Recursos (humanos) africanos, fútbol y literatura
“-Quien está metido en la cocaína también está tras el tráfico de personas, y el fútbol africano es la última versión de la trata de negros”, le dice Primo Opare al protagonista de El caimán del Kaduna. A partir de mañana comienzan los cuartos de final de la Copa de África de Naciones (CAN) 2015, el campeonato continental de selecciones estatales de fútbol. Quizá no haya un mejor momento, para que se mezclen deportes, cultura y una denuncia. La combinación aparece de una manera magistral, pero sobre todo de la forma más atractiva en El caimán de Kaduna, una novela del escritor ecuatoguineano Francisco Zamora Loboch, que recientemente ha republicado en formato digital la editorial 2709 books.
Cuando el autor ecuatoguineano Francisco Zamora Loboch publicó por primera vez este trabajo, consiguió cierta repercusión en los medios españoles fundamental por uno de los elementos de la historia. Si no era una pura anécdota, si que se trata sólo de uno de los aspectos de la narración. Los medios, sobre todo los deportivos, leyeron El caimán de Kaduna como “una novela sobre Iker Casillas”. Es cierto, en la historia de Zamora Loboch aparece el portero madridista y, en realidad, es uno de los hilos conductores, pero no es mucho más que un gancho, una excusa.
El escritor ecuatoguineano hace un complicado ejercicio en esta novela de combinación de elementos dispares y aparentemente sin ninguna relación entre sí. Tan complicado que en algunas ocasiones no termina de redondearlo. El mundo carcelario, la escritura y la industria editorial, el deporte, la mitificación de los ídolos, África y España, el proceso migratorio, estos son sólo algunos de los ingredientes del cóctel de El caimán de Kaduna. Zamora Loboch cuenta la historia de un joven procedente de Guinea Ecuatorial, ferviente admirador de Iker Casillas, que llega a España en busca del sueño de la élite del fútbol. Los devenires de la vida le llevan al patio de la cárcel, donde se encuentra con otros compañeros africanos que han pasado por complicadas historias hasta dar con sus huesos tras esos mismos muros.
Sin embargo, los malabarismos narrativos empiezan cuando, después de ganarse el respeto de sus compañeros de presidio, el protagonista se encuentra con una insospechada red al otro lado de las rejas. La Fábrica Blanca es una factoría de literatura que opera desde la cárcel y está compuesta por presidiarios que hacen la labor de “negros” en todos los géneros y para todas las capas de la sociedad. La Fábrica Blanca está llamada a convertirse en el gran refugio de la literatura como lo fueron los monasterios durante la Edad Media. Para vencer el tedio, el protagonista acepta un encargo que de ninguna manera habría podido rechazar: escribir una biografía de su ídolo, Iker Casillas.
El segundo malabarismo, llega cuando el presidiario y escritor en ciernes se encuentra con todo el material necesario para su cometido dentro de los muros, entre sus compañeros hay frustrados futbolistas que han compartido vestuario con el portero blanco en las categorías inferiores y otros que, a través de diferentes fuentes, conocen todos los secretos del guardameta.
El tercer quiebro lleva a Iker Casillas a África, concretamente a Nigeria, con la camiseta de la selección española sub-20. Y cruza esta experiencia del madridista con los manejos de un rey tradicional tocado por una especie de maldición. En Nigeria conoceremos el secreto de Iker para llegar a balones imposibles.
El relato futbolístico, la fabulada vida del “mejor portero del mundo” se mezclan en la historia de Zamora Loboch con una descripción de las penurias de los migrantes, con la vida en la cárcel, con los entresijos de la industria editorial y con los tentáculos de las redes de “tráfico” de jugadores africanos. Los jóvenes del continente, deslumbrados por la fama de los jugadores más mediáticos arriesgan su vida en busca de un sueño. Unos mueren en el camino, en el mar o en manos de los desaprensivos que les prometen tocar el cielo con el balón en sus pies. Otros acaban mendigando, utilizados en el tráfico de drogas o tirados en las calles de Occidente, lejos de los campos de fútbol. Los más afortunados terminan jugando en terceras divisiones de ligas que ya de por sí son menos que menores. Los menos, de hecho casi ninguno, consiguen su objetivo.
La narración de Zamora Loboch es chocante, inesperada y fresca y, sin duda, una atractiva forma de denunciar (y en un momento ideal). Lo hace con un lenguaje sencillo y con un estilo cargado de ironía y de un humor, en algunos momentos, incluso un humor “negro”. Sin embargo, el principal pero que se puede poner a la novela del ecuatoguineano es una cierta inverisimilitud del lenguaje. A menudo, las conversaciones entre los adolescentes, los jóvenes jugadores o los presos resultan poco creíbles. Eso no quiere decir que esas conversaciones no te lleven, incluso involuntariamente, de una página a otra, hasta engullir esta novela que con el telón de fondo de la CAN resulta especialmente adecuada, pero que sin el escenario del evento deportivo es, igualmente, atractiva.
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