Desvelando Angola y las migraciones
Kianda apenas era una niña cuando se produjo uno de los episodios más oscuros desde la independencia de Angola: una purga entre las autoridades que el 27 de mayo de 1977 acabó con la vida de un numero indeterminado de personas, entre ellos revolucionarios de pedigrí, algunos de los que realmente lucharon y construyeron la emancipación del país. El padre de Kianda fue uno de aquellos purgados.Kianda apenas era una niña cuando llegó a Londres y tuvo que pelear contra su historia y contra sí misma. La niña probó el sabor del desarraigo y después la necesidad de construir su propia identidad en un entrono adverso. Ella eligió deshacerse de su africanidad para reducir las ocasiones en la que le hacían sentirse la otra, la distinta.Kianda ya es mayor cuando empiezan a caerse los velos que su madre había puesto a su vida para protegerla. La mujer, una auténtica luchadora, en el lecho de muerte se decide a revelar a Kianda algunos de los secretos de sus orígenes que nunca había conocido.Kianda ya es mayor cuando supera el vértigo de la incertidumbre para dar una última alegría a su madre enferma: regresar temporalmente a Angola. En el país en el que empezó todo, la muchacha, ya convertida en una adulta con una personalidad muy compleja, se enfrenta a la realidad, en parte al pasado, pero también al presente e, incluso, al futuro.Kianda, como no podía ser de otra manera es la protagonista de El sueño eterno de Kianda, una novela publicada por Borja Monreal Gainza y que ha merecido el Premio de Novela Benito Pérez Armas. Más allá de ese reconocimiento, el trabajo de Monreal se ha ganado también la excepción de Wiriko que, habitualmente, no reseña los trabajos de autores españoles sobre el continente. Sin embargo, la novela de Borja Monreal, responde a las condiciones que impone el compromiso de Wiriko. El sueño eterno de Kianda no reproduce estereotipos reduccionistas sobre la realidad africana. Al contrario, se sumerge en un complejo acontecimiento histórico que la historia oficial ha obviado. La novela, tampoco utiliza el continente para relatar historias a más gloria del blanco salvador ni dibuja de manera zafia a los personas africanos. El sueño eterno de Kianda es pura historia y pura historia angoleña y sus personajes no son complejos, sino tremendamente complejos, pasa cuando un autor decide no hacer concesiones y se arriesga a dibujar la complejidad de la realidad, las contradicciones, las dudas, la parte fea de la vida, junto a los sueños, los anhelos y las esperanzas. De todo un poco y, sobre todo, mucha vida.
Monreal se plantea cuál es tema fundamental de la novela y lo más curioso es que no tiene respuesta, al menos, juega a no desvelarla. La historia fundamental es la de la construcción de Angola. O bien, la historia que sustenta este relato es la de Kianda, la de su búsqueda de la identidad, una historia de migraciones, diáspora y viajes de ida y vuelta, de desarraigo y de regreso al origen. Seguramente, la novela se apoya sobre los dos pilares y por eso es mucho más sólida que si lo hiciese sobre uno sólo.
De la misma manera, el autor ha construido su narración sobre horas de entrevistas y ha conseguido que algunos angoleños se asombre por el hecho de que el autor no sea uno de sus compatriotas. Este periodista, curtido en los caminos del continente negro, de la mano de la cooperación y el desarrollo reconoce que no escribe con vocación estética sino para remover conciencias. En El sueño eterno de Kianda el resultado es un relato que se sostiene por sí mismo y en el que el autor incluso se permite el lujo de establecer su propio hilo temporal, viaja de una manera aparentemente desorganizada entre 1961 y 2012, pasando por 1965, 1974 o 1977. Va y viene, una y otra vez, sin miramientos por el lector que sólo necesita un poco de fe para darse cuenta de que los saltos guardan una lógica precisa para perfilar cuidadosamente media docena de personajes fundamentales. Y en cuanto a su voluntad, en este caso se trata de ponerse en la piel del otro, de entender al migrante, al habitante de la diáspora, al que trata, por supervivencia, de reconstruirse.
Borja Monreal intenta que el lector se acerque a Angola y los angoleños y pretende a partir de ese episodio poner de manifiesto una constante de las historias de muchos países africanos, pero también del norte global, el carácter efímero de la utopía: lo poco que duran las ilusiones.