Océano África, el periodismo comprensivo que necesitamos
Hace unos días leía en el muro de un periodista, uno de los no habituales del continente africano, que se había ido a Sierra Leona “a hacer reportajes sobre el ébola”. Hablaba del país, aunque acababa de llegar a la capital, como “probablemente (no, no… seguro) el sitio más chungo y mugriento en el que he estado nunca”. Todo eso acompañado de una foto de una calle de tierra de Freetown. Después de decir que la compañía aérea le había perdido las maletas afirmaba: “Y aquí estoy, en uno de los peores lugares del mundo SIN ABSOLUTAMENTE NADA”. Y sólo se me ocurrió pensar que seguramente ese periodista encontraría el reportaje que había ido buscando, porque al final siempre encontramos la manera de confirmar nuestros prejuicios.
Y entonces me acordé de Océano África. Xavier Aldekoa ha hecho una auténtica radiografía de un continente absolutamente inabarcable. Pero, sobre todo, Aldekoa ha demostrado que esa otra imagen del África que tanto echamos en falta interesa, atrae y engancha. La clave, sin duda, la actitud. Y es que Océano África es un ejercicio, pura gimnasia mental. Aldekoa ha sido capaz de trasmitir una de las características que hace sus historias especialmente magnéticas, además evidentemente de su habilidad para la narración y de su olfato para encontrar en lo cotidiano, el ejemplo que nos permite entender un poco mejor el mundo. Esa característica que hace de Aldekoa un periodista, o mejor, un cronista fuera de lo normal es, precisamente, su mirada, su actitud, su sed de conocimiento. Este joven contador de historias no ha viajado por África, sino que ha pateado el continente con una voluntad: comprender, siempre comprender, antes de contar.
Realmente es sencillo en el mundo del periodismo esconderse detrás de los hechos, detrás de la pretendida vocación de narrar lo que se aparece delante de los ojos. Sin embargo, cuando el periodista se enfrenta a un mundo completamente diferente al suyo, en cuanto a claves culturales, ese conformarse con explicar lo que ve es una auténtica traición, porque lo que ve, no es necesariamente lo que ocurre. Xavier Aldekoa, que ha acumulado en sus retinas experiencias, conoce bien esta trampa y por eso su esfuerzo se destina a esquivarla.
El capítulo en el que habla de la lobola es una buena muestra de esa actitud. Esta práctica, es posiblemente una de las más difíciles de entender desde la perspectiva de la mentalidad del norte global. La defensa de la igualdad de derechos nos hace prejuzgarla y rechazarla, antes incluso del momento clave. Aldekoa lo sabía: “Sinceramente, al principio no me pareció bien. La idea de pagar vacas a cambio de una mujer como si fuera un objeto me removió las tripas. No me cuadraba, porque Mthi trabajaba en un banco y era una chica independiente y moderna (…). ¿Qué sentido tenía que él pagara vacas por ella? Días antes de la negociación quedé con ellos para tomar algo y preguntarles por la lobola. Quería enteder”.
Aldekoa hace el esfuerzo de entender, siempre, el esfuerzo de entender y eso es lo que transmite al lector. Desde Angola hasta Somalia, desde Mali hasta Mozambique. Veintiuna historias en dieciséis países. Veintiuna experiencias que ayudan al lector a acercarse a sociedades, a fenómenos, a episodios de la historia tremendamente complejos desde un enfoque abierto. Siempre con voluntad de entender. En Océano África, Xavier Aldekoa ha devuelto a la cotidianeidad toda su dignidad y a los ciudadanos anónimos su condición de héroes. Vemos al periodista sentado en bares, en camiones, viendo partidos de fútbol o en campos de refugiados, pero siempre buscando el contacto de las personas, de las que pueden contar sus historias y ayudarnos a entender. Es curioso, pero el autor no deja de mostrar su admiración por estas personas de a pie y su agradecimiento por compartir con él sus historias. Seguramente, esa sensibilidad especial es una pieza clave, de esa visión especial.
Hablando de los pigmeos en Camerún Aldekoa dice: “Pese a la visión primitiva que rezuman los reportajes y fotografías que llegan a Occidente, tienen una cultura desarrollada, que va mucho más allá de las vestimentas con pieles de animales, las chozas de hojas de palmera seca o los pies descalzos”. Y, de nuevo, ofrece al lector una lección: “A lo largo de mis viajes por África, he conocido culturas que enseñan otras formas de entender el mundo y que nos hablan de cosas que trascienden el modo de subsistencia. El pueblo pigmeo, como otros cientos de pueblos africanos considerados primitivos no lleva miles de años subsistiendo o sobreviviendo, lleva decenas de siglos viviendo”.
Las historias de Océano África nos acercan a los lugares más inhóspitos y a los más plácidos. Pero incluso en las condiciones más adversas, Aldekoa recuerda es necesario mirar un poco más allá, no quedarse con la apariencia, no quedarse con la primera impresión de algún analista que seguramente no se preocupó de entender. En medio del conflicto en República Centroafricana, el periodista advierte: “El odio entre musulmanes y cristianos crecía porque el país estaba sumido en una espiral de muertes y los medios de comunicación de todo el mundo se aprestaron a etiquetar el conflicto como una guerra de religiones. Pero nada es tan sencillo”.
Los ejemplos de esta visión sobre el continente podrían multiplicarse, pero como punto final quizá sea interesante la siguiente reflexión del capítulo que sitúa en Togo: “Para querer a África no basta con soñarla, hay que caminar sus calles, reírse con su gente, escuchar sus alegrías o tristezas y sentirse ridículo por no entender nada y volver a sorprenderse para comprender. Cualquiera que ansíe conocer un territorio tan vasto y diverso debe recorrerlo con los ojos abiertos y cerrarlos para volver a empezar”.
Hola,somos una revista amateur,que trata temas de Africa,y desconociamos hasta ahora,de vosotros,pero ahora que ya os hemos encontrado,no nos desengancharemos de vosotros,jeje.Gracias por acercarnos cada dia mas a Africa,con vuestras noticias,vídeos,eventos…