¡Esto es África!…, de mil colores
Debe ser extremadamente complicado construir una pasarela infantil hacia África, desbrozar el camino bloqueado por la maleza de los prejuicios falsos y deformados que los adultos transmitimos a los y las niñas. Apenas saben dónde está África y su imaginario ya está cargado de connotaciones negativas. En este caso, el desconocimiento de los más pequeños empieza a diluirse, habitualmente, con las primeras referencias que los adultos les aportan desde un lugar todavía oscuro en el que confluyen la ignorancia, el desinterés y siglos de estereotipos (mal)intencionados. Debe ser extremadamente difícil hacer el contrapeso de esa enorme carga… y ¡Esto es África! País a país, el libro escrito por Atinuke e ilustrado por Mouni Feddag y traducido en la versión española por Raquel García, lo intenta. El trabajo, publicado por GeoPlaneta Kids es tan ingente que las críticas se hacen complicadas.
Atinuke es una prolífica autora de literatura infantil. Nacida en Nigeria, pero crecida en el Reino Unido, ella misma explica que sus relatos tratan de completar la poca información que los niños tiene sobre las realidades africanas. La propia autora se encontró, siendo niña, con el resultado de esa ignorancia. De ahí nació su primer personaje: Anna Hibiscus. En ¡Esto es África! País a país se ha enfrentado a su primer libro de no ficción en el que en una sola página, en muchas ocasiones no más de tres párrafos, ofrece un pincelada de cada uno de los 55 países del continente. Las descripciones, por separado, pueden parecer simples, superficiales y hasta caricaturescas. Sin embargo, el valor del libro está en la imagen completa, en el conjunto que forman todas esas pinceladas, en el lenguaje que utiliza y en algunas de las piezas con las que compone el puzzle de ese continente que acaba apareciendo ante los ojos inocentes del lector como diverso, dinámico, lleno de vida y tan reconocible como cualquier otro lugar que conozca de primera mano.
Unas y otras descripciones se complementan, y si bien unas buscan despertar la fascinación otras claramente pretenden romper estereotipos. Sin lugar a dudas, Atinuke pretende ganarse a esas lectoras inocentes para la causa de una visión renovada del continente africano. Si la página dedicada a Madagascar se llena, casi exclusivamente de animales, igual que la de Gabón; la descripción de Nigeria se para fundamentalmente en el carácter de megaciudad de Lagos, de la misma manera que se destaca el carácter cosmopolita de Nairobi en la explicación sobre Kenia; en el relato sobre Chad se destaca la enorme diversidad lingüística del país; mientras que para la narración, Senegal es todo música, en Togo destacan las comidas, en la República Centroafricana las mariposas o en la República de Congo la figura fabulosa de Mokele-Mbembe, el monstruo del lago Tele; y en Somalia hay piratas, sí, pero también muchos poetas.
Ese es otro de los valores, a pesar de la superficialidad de la mayor parte de las descripciones, muchas que las pinceladas que va dibujando Atinuke son ligeras referencias a un contexto imprescindible para entender las complejas realidades africanas. El caso de Somalia es evidente:
“A los somalíes les encanta la poesía. La recitaban pastoreando a sus rebaños y pescando en el océano hasta que llegaron la guerra, la sequía, el hambre y las grandes traineras extranjeras que se llevaban todos los peces. Hoy, algunos de esos pastores y pescadores son piratas y atacan a grandes cargueros a bordo de lanchas motoras. Pero los auténticos héroes de la nación son los poetas somalíes, que siguen creando poesía”.
Algo similar ocurre cuando se apunta el nacimiento de Liberia:
“Durante siglos, los africanos fueron secuestrados por europeos y enviados a trabajar como esclavos a América, Europa y el Caribe”.
Los textos no son complacientes, más allá del lenguaje adaptado a los más pequeños, la autora no dulcifica las historias que cuenta por ejemplo cuando dice que “el Gobierno marroquí invadió el Sahara Occidental en 1975 diciendo que pertenecía a Marruecos, y los saharauis han luchado hoy contra esto para tener su propio gobierno”. Cuando recuerda que “en Mauritania todavía existe la esclavitud. Se compra y se vende a la gente como si fueran animales”. O cuando apunta los motivos de algunas migraciones, como las de Chad: “Chad lleva el nombre de su lago más grande, el lago Chad. Hace mil años era el lago más grande del mundo. Hoy es más pequeño y se encoge a causa del cambio climático”.
En esa misma línea, Atinuke planta en sus textos algunas semillas sobre las causas de los problemas que en el futuro deberían hacer reflexionar a las lectoras cuando vuelvan a escuchar el nombre de un país. Por ejemplo, en el caso de la República Democrática del Congo, deja caer que “hay enormes minas de casiterita y coltán. Sin estos minerales, no tendríamos teléfonos móviles ni ordenadores portátiles”. O también cuando habla de Gabón y afirma que “los cazadores furtivos solo matan animales por dinero: si la gente dejara de comprar marfil, ellos dejarían de matar elefantes”.
Además de esa diversidad, ¡Esto es África! País a país pretende transmitir una imagen de modernidad del continente africano sin aplastar la atractiva referencia a la riqueza natural. En la descripción de Gabón la ilustración complementa el texto sobre los animales con un dibujo en el que se ve una ciudad de rascacielos. Igual de urbano es el texto sobre Nigeria. Sobre Camerún, recuerda que “hay niños que van al colegio en coche con sus padres y juegan a la consola en coche” y que “no importa lo difícil que sea, en Camerún todos los niños y niñas quieren ir al cole y estudiar para ser mecánicos, abogados, médicos, científicos o maestros”. En Kenia, de la misma manera, “en las abarrotadas calles de la capital, Nairobi, un montón de gente de origen africano, indio, chino, árabe y europeo entra y sale de centros comerciales y autobuses coloridos, hablando por el móvil o haciendo operaciones bancarias en internet”. No en vano, los dibujos escogidos para la portada de este volumen incluyen muchos animales e, incluso, máscaras, pero también siluetas urbanas, ordenadores y pasarelas de moda.
De hecho, las ilustraciones de Mouni Feddag complementan de maravilla los textos para transmitir el mensaje que lanza el libro. Los dibujos estilizados y de colores vivos tan característicos de Feddag hacen el volumen sutil y atractivo para los más pequeños.
Algunos pequeños detalles terminan de redondear este trabajo. Además de los 55 países, Atinuke ha escrito tres textos extra uno sobre “Religiones africanas”, otro de “Peinados africanos” y uno más titulado “¡Viva el fútbol!”, junto a una página de introducción a cada una de las cinco regiones (África del Sur, Oriental, Occidental, Central y Norte de África) en las que se dice “bienvenido” en una treintena de lenguas africanas. Eso sin contar una última página “Para saber más…” que ofrece fuentes para ampliar la información de manera sencilla sobre datos, lenguas, música, geografía, fauna, dibujos animados o literatura. Evidentemente, la guinda de este libro la pone el delicioso prólogo firmado por Xavier Aldekoa que seguramente hace el mejor resumen de lo que supone esta publicación: “Es una maravillosa ventana abierta hacia una tierra llena de matices”.
Para terminar con las sorpresas, resulta suficientemente revelador que la autora de un libro infantil como este haya decidido dedicarlo a Thomas Sankara “revolucionario africano, que sabía que ‘las mujeres sujetan la otra mitad del cielo’” y al que dibuja como “un gran presidente” que una vez dijo: “Debemos elegir entre champán para unos pocos o agua potable para todos”. De nuevo, Aldekoa tiene las palabras justas en su prólogo: “Este es un libro sobre la África de verdad. Por eso hay mil colores”.