Waberi homenajea a Scott-Heron
Las referencias son todavía muy limitadas, de hecho hasta hoy mismo no ha llegado a las librerías; pero después de seis años de silencio, la reaparición del novelista yibutí Abdourahman A. Waberi con La divine chanson, ha llamado tanto nuestra atención que nos hemos visto obligados a dejarnos llevar por la ansiedad. En esta ocasión, Waberi ha sacado un pie de África, pero sólo uno, porque el otro es el que le sirve de apoyo, para homenajear a Gil Scott-Heron, el músico afroamericano conocido (aunque no demasiado) por el tema «The Revolution Will Not Be Televised» (La revolución no será televisada). Muchos de los raperos con más proyección le consideran uno de los padres del hip hop y sus canciones han dejado una huella profunda, sobre todo, en las comunidades afroamericanas y, sin embargo, no se trata de una gran estrella de la música y, para el público general, se podría decir que se trata de un absoluto desconocido. Esta aparente contradicción es la que ha deslumbrado al novelista yibutí.
En su gira promocional, Waberi ha confesado que sentía casi “una deuda” con su admirado Scott-Heron. Una deuda que se evidenció con la muerte del músico. El escritor explicaba recientemente en una entrevista a la cadena francesa Radio France International que comenzó la creación de esta historia de manera “involuntaria” en mayo de 2011, cuando conoció la noticia del fallecimiento de Scott-Heron y que durante estos más de tres años le ha movido una especie de complejo por no haber podido ver al músico sobre un escenario. Probablemente la última etapa del yibutí en Estados Unidos como profesor de la universidad George Washington le ha acercado más al artista y a las comunidades afroamericanas. Y le ha hecho, sobre todo, admirar la coherencia en la disidencia de Gil Scott-Heron. Waberi destaca el hecho de que el artista estadounidense ha huido del dinero, de la fama y de los manejos del marketing, ha eludido el star system para mantener un discurso constantemente revolucionario.
La divine chanson es realmente una novela, aunque según la confesión del autor muy aferrada a la figura real del músico y poeta afroamericano. Como un guiño a la recreación del personaje y para rehuir el tono biográfico, Waberi ha rebautizado a Gil Scott-Heron, como Sammy Kamau-Williams. Sin embargo, el resto del personaje está muy próximo a la realidad desde su entorno familiar, con una madre soltera y una abuela operando de criadora; hasta su trayectoria artística, con referencias a las canciones y los álbumes del músico; pasando por el itinerario escolar de Scott-Heron que le ha forjado como uno de los cantantes de la revolución por los derechos civiles después de haberse formado en un entorno carente del componente afroamericano.
“Todo es falso porque yo lo he inventado y todo es real porque Scott-Heron lo ha vivido”, confesaba recientemente Waberi en una entrevista en la cadena Africa Nº1 subrayando ese juego entre biografía y novela, entre ficción y realidad. El autor asegura que la parte ficticia es, precisamente, la narración, el punto de vista, mientras que los hechos son reales. Y una buena parte de la culpa de esta dimensión imaginaria la tiene el propio narrador de la historia, nada más y nada menos que un gato. Un gato que, por otro lado, también existió en la vida real del músico.
Abdourahman A. Waberi ya había demostrado en obras anteriores como Pasaje de Lágrimas, su afición por las narraciones a múltiples voces y por los hilos narrativos no lineales. En La divine chanson repite este esquema en el que el gato narrador, llamado Paris, mezcla la historia de Sammy Kamau-Williams (la representación de Scott-Heron) con su propio periplo de múltiples reencarnaciones que le ha llevado a conocer a otros grandes narradores y cantantes en diferentes partes del mundo. De alguna manera, Paris es una buena coartada para hablar sobre la espiritualidad y el misticismo que, en gran medida, vincula algunas partes de África, con el Caribe y la América negra.
La música es uno de los elementos que permite al novelista vincular las diferentes esferas americana, caribeña, francesa y, evidentemente, africana, para tocar diferentes problemáticas, desde esa evidente América negra, hasta la gentrificación de Nueva York o la idealización de una ciudad como París. Destaca, sobre todo, la parábola vital y la reflexión sobre la realidad de las comunidades afroamericanas, la certeza de ser negros como los africanos pero, de alguna, manera africanos diferentes. Pero Waberi, a través de la trayectoria contestataria de Scott-Heron, encuentra el espacio para criticar la industria musical más comercial y el capitalismo salvaje.
Escuchando a Waberi hablar sobre La Divine Chanson simplemente se nos encienden las ganas de poder leer la novela y su visión sobre la revuelta, sobre los nexos América-África y, cómo no, la habilidad del escritor yibutí de poner delante de nuestros ojos una fábula del siglo XXI. Sólo podemos desear que el año 2015 (que nos ha traído este esperado lanzamiento) nos aporte también una deseada traducción.