El viaje hacia el último refugio
En La expedición al baobab de Wilma Stockenström hay un poco de reflexión sobre la adaptación a las condiciones más adversas, otro poco de los obstáculos a los que se enfrentan las mujeres, una pizca más de la herida de las maternidades arrancadas, bastante sobre lo mejor y lo peor de la condición humana, hay lujo y mediocridad, hay naturaleza (es más, hay mucha defensa de la naturaleza) y hay aventura (o más bien sed de aventura) y, sobre todo, hay un recorrido inconsciente hacia una libertad desconocida e inalcanzable. La traducción al castellano de Lorenzo Luengo de esta rareza de la literatura sudafricana nos llega de la mano de Siruela, mientras que la editorial Quaderns Crema nos trae la versión en catalán mediante la traducción de Dolors Udina.
La expedición al baobab es un monólogo desesperado, el delirio o el legado, según cómo se mire, de una mujer que se debate entre aferrarse a la vida buscando un acomodo a un entorno en el que, por primera vez tiene capacidad para decidir; o dejarse caer por el precipicio ante un recorrido que se ha obstinado en ponerle obstáculos inhumanamente elevados. No se puede decir que la lectura de esta breve novela (o este cuento largo) sea sencilla. La escritora sudafricana, que se desempeñó inicialmente como poetisa, confiere a la protagonista un lenguaje cultísimo cargado de arcaísmos que ayudan a construir la atmósfera lírica del relato. Al mismo tiempo, el delirio en el que se convierte en algunos momentos el monólogo interior de la narradora rompe con la linealidad del relato, pero no solo cronológica. Es cierto que en algunos momentos se confunden diferentes etapas de la vida de la protagonista rescatadas de sus recuerdos, pero también desdibuja la línea entre la realidad y la ensoñación. Y por último, la propia voz del relato que repasa su vida, pero no contándola sino pensándola de manera desordenada, obliga a hacer un esfuerzo para ir abriéndose paso entre la reflexión que en algunos casos es brumosa y de pronto consigue abrirse paso a un espacio luminoso.
Sin ninguna duda, los elogios que el nobel de literatura sudafricano, J.M. Coetzee, ha hecho de La expedición al baobab ha ayudado a que la obra sea considerado como un clásico contemporáneo de las letras del país de África austral. Tal fue el impacto que causo el relato en Coetzee que él mismo firmó la traducción al inglés de este relato que Stockenström escribió y publicó en 1981 originalmente en afrikaans.
Una mujer repasa su turbulenta existencia desde el último de sus refugios, el hueco de un baobab en medio de una naturaleza exuberante. Poco a poco, la mujer va desvelando el tumultuoso recorrido de su vida, desde que fue secuestrada por los traficantes de esclavos hasta ese inusual cobijo en las entrañas del árbol y en una soledad marcada, paradójicamente, por un entorno lleno de vida y de vidas.
La protagonista va relatando cómo fue pasando de un amo a otro para ir dibujando el camino insospechado que le llevó hasta el destino desde el que habla. En su experiencia de cautiverio desgrana los abusos sexuales y el trabajo doméstico, las condiciones de vida de las esclavas y los eunucos, pero también los procesos mentales de esa privación de libertad. Recurrentemente, Stockenström lleva a la narradora a explorar la experiencia de una madre sin hijos, una mujer que ha gestado y ha parido pero a quien le han sido arrebatados uno tras otro sus bebés. Esa reflexión se mueve desde una extraña frialdad marcada por la necesidad de sobrevivir hasta la búsqueda constante de esos hijos robados.
La protagonista va cambiando, a medida que cambia de amo, de ambiente, hasta llegar a ser la esclava del hombre más poderosos de la ciudad en la que vive, un rico comerciante que se divierte compartiendo su casa con todo tipo de viajeros. En ese ambiente, la mujer encontrará a un extranjero del que se enamora obsesivamente y al que, en un aparente golpe de suerte, acaba “perteneciendo”. Resulta curioso en el relato de la narradora observar los lazos que establece con los hombres que en realidad están perpetuando su cautiverio y como van desde el asco hasta el amor, pasando por una especie de simpatía maternal.
También poco a poco, la protagonista va desvelando el viaje y los infortunios que le condujeron al refugio en el que ha encontrado una cierta paz. El vientre de ese baobab que parece albergar, por primera su espacio de libertad. Sin embargo, el relato va escondiendo diferentes recovecos que hace que el lector se tenga que preguntar constantemente la interpretación de algunos episodios narrados previamente. Sin ánimo de destripar toda la trama de la historia sí que se puede avanzar que las cosas no son como parecen y que en este infortunado viaje, a la protagonista se le resiste constantemente la conquista de la libertad. Incluso cuando sus amos le conducen al desamparo, le resulta imposible acceder a una vida en la que ella decida por sí mismo su destino.
La expedición al baobab es un relato complicado y lleno de contradicciones, ofrece reflexiones insospechadas y obliga a replantearse algunas ideas preconcebidas, al mismo tiempo que esconde pequeñas sorpresas narrativas y que construye un particular ambiente forjado a golpe de lirismo y sueño.