Retablo de mendigos y de hipocresías
Hace 40 años que la escritora senegalesa Aminata Sow Fall publicó por primera vez La Grève des Bàttu. Ahora la editorial Wanafrica nos ha traído la traducción en castellano de este relato bajo el título La huelga de los mendigos y esta nueva versión simplemente pone de manifiesto que la historia es completamente actual, no sólo por el ritmo de la narración sino por los valores que transmite. La escritora senegalesa que pasa por ser una de las autoras clásicas de la literatura poscolonial del país, dibuja una dimensión de la sociedad poco visibilizada pero que tiene una presencia constante, la de la mendicidad. Al mismo tiempo, el relato pone al descubierto una evidente hipocresía en las relaciones de clase, entre la élite dirigente y en relación con los supuestos valores religiosos. Una severa crítica vestida de una atractiva piel de cordero.
La historia se sitúa en una más que reconocible ciudad de Dakar, en la que se desencadena una campaña gubernamental para poner coto a la mendicidad callejera. “Su presencia perjudica el prestigio de nuestro país; es una plaga que debemos ocultar en la ciudad como sea. Este año, el número de turistas ha bajado considerablemente con relación al año pasado y es casi seguro que esa gente tiene algo que ver”, explica Mour Ndiaye a su ayudante Kéba Dabo, para justificar la acción. Ambos serán los responsables, desde el Servicio de Higiene Pública, de sacar a los
mendigos de la calle para que no perjudiquen la nueva industria turísticas del país.
La autora deja clara la importancia en la trama de la voluntad de medrar del jefe, Mour Ndiaye que tiene la vista puesta en la vicepresidencia de la República y, también, de un empleado como Kéba Dabo, obsesionado por agradar a sus superiores, “adicto al trabajo” y con un trauma infantil en relación a la pobreza que se va desgranando a lo largo de la novela.
Esta especie de sainete que presenta muchas similitudes con la novela picaresca, tiene diversos escenarios paralelos y, al mismo tiempo que las idas y venidas de los responsables del Servicio de Higiene Pública, se dibuja un curioso retablo del mundo de los mendigos. Poco a poco la autora presenta algunos personajes para que el lector vaya construyendo el mosaico de los pedigüeños que se van constituyendo en “hermandad” en el patio de la casa de Salla Niang, una mendiga poco convencional. Ese patio se convertirá en el centro de operaciones de los pordioseros cuando cambien su estrategia y pasen a la acción como respuesta al acoso de las autoridades.
Los pordioseros que ven caer a algunos de sus compañeros, terminan por reclamar su dignidad y su papel en una sociedad que presenta un complejo equilibrio. La realidad de la mendicidad, aunque invisibilizada, ocupa un lugar evidente en la cotidianidad de los senegaleses y Aminata Sow Fall lo refleja con claridad. “¿En qué barrio de la ciudad el primer gesto de la mañana no es dar una limosna? Incluso en los barrios de tubabs (europeos blancos), los tubabs negros y los tubabs blancos cumplen con ese rito. Si habláis de barrios pobres, eso sí que no viene al caso: todo el mundo sabe que los pobres dan más fácilmente que los ricos”, les espeta Salla Niang a sus compañeros para exigirles que contribuyan al sistema de apoyo mutuo.
El pulso entre los mendigos y las autoridades va subiendo de tono e incluso se cobra algunas víctimas. Unos y otros van cambiando sus estrategias, pero el movimientos fundamental se produce cuando se levantan nuevos liderazgos entre los indigentes que empuja a una insospechada organización del colectivo y su toma de protagonismo. Los mendigos saldrán de las calles, las plazas y los mercados, voluntariamente, como parte de la reclamación de su dignidad y este movimiento tendrá consecuencias más profundas de lo esperado, incluso, para el principal responsable de la campaña anti-pobres, Mour Ndiaye.
Otros temas van atravesando el relato y van definiendo algunos de los rasgos fundamentales de la sociedad senegalesa, rasgos que a menudo pasan desapercibidos, precisamente porque son mundanamente cotidianos. Una trama refleja el complicado equilibrio de la tradición y el aumento de protagonismo de nuevos valores en relación con el papel de la mujer. La poligamia, una especie de matriarcado puntual, la aceptación de algunas mujeres y la fuerza de la mayoría, el lugar central de la figura femenina y, también, sus reclamaciones, construyen una imagen de ese complicado papel femenino que, a veces, resulta difícil de entender desde otros contextos culturales, sobre todo, cuando se olvidan sus múltiples caras y se intenta simplificar. Aminata Sow Fall hace un interesante ejercicio y pone de manifiesto que el papel de la mujer en la sociedad senegalesa no puede expresarse en términos de blanco y negro.
La huelga de los mendigos se asoma también a otra realidad importante y poco conocida: la figura de los marabouts, los guías espirituales. La complicada caracterización de los personajes abre la puerta del interés del lector y la escritora se enfrenta a esa complejidad sin miedo. Podía haber optado por dibujarlos de una manera simplista para que no dejasen flecos, sin embargo, la novelista apunta algunas de sus múltiples caras como estudiosos, devotos, consejeros o, incluso, hechiceros. La particular religiosidad se abre paso en medio del conflicto entre mendigos y autoridades.
En todo caso, la lectura de la novela perfila diversas críticas, como esa ambigüedad del papel de la mujer y la complejidad de la realidad de la poligamia; pero también la hipocresía ante la pobreza, las dobleces de la caridad, orientada a la satisfacción personal y no a la ayuda a los otros; o los canales de ascensión de las élites políticas, entre otras cuestiones.