Memorias del apartheid: testimonios de la infancia de Trevor Noah
El popular cómico sudafricano Trevor Noah (Johannesburgo, 1984) se sumerge de lleno, a corazón abierto, en su más tierna infancia en la Sudáfrica del apartheid. Desde la recreación del marco infernal que supuso el periodo más oscuro de la historia reciente del país de África austral, emerge el testimonio del autor sudafricano. Prohibido nacer (Blackie Books, 2017; publicado originalmente como Born a Crime por John Murray en 2016) narra las vivencias personales, en clave de humor, del joven Trevor Noah navegando en aguas revueltas. No en vano el subtítulo de la edición en castellano es «Memorias de racismo, rabia y risa».
Tal y como su tez blanquecina desvela, Trevor Noah es a todas luces producto del mestizaje, sin duda un pecado en aquella época sancionado socialmente con las más absoluta marginalidad por parte de las entonces autoridades de turno.
Surgido del amor furtivo entre su padre, un hombre de raza blanca natural de tierras helvéticas, cuna, a su vez, junto a otras naciones europeas, del poder supremacista blanco, y que, en boca del propio autor, es descrito como serio y de pocas palabras. De otro lado, su madre, negra, sudafricana y de armas tomar, a tenor del extenso activismo político encubierto del que hace gala su hijo Trevor. Criada, irónicamente, bajo el estricto adoctrinamiento ideológico de una Sudáfrica post-colonial con tintes británicos y holandeses por doquier.
Trevor Noah es, a pesar de todo y contra todo pronóstico, y muy especialmente teniendo en cuenta las complejidades que entraña crecer en un ambiente social tan hostil y sofocante como fue el apartheid, el exitoso resultado del amor sin barreras y del manifiesto sexual por la igualdad y la fraternidad entre razas y culturas. Trevor Noah representa el triunfo de la libertad y de la resiliencia frente a la imposición de ideologías caducas y retrógradas que durante algo más de cuatro largas décadas condujeron a Sudáfrica al más completo y vergonzoso de los ridículos internacionales. En la actualidad, el país se encuentra sumido en una crisis política de gran envergadura y castigado por uno de los males endémicos de las sociedades teóricamente avanzadas como es la corrupción. Por tanto, está actualmente necesitada de voces frescas y referentes que la vuelvan a situar en la senda del progreso que años atrás deslumbró a la comunidad internacional de la mano del desaparecido Nelson Mandela.
El cómico convertido en autobiógrafo se lleva de viaje a millones de lectores comúnmente fascinados tanto por la sencillez de sus palabras, como por la compleja realidad de los barrios marginales del Johannesburgo de finales de los años 80 y principios de la década de los 90. Un recorrido emocional y sensitivo que no dejará al público lector indiferente y que nos adentra en la psicología de lo absurdo e indefendible: el racismo institucionalizado. Prohibido nacer es un llamamiento pacífico a la rebeldía y un golpe sobre la mesa que cuestiona la falta de rigor y ética de las mal llamadas élites políticas, a menudo demasiado centradas en hacer tambalear las libertades individuales. Las memorias de Trevor Noah son, además, una reflexión detenida o incluso ligeramente canallas que persiguen, con un envidiable tono divulgativo, dar a conocer el auténtico tesoro de Sudáfrica: la diversidad cultural y lingüística de la, a día de hoy, potencia socioeconómica del continente africano.
A modo de conclusión, Prohibido nacer sirve para poner de manifiesto el poder de las autobiografías como elemento catalizador del cambio social gracias a la capacidad y fuerza de estas autobiografías vitales para conectar con un público diverso. En el contexto de la infancia y adolescencia del autor, esta obra escrita desde las entrañas pone, además, al descubierto la habilidad de Trevor Noah para resistir frente a las definiciones de ciudadanía impuestas por los parámetros ideológicos del apartheid. Prohibido nacer es, sin lugar a dudas, digna de ser incluida en los programas universitarios de estudios postcoloniales de Estudios Ingleses no solo por su capacidad para articular respuestas inclusivas y dialogantes frente a la amenaza global que supone cualquier tipo de supremacía racial convertida en ideología, sino también por el poder de la literatura para curar y superar traumas a través de la empatía textual.
Óscar Ortega Montero
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