Las historias migrantes
Vemos las imágenes de los salvamentos y los naufragios en el Mediterráneo, los barcos atestados de migrantes africanos y nos conmovemos. Escuchamos las cifras sin rostro de las víctimas o de los solicitantes de asilo tratados como apestados y nos indignamos. Pero habitualmente nos faltan las historias. En algunas ocasiones, muy de vez en cuando, los medios ponen nombre y vida a esas imágenes y esos números, pero la mayor parte de las veces nadie nos explica lo que hay detrás de ese viaje. Afortunadamente hay algunos casos, de protagonistas que han tenido la idea y la oportunidad de ponerse delante del ordenador y escribir lo que pasa dentro de esa foto. El senegalés Mamadou Dia y el gambiano Kalilu Jammeh, son dos de los principales representantes de una nueva, discreta y reducida generación de jóvenes escritores que nos han explicado su experiencia de la migración desde el continente africano, en una sobrecogedora primera persona.
No ahondaremos más en el hecho de que el viaje es un elemento fundamental en la configuración de las sociedades africanas, ni en que es una constante en la historia del continente, porque la voluntad es ajustar mucho el foco, cerrar el cuadro al máximo. Tampoco hablaremos de otros africanos instalados en España que se han hecho un hueco en el ámbito literario como Donato Ndongo, Indongo-Vi-Makomé, Justo Bolekia o Agnes Agboton, que también en algunos momentos han compartido con nosotros sus experiencias migratorias en primera persona. Ni tampoco de algunas experiencias híbridas, como la del antropólogo catalán, Jordi Tomàs, y el pescador senegalés recientemente fallecido, Patrick Lambal, que en El pescador que quería viajar al país de los blancos nos explicaron la experiencia de los tres viajes que Lambal ha hecho desde las costas senegalesas hasta las canarias en piragua.
Las historias de Dia y Jammeh son otra cosa, pero con muchos elementos en común, tantos que el paralelismo no es descabellado. Mamadou Dia es un joven senegalés que después de llegar a Murcia firmó 3052. Persiguiendo un sueño. En su relato, Dia explica con un estilo particular su periplo desde Dakar a Murcia (esos 3.052 kilómetros del título), el viaje en cayuco, el centro de internamiento, la llegada la península y el descubrimiento de un mundo muy diferente al que había pensado en sus años como inmigrante en situación irregular. A través de textos fragmentarios que transmiten sensaciones y experiencias puntuales, el joven senegalés hace especial hincapié en la dureza del trayecto, pero también el descubrimiento de una Europa que no es como la de la televisión, la de la pobreza y el paro, la de la Ley de Extranjería y la discriminación. Mamadou Dia pensaba que cuando llegó a las costas de la Gomera todo había terminado, había llegado a su destino. Pero descubrió que el viaje no había hecho más que comenzar y eso es lo transmite en 3052. Persiguiendo un sueño.
Partiendo de la base de que cada historia migratoria es particular e incomparable. El relato de Kalilu Jammeh tiene algunos elementos en común. El gambiano, sin embargo, ofrece en El viaje de Kalilu un relato brutalmente realista en el que destacan datos como los muertos que el joven vio caer por el camino. Concretamente, asegura que asistió a seis funerales en un viaje en el cruzó varias veces el desierto del Sahara y fue deportado por las policías de dos países diferentes, es decir, volvió a empezar en tres ocasiones, hasta llegar por mar a las Islas Canarias.
Uno de los subtítulos del libro, “cuando llegar al paraíso es un infierno”, hace honor a lo que el joven migrante vierte en las páginas. Su descripción sin adornos nos coloca a las puertas del horror. Pero más allá de colocarnos delante de una realidad prácticamente imposible de digerir y ante la que preferimos mirar hacia otro lado, la historia de Jammeh no acerca a la psicología del migrante. ¿Qué le mueve? ¿Qué le motiva? ¿Qué le da fuerzas en los peores momentos? Son algunas de las preguntas sobre las que la historia nos da pistas, evidentemente, sin poder llegar a agotar las respuestas.
Estos dos ejemplos, son la muestra de un fenómeno que en otros países se ha producido hace años, pero evidentemente para nosotros es aún relativamente novedoso. Por otro lado, estos dos ejemplos son dos herramientas que nos permiten acercarnos un poco más a la humanidad que hay dentro de las imágenes escalofriantes del Mediterráneo, pero también a la del joven que recoge chatarra en los contendores de nuestras ciudades o del que asiste a las clases de idiomas para fraguarse un futuro.
NOTA: Este artículo se ha publicado originalmente en el blog de la organización Voces