el que la construcción de la nueva sociedad española se imponía”, explica la investigadora en la presentación del libro.
Entre sus páginas nos encontramos un abordaje diverso. Por un lado, algunas de las aportaciones optan por un criterio geográfico, como la poesía ecuatoguineana, los escritores amazighs en Cataluña, o la literatura saharaui; mientras que otras se atienen a criterios temáticos, la sexualidad y el erotismo en las escritoras africanas en español, la literatura ligada a las experiencias migratorias o la literatura de mujeres. Resulta imposible desgranar todos esos contenidos que hacen un repaso por manifestaciones completamente distintas que sólo tienen en común ese punto de partida que destacaba Díaz Narbona, utilizar el español, para presentar unas realidades sociales con las que existen nexos (a menudo históricos o culturales), pero que han sido intencionadamente invisibilizados.
Por eso, este trabajo, aunque no se plantee explícitamente en esos términos tiene algo de reivindicación, de llamada de atención y de exigencia de una atención merecida a un fenómeno habitualmente menospreciado. En este sentido, el propio Donato Ndongo reflexiona acerca de cómo se ha pasado de una práctica negación de la existencia de esta literatura hispanoafricana a un esfuerzo por su reconocimiento. El veterano intelectual es categórico en la construcción de esa esfera hispanoafricana (en lo que se refiere al idioma y los nexos históricos y culturales) cuando señala: “De esa herencia histórica, el norte de Marruecos, Sáhara Occidental y Guinea Ecuatorial adquirieron su peculiaridad: como antiguos ‘territorios españoles’, son parte integrante de la vasta geografía lingüística del idioma español, y deben ser, por derecho propio, partícipes del mundo cultural hispánico, amplio y plural, al que aportan su propia esencia”.
También resulta incuestionable la defensa de Ndongo en torno a la voluntad de mantener esta herencia a pesar de las voluntades de los gobiernos (tanto los españoles como los africanos): “Está sobradamente demostrado: no son los gobiernos, sino los pueblos, los dueños de una lengua. Son sus hablantes quienes la erradican o conservan, enriquecen, vivifican y transforman según sus gustos y necesidades, permitiendo su evolución y continuidad. Ni se puede suprimir por decreto, ni la crea el capricho de una élite. Desde esta experiencia, y desde estas convicciones, afirmamos con absoluta seguridad que será vano todo intento de borrar el español en África”.
Por experiencia propia, Ndongo anuncia la emergencia de toda esa esfera de obras escritas en español por autores que no necesariamente han nacido en territorio español y recuerda cómo los anglófonos, los francófonos o los lusófonos no tienen inconveniente en destacar las obras de autores de todas las razas y culturas, de todos los continentes para defender la grandeza de sus lenguas. “Habrá que asumirlo”, advierte, “la literatura en lengua española dejó de ser un territorio acotado, exclusivo y excluyente, de españoles y criollos latinoamericanos”. Y en esa ampliación del abanico incluye evidentemente a ecuatoguineanos, saharauis y marroquíes de tradición hispanohablante, pero también a autores africanos de otros entornos lingüísticos y, extendiendo esta voluntad inclusiva a filipinos, afro-latinoamericanos o “latinos” de Estados Unidos. “Solo así queda completo el atlas general de la amplia, variada y riquísima geografía literaria producida en esta lengua, que aporta a nuestro ámbito cultural formas narrativas y temáticas diversas, fruto de visiones y emociones variadas”, sentencia Ndongo.
El libro coordinado por Inmaculada Diaz Narbona ofrece, así una visión amplia de un fenómeno que existe, a pesar de todo, y que va en aumento. Además se trata de una realidad a la que no se puede perder de vista, porque si atendemos a lo ocurrido en otros entornos lingüísticos, de esta literatura hispanoafricana puede llegar una aportación renovadora al idioma y al imaginario en los próximos años, como ya hace tiempo que está ocurriendo con los autores del sud y centroamericanos. He aquí una puerta abierta a otras sociedades, pero también una nueva visión, con otros ojos, de la nuestra, que puede enseñarnos mucho.