Viaje al África urbana
Tráfico frenético. Nula planificación urbanística. Música de fondo. Y en medio de todo esto, la razón de ser de las ciudades: sus habitantes.
África es el lugar del planeta donde la urbanización está produciéndose a mayor velocidad. Por ejemplo, según la ONU, Lagos, la mayor ciudad africana, seguirá creciendo a un ritmo de 77 habitantes por hora hasta 2030. Esta rápida conversión de un continente que, hasta ahora, había sido eminentemente rural, conlleva cambios que trascienden la utilización del territorio y que se manifiestan, especialmente, en la experiencia humana.
A través de la mirada y el talento de doce autoras del continente –siete firmas son femeninas, junto a cinco masculinas–, con Doce relatos urbanos. Doces voces africanas, editado por Ángeles Jurado, del departamento de Comunicación de Casa África, el lector se zambulle en el trepidante ritmo de una docena de urbes. La mayoría, subsaharianas, pero también del norte de África, europeas e, incluso, una asiática.
A lo largo de las casi 200 páginas, las historias te rompen el corazón, repetidas veces, con pérdidas y decepciones familiares, te convierten en cómplice de venganzas, y te descubren los secretos mejor guardados de lugares como “la ciudad de los mil sabios” (la Yola de Boubacar Boris Diop), o «Tánger, la inmortal», que se cuenta en primera persona mediante la pluma de Antonio Lozano, a quien se dedica la obra ‘in memoriam’.
“La ciudad no es un El Dorado”, como escribe Ken Bugul en su relato sobre Dakar. No lo es ni en África, ni en ninguna parte, pero sus habitantes se enfrentan, cada día, a los desafíos que ella plantea y demuestran una gran creatividad no solo para sobrevivir, sino para, incluso, intentar mejorar. Le ocurre al protagonista de su historia, un cabeza de familia que se ve abocado al éxodo rural y que se adapta como puede a las escasas oportunidades de ganarse la vida que brinda el monstruo urbano.
Soberbio ejercicio de estilo el de Trifonia Melibea Obono en “El nativo”, emulando el peculiar castellano de un militar de Malabo que transmite una impresión muy clara de la profunda marca de violencia, corrupción y estrictos compromisos familiares que ha quedado en la sociedad ecuatoguineana…, aunque no exclusivamente en la ecuatoguineana.
Otra de las escritoras africanas presente en la selección es la célebre Chimamanda Ngozi Adichie, “el ancla al que todos conocen”, como la definió Ángeles Jurado en la pasada Feria del Libro de Las Palmas de Gran Canaria. Con su aportación, Adichie nos presenta a una nigeriana en plena crisis vital en Lagos, “la ciudad llena de ángeles apagados».
Además de las relaciones, sean entre parientes, de pareja o amistosas, otro tema recurrente es el del racismo, fuertemente vinculado al clasismo. Aparece en «el París de los viajeros» de Armand Gauz, en el doble escenario inglés y abiyanés de Edwige-Renée Dro, y en la historia gastronómica de Nii Ayikwei Parkes. El propio Parkes, en la presentación de la obra en Gran Canaria, declaró: “Me gusta explorar lo que no se ve a simple vista”. Y así se refería alas tensiones que puede generar la convivencia intercultural tan propia de las ciudades.
Y si hay un elemento indisociable de la vida urbana y omnipresente en estas historias ese es el coche. Un medio que transporta de un lugar a otro pero en el que, durante el desplazamiento, se desencadena la acción, sea esta meramente reflexiva o de abrupta reacción. El coche participa como un personaje más que, sin concederle mucha importancia, nos permite contemplar la ciudad a través de los ojos de su pasajero. Como si la urbe agradeciera la intermediación de un vehículo, automovilístico o literario en el caso de Doce relatos urbanos. Doces voces africanas, para poder apreciarla mejor.
Ana Henríquez Pérez
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