Sémbéne, en letra impresa
La dimensión cinematográfica de Sémbéne Ousmane es seguramente la más conocida de este senegalés considerado el padre del cine en este país y de hecho ya ha sido tratada por Wiriko, sin embargo, su vertiente literaria no es ni mucho menos despreciable. Además de que varias de sus novelas son el origen de muchas de sus películas. Así que en esta entrada se hablará de su producción como novelista.
Entre muchas otras se pueden destacar dos características de la pluma de Sémbéne que se repiten a lo largo de su obra. La primera de ellas es su sensibilidad social; la segunda, un realismo descarnado que roza en algunos casos la crueldad, que por otro lado no es gratuita, sino el resultado de unas historias teñidas de drama. Este realismo se convierte en un instrumento narrativo que lleva al lector a sentirse mucho más cerca de personajes que a menudo se ven abocados a situaciones sin salida.
Sólo por citar dos ejemplos de este realismo que supera una simple cuestión de estilo se encuentran, por ejemplo, en Le Mandat (“El mandato”) que fue llevado al cine como Mandabi, y en Les bouts de bois de Dieu (“Los trozos de madera de Dios”). En el primer caso, el protagonista es una especie de Hércules enfrentado a las duras pruebas planteadas por la burocracia de un estado postcolonial joven. Con esa narración sin concesiones ni adornos, Sémbéne consigue despertar una simpatía por un extraño modelo de héroe que nos es más que un ciudadano de a pie con pocas características apreciables. La angustia y el desasosiego, la impotencia y la frustración se transmiten al lector cuando se hace evidente que el protagonista es un ser insignificante que debe hacer frente a un sistema que no se detiene ante nada, pero que, eso sí, despierta falsas expectativas.
Le bouts de bois de Dieu, por otro lado, transmite la incertidumbre que genera un sistema colonial tratando de aplastar una sed popular de equidad. Se trata de la historia de la huelga de obreros de la línea ferroviaria planeada entre Senegal y Níger. La represión puesta en marcha por las autoridades coloniales se hace más cruel cuando el lector va sintiendo que quienes más la padecen son los más inocentes.
Tanto el estilo como la trayectoria de Sémbéne Ousmane son compresibles y justificadas a la vista de su biografía. Movilizado muy joven como miembro del cuerpo de tiralleurs del ejercito francés, inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial abandonó Senegal para trasladarse clandestinamente a Francia, donde empezó a trabajar como estibador en el puerto de Marsella. Las inquietudes militantes del artista encontraron un caldo de cultivo ideal, con su implicación en las luchas sindicales, su pertenencia al Partido Comunista y su compromiso con los movimientos antibélicos y de descolonización. Sémbéne, senegalés y ex tiralleur, tenía autoridad de sobra para sostener unos valores apoyados en su sensibilidad social.
Desde su estancia en Francia y con su regreso al Senegal independiente, el novelista no dejó de reflejar estas inquietudes en sus obras, pero también en su forma de actuar. Resulta curioso que poco antes de su muerte, ya octogenario, Sémbéne declarase en una entrevista su aprecio por la literatura y constatase que el peso de la tradición oral condicionaba el consumo de libros. El autor señalaba, no sin cierto hastío, que a pesar de que le gustaba escribir no lo hacía porque “apenas hay librerías y los libros son caros” que se venden muy poco, por esos motivos y porque los propios intelectuales africanos tienen más a decantarse por las obras de autores europeos. Hasta ese momento, Sémbéne había denunciado a través de su obra (tanto literaria como cinematográfica), desde la corrupción hasta prácticas como la escisión, desde la fuerza de las mujeres senegalesas hasta la irracionalidad de los sistemas políticos postcoloniales (y la arbitrariedad de los coloniales) y había reclamado una mayor atención para las creaciones africanas. Lo más interesante es que no lo había hecho sólo como un posicionamiento, sino que lo había llevado a cabo. Él mismo fue el ejemplo, de crítica, de creatividad, de protesta y de afán constructivo.
¡Viva Sembene!