Ngũgĩ wa Thiong’o: “El cuerpo nos dice que el mejor sistema es la colaboración de todos los miembros. Debería servir también para la sociedad”
“Esta historia es mi mensaje al mundo. Redes, no jerarquía”. Es una frase que el intelectual y escritor keniano, Ngũgĩ wa Thiong’o, ha repetido en diferentes versiones en las firmas de su último trabajo publicado en español La revolución vertical. Wa Thiong’o se convirtió en un referente de la corriente decolonial repensando dónde está el centro en los pensamientos universalistas. También se ha erigido como una referencia en la defensa de la diversidad cultural y de las lenguas minorizadas y menospreciadas, como parte de la riqueza cultural mundial, y como una manera más respetuosa de relacionarse con las personas que las hablan y las viven. El autor keniano tiene el reconocimiento del mundo literario, incluso en su versión de industria global, que hace que las casas de apuestas británicas lo coloquen en las listas de candidatos al Premio Nobel año tras año.
Ahora, Ngũgĩ wa Thiong’o llega con una historia sencilla, con la que ha visitó Barcelona y Madrid, para recordar que a los hombres y mujeres que habitan el mundo sólo les queda una salida: cambiar radicalmente su forma de relacionarse y de vivir en el planeta. “El cuerpo humano está formado por la colaboración de sus diferentes partes. La cabeza no es nada sin el cuello, una mano no tiene sentido sin la cabeza. La propia individualidad es el resultado de estar conectados colectivamente. Si eso lo aplicamos a un comportamiento social colectivo, es como si la cabeza tuviera que estar por encima del resto del cuerpo, pero en realidad la cabeza no funciona sin el resto del cuerpo. Es decir, en la sociedad se tienen que poder desarrollar todas las individualidades, pero como parte de un colectivo”, advierte.
Cuando Wa Thiong’o se acerca, parece mentira que hace cuatro décadas fuese encerrado en la prisión de máxima seguridad de Kamiti y que el régimen keniano lo mantuviese allí un año sin juicio. A sus 81 años camina con dificultad, habla trabajosamente y en la conversación comenta otros problemas de salud. Este hombre de trato y actitud entrañable no parece un peligroso disidente. Pero cuando se le empieza a escuchar es más fácil comprender el temor que despertó en algunos poderosos. Tiene una facilidad natural para lanzar argumentos tan sencillos como revolucionarios y muestra una capacidad poco habitual para convertir un cuento aparentemente inocente en un alegato demoledor a favor de la conciencia de una nueva sociedad más justa.
“Las redes, las conexiones son lo opuesto a la jerarquía. En la jerarquía uno se sienta encima de otro y en las redes nos damos las manos y nos transmitimos energía los unos a los otros. Si me siento encima de ella (se dirige a su editora), le estoy absorbiendo su energía; pero si nos damos las manos la energía fluye entre nosotros”, dice Wa Thiong’o agarrando con ternura la mano de Laura Huerga, la persona que se ha encargado de publicar sus obras en castellano y catalán. “Nuestra sociedad ha estado estructurada con un sistema jerárquico que se ha materializado en el imperialismo, el capitalismo, el colonialismo,… siempre es jerarquía y no una red”, advierte el intelectual keniano.
La revolución vertical nació como un regalo que el escritor le hacía a su hija. “Escribí la historia original en kikuyu para ofrecérsela a mi hija en Navidad, porque en mi familia tenemos la costumbre de obsequiarnos historias, poemas o dibujos”, explica el autor, para justificar porque el relato mantiene la estructura de las narraciones populares de la tradición oral. “Cuando la pensé, la concebí como una fábula tradicional porque era para ser contada”, sentencia el escritor que defiende el carácter primigéneo de esa tradición oral: “La oratura es la literatura primaria, la que existió antes. Los seres humanos nos contamos historias los unos a los otros cada día. Nos comunicamos a través de historias. Cuando me encuentro con un amigo no empiezo una conversación filosófica o un debate, sino que le cuento una historia. En el intercambio de historias es cuando acaban viniendo las discusiones filosóficas”.
Pero esta visión de Ngũgĩ wa Thiong’o de la oratura va más allá del entretenimiento: “Es la forma de expresar y contrastar nuestra manera de ver el mundo. Las leyendas hacen referencia a gente explicando cosas sobre la naturaleza, pero desde perspectivas humanas. El océano toma forma humana; la luna o las estrellas, el sol, todos se humanizan para que puedan hablar unos con otros. Y acaban teniendo incluso, emociones humanas, se enamoran, tienen celos… Es una forma de intentar entender el mundo. Una historia es una forma de querer entender el mundo, escribirla viene mucho después y lo que hace es imitar esa forma de narración oral”.