El episodio final de una heroína himba por la convivencia
nos ha traído el desenlace de la aventura futurista y espacial de la joven himba Binti, el fantástico relato que se enmarca en el conflicto entre los khoush y las medusas y que a través de la ciencia ficción nos transmite un relato cargado de valores y de enseñanzas. Pura pedagogía empaquetada en una historia fascinante, trepidante y, sobre todo, sorprendente. Binti. La Mascarada Noctura es el título completo de esta entrega final que llega como los episodios anteriores de la mano de la editorial Crononauta y de la misma manera que el resto de la saga traducida con mimo por Carla Bataller Estruch.
A estas alturas, la habilidades Nnedi Okorafor son incuestionables. En poco tiempo se ha convertido en el baluarte de la literatura fantástica y de ciencia ficción africana. Lo ha hecho con el reconocimiento generalizado que se ha plasmado en sus éxitos editoriales, por un lado, en un género tan minorizado, a menudo, como el que ella cultiva; pero también los premios que sus novelas han conseguido. Pero lo ha hecho, igualmente, con los encargos que la propia industria le ha hecho, colocando a la autora en la amplia estela que dejó tras de sí el sonado lanzamiento de Black Panther. Y, finalmente, ella misma ha afianzado su figura dando un paso al frente y lanzándose a polemizar sobre algunos conceptos con unas interesantes propuestas, como la de esa revisión de la manida etiqueta del afrofuturismo, para convertirla en lo que ella ha bautizado africanfuturism o africanjujuism.
En ese marco llega la aventura final de Binti, aquella joven himba que desafió las convenciones de su sociedad para embarcarse en un viaje espacial a la Oomza Uni, el gran centro del saber planetario donde acude e imparten enseñanzas habitantes de todos los confines del universo. Sin esperarlo se vio envuelta en uno de los episodios más sanguinarios del conflicto que enfrenta a khoush y medusas. De manera, aparentemente milagrosa Binti salvo la vida en aquella carnicería del transporte espacial Pez tercero. En la segunda entrega de la trilogía, la joven protagonista himba decidió regresar al desierto junto a su compañera la medusa Okwu con la que le unen unos vínculos tan firmes como contradictorios. Intentaba de forma, quizá inconsciente, recibir la aprobación de su familia, compartir sus excepcionales experiencias y buscar su propia identidad.
El desenlace de la saga, se ha hecho esperar, pero retoma el relato en el punto en el que lo dejaba la segunda entrega. Sin ánimo de desvelar los giros imprevistos con los que Okorafor va desplegando la historia, se puede decir que la compleja identidad de Binti no hace sino completarse aún más en esta parte de la narración, igual que los denodados esfuerzos de la joven heroína por reconstruir la convivencia planetaria.
“- Te esfuerzas demasiado en serlo todo, en complacer a todo el mundo. A los himba, a las medusas, a los enyi zinariya, al embajador khoush. No puedes. Eres una armonizadora. Traemos paz porque somo estables, sencillos, claros. ¿Qué has traído tú desde que regresaste a la Tierra, Binti?”.
Sin proponérselo la tímida armonizadora himba ha recibido una especie de misión trascendental que no le resultará fácil cumplir. El relato de Okorafor va zambulléndose en el dramatismo de la pérdida y la violencia y erigiéndose en el heroísmo de una Binti que en su camino va encontrando los discretos escuderos perfectos para su misión. Parece que la escritora se divierte colocando obstáculos a la protagonista, viéndole acercarse al éxito y a una merecida tranquilidad y volviendo a interponerle nuevos retos que se erigen como muros insalvables.
En esta tercera entrega se hace evidente definitivamente que Nnedi Okorafor ha construido un estilo sólido que atraviesa la trilogía, pero que cruza también algunas de las novelas que se han intercalado entre las tres entregas como ese Quien teme a la muerte (que nos trajo Crononauta en castellano y Raig verd en catalán). Es inevitable ver cómo se afianzan los valores que la escritora trasmite y hasta qué punto ha hecho del relato de ciencia ficción una metáfora de un mundo mucho más próximo en algunas ocasiones que ese remoto planeta Oomza Uni o de los anillos de Saturno a los que en esta ocasión llega el viaje de Binti.
La convivencia y la identidad parecen ser dos de las principales preocupaciones de la escritora.
“Creías que éramos salvajes. Te criaron para que lo creyeras, aunque tu propio padre sea uno de nosotros. Y sabes por qué. Estoy aquí, contándote cómo descubrí que era un armonizador, y estás tan enredada entre tus mentiras que prefieres quedarte pensando si soy un espíritu antes que cuestionarte lo que te han enseñado”.
