Waberi, la metáfora de los pasajes de Yibuti
Pasaje de lágrimas nos plantea un primer problema ¿En qué género encajamos esta obra? Se trata de la novela más reciente del yibutí Abdourrahman A. Waberi, uno de los autores con más proyección de la región del Cuerno de África. Dándole vueltas y vueltas, quizá lo más sensato sea no intentar clasificarla. En realidad, tiene tanto que aportar que poniéndole etiquetas, seguramente, lo único que consigamos es perdernos detalles y, sobre todo, derrochar un tiempo precioso. Así que lo más práctico será, simplemente, hablar sobre ella.
Pasaje de lágrimas fue escrita por Waberi en 2009 y publicada en español por la editorial Baile del Sol dos años después, en 2011. Sólo la compañía editora canaria ha sido capaz de acercar hasta los lectores hispanohablantes a este autor que ofrece, a través de sus obras, una visión tan particular como precisa de Yibuti y de la región, en general. No nos engañemos, el Cuerno de África es probablemente la zona más desconocida de África subsahariana. Nos suenan las cíclicas hambrunas, aquellas imágenes de niños con vientre abultados que nos llegan de tanto en tanto. Nos suenan también las idas y venidas de los piratas del Mar de Arabia. O cómo mucho, hemos escuchado alguna vez el caso de Eritrea, uno de los pocos estados surgidos en África modificando las fronteras establecidas en la colonización. Pues bien, aun sabiendo todo eso, Waberi nos demuestra que no sabemos nada del Cuerno de África.
Aparentemente, Djibril es el principal protagonista de Pasaje de lágrimas, quizá acompañado un poco en la sombra por su hermano gemelo Djamal. Sin embargo, todo nos hace pensar que el verdadero protagonista de fondo de esta historia es en realidad Yibuti. No puede ser casualidad que los dos personajes que llevan el peso de este relato naciesen en 1977, el año en el que el país se independizó de la antigua metrópoli, Francia. Tampoco debe ser una coincidencia que las vidas de cada uno de ellos tomasen caminos divergentes. Uno, prácticamente, reniega de su origen y se vuelve hacia el mundo occidental. El otro, después de una experiencia traumática, parece que se refugia en el fanatismo religioso.
Yibuti es un país de poco más de 23.000 kilómetros cuadrados que alberga menos de un millón de almas, pero se encuentra ubicado en pleno Cuerno de África. Se trata de un emplazamiento tan estratégico como la salida del Mar Rojo, el punto en el que más cerca se encuentra la región africana de la península arábiga. Por ello, el asentamiento ha sido históricamente una plaza muy codiciada, controlada durante años por la administración colonial francesa. En los últimos años, Francia, Estados Unidos o las potencias petroleras del Golfo Pérsico han pugnado por afianzar su influencia en la zona. Este no sólo es el contexto en el que se desarrolla Pasaje de lágrimas, tampoco son sólo detalles fundamentales en el desarrollo de la historia, sino que el propio relato se convierte en la narración más agradable y menos farragosa de una situación geoestratégica tan compleja. Waberi aprovecha la trama para explicar todos estos detalles.
Djibril abandonó Yibuti quince años atrás. Lo hizo escapando de una experiencia familiar traumática y de un entorno en el que nunca se ha sentido querido. Por ello, en su fuero interno ha renunciado a su tierra natal. En realidad, el único personaje que se libra de la quema de su pasado, el único vínculo que mantiene a Djibril enraizado débilmente a su país es Assod, el abuelo del protagonista, que además es un lazo con toda una tradición. Abdourrahman A. Waberi deja muy claro desde un principio que Djibril huyó. Su regreso, para cumplir una “misión” como trabajador de una oscura agencia de información (léase, espionaje), le obliga a enfrentarse a sus propios recuerdos, a sus frustraciones y a la íntima convicción de que se comporta como un traidor.
El relato en primera persona del propio Djibril, se mezcla con el de su hermano, que misteriosamente conoce perfectamente todos los movimientos del otro protagonista a pesar de encontrarse encarcelado. Desde la distancia, ambos están conectados, probablemente, por los invisibles vínculos que unen a los hermanos gemelos; pero también por las cuentas pendientes que dejó la huida de Djibril y la profunda herida que dejó en su hermano. Esa dimensión humana, la crudeza de las reflexiones de los personajes en torno al desarraigo, al desamparo, a la frustración y a la búsqueda de sentido a una vida completamente desmantelada, se entrelazan con la trama de una novela de espías que se desarrolla entre servicios de inteligencia, integristas religiosos e intereses económicos. Y una pieza, que durante muchas páginas parece inconexa, el relato de los últimos días del filósofo Walter Benjamin, una figura que fascina al autor.
Pasaje de lágrimas exige atención y no es una lectura para nada ligera. Sin embargo, Waberi tiene la maestría de ir dando pinceladas, ir haciendo una serie de dibujos, de trazos parciales. Y tiene, sobre todo, la habilidad de obligar al lector a separarse lo suficiente para que esos trazos adquieran una forma bien definida. La historia, al finalizar el relato, es sorprendentemente redonda.
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[…] A. Waberi ya había demostrado en obras anteriores como Pasaje de Lágrimas, su afición por las narraciones a múltiples voces y por los hilos narrativos no lineales. En La […]
[…] A. Waberi ya había demostrado en obras anteriores como Pasaje de Lágrimas, su afición por las narraciones a múltiples voces y por los hilos narrativos no lineales. En La […]
[…] Yibuti es, sobre todo, el protagonista de esta novela. A través de Pasaje de lágrimas nos paseamos por un trozo de tierra desconocida, “una casilla esencial en el siempre cambiante tablero geopolítico”, un lugar que casi nunca se tiene en cuenta en las infografías ni aparece en los libros. “Un país que, a pesar de su tamaño, ha seducido gracias a su posición y su estabilidad a los grandes estrategas del Pentágono y a los hombres de negocio del Golfo Pérsico, con Dubái a la cabeza”. Cuando se habla de Yibuti, siempre se añade la coletilla “un pequeño país en el Cuerno de África” pero poco más. En 2012 tenía una población de 859.652 habitantes (parecida a la de Chipre), limita con Etiopía, lo que a menudo le ha valido el sobrenombre de “la playa etíope”, y se debate entre una identidad francesa, británica y árabe. Y de todo ello nos habla Abdourahman A.Waberi en su novela. […]
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