Kafka en Lagos
Resulta que aquel ya lejano Africa39, la antología de los 40 mejores escritores africanos de menos de 40 años publicada en 2014, no deja de ser una fuente inagotable de propuestas literarias. Con la perspectiva de los años, ha quedado claro que Binyavanga Wainaina, que coordinó aquella recopilación, hizo un buen trabajo. En realidad, eso y que la oferta de grandes narradores es tan ingente que no es difícil encontrar propuestas fascinantes. De pronto nos topamos con Blackass, la primera novela de uno de aquellos jóvenes destacados, el nigeriano A. Igoni Barrett.
Barrett se había especializado en los relatos cortos y había publicado dos colecciones de historias de este género, en 2005 y en 2013, e incluso, había ganado el concurso de relatos cortos del BBC World Service hace una década y en 2014 fue seleccionado para Africa39. Como muchos de sus compañeros de antología, después de esa aparición, llegó la primera novela, a sus 36 años, después de una década de publicaciones.
Es inevitable pensar en Kafka al ver la historia de Blackass y de hecho los críticos occidentales que han hablado sobre ella, a menudo han recurrido a esta imagen. Y el regusto salta a la vista. Furo Wariboko se acuesta como un nigeriano normal y corriente, pero se despierta al día siguiente como un hombre blanco, que sin embargo, mantiene un extraño atributo, su culo continúa siendo negro. Es evidente que la voluntad de Barret es tensar al máximo la cuerda, Furo no sólo se ha convertido en un hombre blanco, es un pelirrojo obligado a deambular por las calles de Lagos para asistir a una entrevista de trabajo.
Con esta línea argumental, Barrett transmite toda una serie de ideas sobreentendidas relacionadas con la convivencia, con la identidad o con la vida en una ciudad de unas dimensiones como las de Lagos. Pero también proyecta, una historia en la que explícitamente pone de manifiesto todas las contradicciones de esa misma ciudad y de la sociedad nigeriana. El Furo devenido blanco es observado con desdén en su propio barrio, el de la periferia de la ciudad, el de las clases populares. Sin embargo, esa misma tez pálida le aúpa automáticamente a un puesto de trabajo que está muy por encima de sus capacidades.
La ironía y la sátira de Barrett marca sin ninguna duda la historia. Seguramente no es casualidad que otro de los personajes claves de la novela sea un escritor llamado Igoni (¿se entiende el sentido del humor?) que es quién está a punto de echar por tierra la nueva vida que se abre ante el nuevo aspecto reblanquecido de Furo. Este personaje, el de Igoni, acaba sufriendo también un cambio de identidad, en su caso, un cambio de sexo.
En todo caso, el también escritor nigeriano Jelon Habila ha escrito de la primera novela de Barret que en un momento dado se convierte en una “comedia costumbres” y del autor que tiene una gran capacidad para “satirizar a los personajes hasta hacer caracteres ridículos”.
Algunos de los críticos han considerado que Barrett se había puesto unos objetivos excesivamente ambiciosos que no pueden agotarse en la extensión de la novela, lo que hace que algunas propuestas atractivas queden simplemente apuntadas. Consideran que el escritor mezcla demasiados escenarios, demasiados personajes, demasiados enredos en esa voluntad de generar situaciones que pongan al descubierto todas esas contradicciones y esa realidad poliédrica. Sin embargo, incluso cuando los críticos establecen estas pequeñas fallas en la narración, lo siguiente es decir que el autor presenta una prometedora proyección de futuro. Así es que probablemente el nombre de A. Igoni Barrett vuelva a aparecer en esa constelación de escritores y escritoras nigerianas que están construyendo propuestas capaces de superar los obstáculos de la industria editorial, mezclando géneros, objetivos y enfoques como nunca antes se había hecho.