La literatura árabe contemporánea destapa el tabú del racismo
Un arma de doble filo de los conflictos entre África del Norte y África subsahariana
La historia del continente africano se caracteriza por ser una de constantes flujos migratorios. Antes de la desertificación del Sáhara, las fronteras no habían sido un problema para las distintas sociedades que se trasladaban; sin embargo, hoy en día el desierto funciona a modo de barrera entre el norte y las regiones subsaharianas. Decir que existen numerosas diferencias entre los dos polos es una explicación simplista que reduce la complejidad del asunto. Lo cierto es que esta separación geográfica es, a veces, una justificación de los países del Norte que tienden a desligarse del resto del continente, prefiriendo estrechar lazos con Europa y con Oriente Medio.
Esta desconexión atiende a cuestiones raciales históricas que se remontan al periodo de esclavitud, momento a partir del cual ser negro se convirtió en una categoría inferior. Asimismo, la colonización europea se encargó de ahondar aún más las diferencias entre blancos y negros. Pero las nociones racistas que impregnan actualmente el Norte de África no sólo son una continuación de lógicas pasadas, ya que estas se han reforzado con las dinámicas de los últimos tiempos. Las medidas políticas adoptadas por Europa en materia de migración han seguido profundizando la brecha entre el Norte y el Sur del continente al llegar a acuerdos con países como Marruecos para que pongan freno a las personas migrantes africanas que se dirigen hacia Occidente (léase «La historia del acuerdo de devolución de migrantes a Marruecos que Pedro Sánchez ha sacado del cajón» o «Marruecos, la Unión Europea y el dilema migratorio»).
Otro ejemplo de cómo los compromisos entre Europa y África del Norte deshumanizan a los africanos es el actual comercio esclavista en Libia, país en el que se han externalizado las fronteras Norte-Sur. Sobre el papel, Libia se responsabiliza de parar los flujos migratorios hacia Europa, pero cómo se tratan o qué ocurre con esas personas que son retenidas no ocupa ni la agenda ni la consciencia de los gobiernos. El vacío legal existente crea un contexto de desprotección que ha servido como caldo de cultivo para el resurgimiento de un sistema de explotación que no contempla los derechos humanos. De esta manera, se contemplan a los países árabes de África septentrional como distintos a los del África negra, estableciendo una jerarquía en la que las sociedades negras siguen ocupando el escalón más bajo.
Por lo tanto, no es de extrañar que estas fronteras tanto físicas como morales hayan puesto sobre la mesa la identidad como uno de los principales temas de debate en las reflexiones africanas. El racismo antinegro, presente en el funcionamiento político y económico de África del Norte, es un tabú del que muy pocas personas hablan, pero cada vez son más los actores que rompen el silencio.
¿Cómo refleja esta situación la literatura del Norte de África?
En este caso, la literatura ha servido como instrumento para la proyección de esas voces. El mes de marzo se celebró en Túnez el Foro de la Novela Árabe, el cual se centró en el racismo. De acuerdo con The Arab Weekly, autores árabes contemporáneos acudieron al evento, mostrándose simpatizantes con la causa y expresando su preocupación y compromiso por el tema.
El periodista y escritor eritreo Haji Jaber (1976) fue uno de los asistentes. Su obra más reciente, Black Foam (2018), ha sido nominada para el Premio Árabe de Ficción (IPAF) 2019. La novela cuenta la historia de Dawit, un etíope que parte hacia Israel en busca de una vida mejor, pero una vez que llega a su destino tiene que enfrentarse al racismo al que están sometidos los migrantes negros. El autor utiliza la literatura para reflejar la realidad de las sociedades subsaharianas en el norte del continente, lugar en el que parece no haber sitio para ellos. En una entrevista reciente para el ArabLit, Jaber expresa que sus historias locales pretenden alcanzar un público internacional, por lo que la idea es que su proyecto como escritor, enfocado a dar luz a las realidades que se viven en y desde el cuerno de África, no se quede en un contexto regional.
La kuwaití Mona Kareem (1987), autora de tres colecciones de poemas e investigadora, también acudió al foro pero tiene otra postura al respecto. En su artículo reciente ‘Arabic literature and the African other’, publicado en el prestigioso medio anglófono Africa is a Country, Kareem critica los estereotipos de los que se valen las últimas publicaciones de la literatura árabe. Según la mirada de la autora, el desconocimiento de las sociedades subsaharianas ha hecho que estas se perciban como el Otro. Por lo tanto, la literatura pone de manifiesto que la desconexión del Norte tiene como consecuencia que la ignorancia acerca del Otro se traduce en la prevalencia de cánones erróneos que hacen muy poco por acabar con el racismo.
Y es que los argumentos narrativos parten de la base de que los países africanos (que no los árabes del Norte) son lugares inhóspitos, caracterizados por la suciedad, la pobreza y la delincuencia entre otros. Esta visión afropesimista — término que fue acuñado a finales del siglo XX por autores africanos para referirse a la percepción negativa del continente que atribuye la responsabilidad de la incapacidad de progreso a factores endógenos— sesga la literatura árabe y hace del producto final una obra racista que no contribuye a despojar a África subsahariana de las etiquetas impuestas hasta la fecha.
Por si fuera poco, Kareem denuncia que la literatura árabe responde a las demandas extranjeras, ya que cada vez son más las obras que se centran en las minorías negras dentro de los países norteafricanos por el mero hecho de que es lo que le interesa a las academias y ONGs occidentales. Por ende, esta es una nueva forma de colonización que se ha valido de un lenguaje aparentemente antirracista para conservar su legitimidad en el continente. Por lo que el esfuerzo y la voluntad de cambiar el panorama está siendo tergiversado. Sin embargo, esto iría en contra del espíritu y planes de cooperación regional que se llevan planteando desde hace años, pues lo que se está haciendo es fomentar la fragmentación de África así como el surgimiento de conflictos internos a través de discursos raciales que construyen a los africanos subsaharianos como el Otro.
La diferencia entre ambas partes del continente sitúa a sus respectivas poblaciones en una balanza desigual en la que el Norte es entendido como el espacio de habitantes blancos y no africanos, mientras que el Sur ha sido relegado a una segunda categoría: el África negra. En este contexto, la literatura árabe, dependiendo de las verdaderas intenciones que impulsen su creación, puede ser una de las maneras de poner fin al tabú del racismo y servir como una herramienta más de concienciación. Como diría el autor keniano Ngũgĩ Wa Thiong’o, es imprescindible descolonizar la mente para que haya una reconciliación entre África septentrional y el África del Sur del Sáhara.
Indhira García Belda
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