Mohamed Mbougar Sarr, la promesa senegalesa
Terre ceinte empieza precisamente en el episodio que inspiró la historia a su autor, el momento en el que una pareja de jóvenes es ejecutada en una ciudad bajo control de integristas islámicos por haberse amado sin estar casados. El clima de esta escena marca también el estilo de un relato que pasea por derroteros delicados. El narrador podría haberse recreado en la violencia y la barbarie de la ejecución. O bien, podría haberla dulcificado en exceso aferrándose a la visión poética del romanticismo. Mohamed Mbougar Sarr la describe de manera cruda. Evidentemente, tampoco podía traicionarla porque, como él mismo ha confesado, ese asesinato ocurrido en el norte de Mali y transmitido por los medios fue la chispa que le llevó a construir la historia de Terre ceinte. Su autor, el joven senegalés Mohamed Mbougar Sarr, ha recibido el premio Ahmadou Kourouma de la última edición del Salón del Libro de Ginebra por esta novela y, de repente se ha convertido en una de las grandes promesas de la literatura senegalesa y africana.
Todavía no ha cumplido los veinticinco años pero Sarr no se amilana ante los retos. Ha tomado un tema que está en boca de todos, es verdad, pero también tremendamente espinoso y le ha dado un enfoque que huye del maniqueísmo y de la simplificación. Ha querido construir un relato de aquellos de los que los críticos después dicen que tocan temas universales. Y no cabe ninguna duda de que no hay nada como una situación extrema para poder poner bajo el microscopio la humanidad, no como el conjunto de seres humanos, sino como las características del ser humano.
La historia se desarrolla en Kalep, una ciudad ficticia de un país desconocido situado en el Sahel, que de pronto cae bajo el control de un grupo armado de integristas islámicos que se hace llamar “la Fraternité” y que impone un régimen del terror. La localidad es escenario de prohibiciones, de ejecuciones y, sobre todo, la fractura total de la normalidad de la convivencia. Sarr aprovecha este escenario crítico para dibujar el amplio abanico de las reacciones que pueden ir desde el silencio hasta la resistencia, pasando por la complicidad o la inacción. Son estadios que se tocan, que apenas están separados entre sí, pero que conducen con naturalidad de un extremo a otro. Así, el autor admite en una entrevista, publicada en Jeune Afrique, que la reacción del pueblo admite diversas lecturas, desde la del comportamiento gregario de una muchedumbre que se suma a la ejecución de los amantes llevados por la idea de la masa informe, hasta la rebelión. Ésta última es, en un primer momento, una rebelión silenciosa, paradójicamente, basada en las palabras ya que se escenifica con la publicación de un periódico por parte de un abigarrado grupo de resistentes.
Recientemente, en el periódico suizo Le Temps, Sarr explicaba la razón de ser de la caracterización de sus personajes para defender que no había querido relatar una historia de buenos y malos: “Los héroes más hermosos son aquellos que se convierten en héroes por azar. No buscan protagonizar actos de heroísmo, sino que actúan por amor, porque en el fondo de su ser creen profundamente en lo que hacen”.
El escenario evoca inevitablemente el de la película Timbuktu, de Abderrahmane Sissako. Tal es así que el joven escritor ha tenido que recordar que terminó su novela antes de que se estrenase la obra del director mauritano.
El premio Ahmadou Kourouma, realmente codiciado entre los autores africanos de la esfera francófona, ha servido de altavoz para Sarr, a pesar de su juventud. Y ha colocado a este estudiante senegalés junto a nombres como los del guineano Tierno Monénembo, la ruandesa Scholastique Mukasonga o el congoleño Emmanuel Dongala, por citar sólo algunos de los más recientes. Pero también ha servido para reivindicar que la de Sarr es una carrera prometedora por sí misma, más allá de los compañeros de viaje. Mohamed Mbougar Sarr fue galardonado el año pasado con el premio Stephan Hessel para los jóvenes autores francófonos. Con 24 años, las maneras que ha demostrado, la atención recibida por los medios y los premios cosechados, Sarr se ha convertido en un valor no ya de futuro, sino también de presente.