Ngũgĩ wa Thiong’o reclama un nuevo mundo posible
Ngũgĩ wa Thiong’o, una de las figuras más importantes de la literatura africana, visitó España a mediados de mes, con vistas a conversar, de nuevo, sobre su apuesta por las lenguas minorizadas y por la descolonización pendiente que debería reequilibrar las relaciones en los países africanos y los del Norte global. Allá donde va, el pensador keniano es capaz de reunir en el mismo espacio desde especialistas de distintas disciplinas académicas, hasta participantes de clubes de lectura, a la vez que atrae el interés y admiración de las generaciones más jóvenes. Quien esté al corriente tanto de su vida política como de su trayectoria artística (ambas entrelazadas) sabrá que es un veterano en la lucha y la reivindicación por “reubicar” el centro y revisar el papel de las “minorías” de la periferia en ese nuevo orden necesario. Nos referimos a las sociedades africanas, en especial a sus escritores y escritoras, grupos más minorizados que minoritarios, que han sido invisibilizados. La expectación que despiertan las visitas del intelectual keniano es incuestionable y así consiguió llenar tanto el auditorio del Museo Nacional y Centro de Arte Reina Sofía en su paso por Madrid, como el del Centre de Cultura Contemporànoia de Barcelona en su intervención en la capital catalana.
Como apuntó Chema Caballero, encargado de conducir el espacio de reflexión en el Museo Reina Sofía, unas de las tareas más destacadas de Thiong’o ha sido trasladar la teoría decolonial al campo de la literatura, abogando por una descolonización de la mente, mediante la puesta en valor de las lenguas africanas. De acuerdo con el autor, aún queda mucho por hacer en África, ya que la independencia política no se tradujo en independencia económica, y consecuentemente, tampoco se materializó en la independencia cultural. Sigue habiendo un desequilibrio entre el continente y Occidente en el que este último tiene ventajas. Y es que son pocos los aspectos en común entre ambos lugares, por lo que África no está en igualdad de condiciones, y esto ha repercutido en su producción literaria.
Ngũgĩ wa Thiong’o denunció la invisibilidad de la literatura africana, a la cual sólo se ha prestado atención si llevaba una máscara europea. Dentro de esta invisibilidad, destaca a su vez el papel de las escritoras africanas, quienes son actualmente, en palabras del autor, “la fuerza más prominente de sus países”. La representación de África es importante, especialmente a través de las lenguas africanas. Entre bromas, el intelectual afirmó que la literatura africana sólo puede considerarse como tal si es escrita en lenguas africanas, entendiendo a estas como herramientas que, al igual que en el aspecto económico y político, se encuentran en una relación desigual con respecto a las lenguas de los colonizadores.
“La literatura africana solo tiene significado en lenguas africanas”, dijo el escritor. Las lenguas son como instrumentos musicales, cada una de ellas tiene una musicalidad que la hace única, por lo que, según Wa Thiong’o, no podemos establecer una jerarquía; todas son iguales. Así es que el novelista quiere poder compararse con Cervantes y Shakespeare. Pero, tal y como señala Chema Caballero, ellos eran europeos. ¿Por qué entonces compararse con autores con los que no tiene nada que ver?, le provocaba Caballero “Porque son universales”, aprovechaba para sentenciar el escritor.
Ngũgĩ wa Thiong’o puso de manifiesto que el arte, y por lo tanto, la literatura, es el alimento de la imaginación. Gracias a él podemos imaginar nuevos mundos, crear un futuro… Y muchas veces esa posibilidad de soñar el mañana es temida y coartada por los totalitarismos. Sus experiencias tanto en prisión como en el exilio han hecho de Ngũgĩ wa Thiong’o el escritor que es hoy, ya que según él, “en lo negativo hay una energía creativa”. Por ejemplo, el exilio le dio la oportunidad para desarrollar El brujo del cuervo (2006). Si bien es cierto que no podemos controlar las cosas que nos pasan, sí que podemos decidir qué hacer al respecto, así es que nos recomienda buscar en todo aspectos positivos y negativos, aludiendo una vez más la idea de equilibrio.
En su paso por Barcelona, Ngũgĩ wa Thiong’o dialogó con su editora Laura Huerga, la principal responsable de la experiencia de las ediciones bilingües de La revolución vertical. La conexión entre el intelectual keniano y su editora catalana regaló a los asistentes una conversación distendida y un clima familiar. Entre preguntas y respuestas, Thiong’o fue revelando algunas de sus experiencias vitales más determinantes. Un apunte para explicar cómo empezó a plantearse dejar el inglés como lengua de escritura cuando en los foros internacionales detectó que las lenguas africanas se menospreciaban. O una mención a cómo la autoría de una obra de teatro le llevó a inaugurar el año 1978 en una cárcel de máxima seguridad keniana.
Sin pasar por alto cómo evocó la figura de su madre, una figura que para el escritor tiene un protagonismo especial, como muestra en sus memorias. “Ella no sabía leer pero me envió a la escuela”, revelaba Thiong’o, que también señaló cómo le incrustó la idea de superar todas las dificultades desde la modestia y cómo aquella mujer iletrada se las arreglaba para supervisar sus deberes.
Evidentemente, Thiong’o volvió a recordar sus clarividentes reflexiones acerca del papel de África en el mundo, de la manipulación de la idea del continente en el imaginario colectivo, de las intencionadas invisibilizaciones. “El capitalismo se fundó sobre la acumulación primaria del capital que era el cuero de los esclavos africanos”, recordó. “La modernidad de muchas de la ciudades occidentales se construyó gracias a la mano de obra esclava de los africanos”, dijo señalando esa verdad incómoda.
A pesar de todo, como hace siempre, Ngũgĩ wa Thiong’o había venido a traernos un mensaje constructivo y optimista e invitó a las y los asistentes a soñar otro mundo posible. “Los seres humanos han progresado porque siempre han imaginado otro mundo posible que se salía de este. El hombre que quería volar, cayó una y otra vez, pero no dejó de intentarlo”, recordó. Sus palabras sonaban como un desafío en vestíbulo del CCCB: “Nosotros, seres humanos, no podemos aceptar que las cosas estén como están, tenemos que soñar otros mundos posibles, no podemos aceptar la condicionalidad de que tú pases hambre para que yo pueda comer bien, que mi felicidad dependa de tu infelicidad”. Sin embargo, ese desafío no suena abrupto en la voz de Ngũgĩ wa Thiong’o que consigue darle un tono tierno y cálido que llama a la reflexión, a la empatía y a la acción.
Indhira García Belda
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