Volver a casa, la dignidad de los hijos de la trata
Con un enorme incendio que en una noche de 1760 arrasa la tierras de los fante (en la actual Ghana) comienza Volver a casa, primera novela de la estadounidense de origen ghanés Yaa Gyasi. Es una joya literaria. Una obra tallada con talento y rigor en la que la autora recrea la historia de sus antepasados a través de una saga familiar que progresa a lo largo de 250 años, desde aquel fatídico incendio de 1760. Esa misma noche llega al mundo la pequeña Effia, que unos años después será vendida como esposa a un militar británico que dirige el tráfico de esclavos en el castillo del Cabo, una de las fortificaciones de la ruta esclavista más emblemáticas del golfo de Guinea. Su medio hermana, Esi, nacerá en el seno de una importante familia del país asante y allí será capturada y almacenada como una bestia junto a otras mujeres en los sótanos del mismo castillo del Cabo para ser deportada como esclava al sur de los Estados Unidos. El relato está construido a partir del recorrido alterno de las dos ramas familiares y en cada capítulo, que podría constituir una novela en sí mismo, se nos presenta la historia de un nuevo miembro de cada uno de los linajes.
Se trata de una novela deliberadamente fragmentaria, cuya forma en sí misma constituye una metáfora de tantas vidas rotas y truncadas de las que solamente podemos ver pequeños fogonazos que quedan iluminados por unos instantes en la oscuridad de la historia y del olvido. El lector tiene que esforzarse en reconstruir y rellenar toda la trama que une esos fragmentos de vida que comparten los descendientes de Effia y de Esi, silenciados entre los recovecos de la historia.
Precisamente es Jo, nieto de Esi, quien siendo un bebé es entregado por sus padres a una esclava cimarrón para que pueda crecer como un hombre libre, el que expresa su angustia al pensar que toda su historia podría ser borrada:
A menudo a Jo le preocupaba que la línea que trazaba su familia se hubiese interrumpido, perdido para siempre. Que no pudiera llegar a saber quiénes eran los suyos, y los antepasados de los suyos, y que, si había historias que contar sobre su procedencia, se quedase sin oírlas.
Gyasi se ocupa de que esto no suceda y, además de ofrecernos la potente historia de una saga familiar, nos brinda un panorama general en el que pueden enmarcarse las historias de otras tantas familias que compartieron una terrible comunidad de violencia, injusticia y sufrimiento a lo largo de los siglos.
Y es justamente la continuidad de esta violencia física, mental e institucional, su huella imborrable en los cuerpos, en el pensamiento y en la historia lo que sobrecoge al lector, que sin duda, no está acostumbrado a leer la realidad desde este punto de vista. Una vez abolida la esclavitud el rumbo de la historia de los africanos y de sus descendientes no parece cambiar sustancialmente, tras haber sufrido la degradación física y moral de la esclavitud, se enfrentan a una sociedad profundamente racista que no parece dispuesta a convivir con sus antiguos esclavos en pie de igualdad.
Sin embargo, Yaa Gyasi no se recrea en el drama, sino que nos muestra una increíble historia de dignidad humana, de resiliencia y de fuerza. Los diversos protagonistas de la novelista de origen ghanés, tanto hombres como mujeres, son personajes a menudo vencidos pero nunca humillados. Son hombres y mujeres que se rebelan y que a lo largo de siete generaciones van, progresivamente, liberándose de un destino impuesto por otros.
Así, en la época colonial de Costa de Oro, en la actual Ghana, un descendiente de Effia, el profesor Yaw, les explica a sus alumnos cuáles son las relaciones entre saber y poder:
Creemos al que tiene el poder. Él es quien consigue escribir su historia. Por eso cuando estudiáis historia, siempre debéis preguntaros: “¿De quién es la versión que no me han contado? ¿Qué voz fue silenciada para que ésta se oyese?” Cuando hayáis respondido a eso, debéis encontrar también esa otra historia.
Mientras tanto, al otro lado del océano, Sonny vive confinado en el Harlem de los 50 y relee Las almas del pueblo negro, el clásico de W.E.B. Du Bois, mientras está encerrado en un calabozo por haber participado en una marcha contra la segregación. La novela se cierra en la época contemporánea y nos propone el inicio de un nuevo camino, una nueva ruta que se abre hacia el cambio, la esperanza y el futuro.
Sin embargo, a pesar del claro compromiso histórico que hila toda la novela, Volver a casa es ante todo una historia de personas que aman, sufren, luchan y viven. El lenguaje de Yaa Gyasi es directo y poético al mismo tiempo. Excita los sentidos del lector recurriendo al tacto, al sabor y al olfato y transmite una fuerte sensualidad en la que el color y la textura de la piel oscura son protagonistas. Los paisajes que los rodean, naturales o urbanos se llenan también de matices sensoriales que nos permiten transportarnos a los inmundos calabozos del Castillo del Cabo, la tierra roja y cálida de los asante, la oscuridad de las minas de Pratt City o la hermosa bahía de Chasepeaky.
No nos atrevemos a poner una etiqueta a la escritura de Yaa Gyasi, pero sentimos que de alguna manera la escritora ghanesa forma parte de este grupo de poderosas voces femeninas, que como Chimamanda Ngozi Adichie o Arundhati Roy, provienen de países que fueron colonizados por las potencias europeas. Esta escritura de mujeres nacidas en los territorios de las antiguas colonias ha llegado para quedarse y para que podamos leer la historia desde un punto de vista doblemente diferente.
Teresa Álvarez Martínez
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- Volver a casa, la dignidad de los hijos de la trata - 28/02/2018
Hacía mucho que no disfrutaba tanto leyendo un libro. Un relato fantástico de principio a fin que hace sentirte parte de cada fase de la historia. Increíble, una de mis lecturas favoritas.