Okorafor, en todo caso, no renuncia a poner cuñas feministas en las que ridiculiza cualquier intento de racionalizar la discriminación.
“- La niña es imbécil – dijo Pillaunbuensitio -. Kande es una de esas chicas que seguirían a un león con una sonrisa bonita, aunque las matara.
Todos los hombres del grupo rieron y asintieron.
– No, no pondremos a la comunidad en manos de una chica. ¿Cómo nos verían los demás?
– Pero acudieron a ella primero – dijo un hombre alto, con las piernas largas cruzadas -. Y, seamos sinceros, si esas cosas se hubieran acercado a uno de nosotros, ¿qué habríamos hecho? ¿Huir? ¿Desmayarnos? ¿Intentar dispararles? No sé cómo, pero la chica ha aprendido a hablar con ellos y se ha ganado su confianza.”
De hecho Binti es una evidente heroína, sobre la que acaba recayendo la responsabilidad de la supervivencia de su pueblo, que puede ser “la hierba aplastada” por la pelea de dos elefantes, pero también del resto del universo cuando dos especies tan irracionales como despiadadas están dispuestas a destruirlo todo para matarse entre sí. Y para hacer frente a una misión que no ha elegido, no necesita a ningún salvador, es más quienes se unen a ella lo hacen en un segundo plano. Y así, Binti forma un abigarrado equipo de rescate de la humanidad.
“Allí la gente nos miraba desde las puertas, las ventanas e incluso salían de su casa para mirarme a mí, “la que ha abandonado a su gente”, o a Okwu, una “medusa violenta”, o a Mwinyi, “un salvaje del desierto”.
Binti representa la identidad diversa, el reconocimiento (aunque complicado y doloroso) de que la humanidad se ha construido sobre la base de las mezclas, en muchos casos, de las aportaciones incluso de los más irreconciliables enemigos. Así es como Binti, en sí misma es un símbolo. De la misma manera que a pesar de que algunos ignorantes ven en ella la causa de los problemas e, incluso, ella llega a dudar sobre esa cuestión, en su identidad diversa reside la única posibilidad de superar esos conflictos fatales.
“-Porque los himba no expulsan a los suyos fuera. Vamos dentro. Protegemos lo que es nuestro acogiéndolo. Incluso cuando el linaje de alguien está… muerto. (…) Me fui porque quería más. No abandoné a mi familia, mi gente o mi cultura. Quería añadir más a todo eso. (…) Okwu es mi amiga… Sí, vale, mi compañera. Pero también quería enseñarle mi hogar. Supongo que quería abrir las cosas aquí también. Armonizar a los khoush, las medusas y los himba. -Hice un gesto hacia Mwinyi -. Y ahora, además, a los enyi zinariya. -Me giré de nuevo hacia el fuego -. Por eso convoqué esta reunión. Ha habido miedo y muerte y destrucción, pero ahora quiero extraer armonía de todo eso”.
De la misma manera, Okorafor continúa hundiendo las raíces de su narrativa en las fuentes de la tradición. El carácter africano no es solo un apunte de color o un escenario vacío. La escritora tiene la voluntad de que la ficción que construye se apoye sobre los universos espirituales y los imaginarios sociales de algunas de las culturas africanas a las que se acerca o de las que se ha nutrido. En este caso, la figura de la “mascarada nocturna” que da subtitulo a la última entrega es el gesto más evidente (pero no el único, ni siquiera el más importante desde el punto de vista narrativo) hacia estas culturas.
“La Mascarada Nocturna. De nuevo. ¡Y esta vez durante le día! Y ahora la veía mucho más cerca que en la primera ocasión, en mi habitación hacía unos días, antes de que mi habitación fuera reducida a cenizas. Parecía más alta, de la misma altura que mi padre. El cuerpo de rafia crujió y chasqueo cuando la mascarada alzó un brazo para señalarme con su largo dedo como un palo retorcido. La boca de la máscara de madera estaba llena de dientes amarillentos”.
Definitivamente, Binti, en su conjunto esconde una cantidad innumerable de pequeños símbolos, de interpretaciones, de guiños, de gestos y de mensajes que se pueden ir descifrando poco a poco, con una lectura tranquila. Pero es también una historia apasionante que conduce un relato intenso, tan lleno de heroísmo, de violencia y de acción, como de dudas, de reflexiones y de humanidad.
Recomendación final: leer si prisa, con mucha atención y disfrutar.