Amani Festival, música por la paz

Lokua Kanza durante su actuación en el festival Amani / Foto: Patrick Garety

Lokua Kanza durante su actuación en el festival Amani / Foto: Pádraic MacOireachtaigh

El pasado 14 de febrero la ciudad congoleña de Goma se dispuso a bailar y combatir su convulsa reciente historia. El Festival Amani sustituyó durante tres días el recuerdo de los misiles y los disparos se convirtieron en música y algarabía. Tres días tocando por el cambio, tres días cantando por la paz.

Parcialmente destruida por la erupción del volcán Nyiragongo en 2002, asediada por el movimiento rebelde M23 en noviembre de 2012 y epicentro de un brote de cólera, Goma no ha sido ajena a la tragedia humana. Situada en el este de la República Democrática del Congo y capital de Kivu del norte, su población está poco acostumbrada a las buenas noticias.

“Ha sido un sueño que ahora es una realidad”, decía Guillaume Balume, uno de los organizadores de un festival que tampoco ha tenido un camino fácil. La apuesta de varios jóvenes locales se truncó el pasado agosto cuando con todo preparado para la inauguración del festival una lluvia de misiles se apoderó de la ciudad. El primer intento de celebrar el Amani se canceló y sólo un pequeño concierto tuvo lugar para honrar la memoria de los fallecidos.

Goma escribe su diario en los titulares de prensa internacional y para muchos extranjeros es un lugar que justifica la imagen de un Congo oscuro, el de la guerra, el del rey Leopoldo de Bélgica. Para otros, es el lugar de trabajo de legiones de personal humanitario que salta de una zona de crisis a otra. Una ciudad donde las divisiones étnicas y lingüísticas se arraigan en la realidad cotidiana haciendo imposible saber si son la causa o los síntomas de la injusticia vivida.

Sin embargo, el festival Amani, cuyo significado es paz en swahili, sirvió como encuentro que para unir, compartir y pacificar.

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“La gente me decía que había pasado mucho tiempo desde la última vez que se habían sentido tan bien juntos”, explicaba Anne-Laure Van Der Wielen, otra de las organizadoras del festival, quien apuntaba que Goma también puede luchar para ser como otra ciudad cualquiera.

El estadio MWANGA dio la bienvenida a más de 25.000 personas durante todo festival, acogiendo estilos musicales para todos los gustos. Decenas de bandas locales, así como de Ruanda y Burundi, y distintos grupos de danzas tradicionales de diversas etnias de la región, se hicieron escuchar en el escenario. Albert Kulu, Mani Martin o Fal-J  trajeron su música a unas tablas que incendiaron Lexxus Legal y el artista local Innoss´B.

Lexxus Legal, uno de los iconos del hip hop congoleño, lanzó sus audaces y directas letras a la audiencia. Su visión sociopolítica del Congo demuestra que además es uno de los activistas más comprometidos con los Derechos Humanos en su país. Él fue el encargado de cerrar el primer día del festival.

El sábado comenzó con las actuaciones de artistas procedentes de la propia Goma como Maraben que rapeó para espabilar a los presentes en el primer turno de la mañana mientras que Pinochet se preparaba para un concierto de R´n´B francés y swahili. Con sus ritmos poperos, Innoss´B se metió al público en el bolsillo para finalizar la segunda jornada. Este joven de Goma de tan sólo 16 años, que grabó el tema de promoción del festival, se ha convertido en toda una revelación en su país y ya ha tenido la oportunidad de trabajar con artistas como el senegalés Akon.

Innoss´B, además, protagonizó uno de los momentos del festival cuando invitó al representante de la ONU en la República Democrática del Congo, Martin Kobler, a marcarse unos pases de baile durante su actuación. Probablemente fue la recepción más cálida que ha recibido Kobler en el Congo, quien asistió al festival para «transmitir personalmente el mensaje de los jóvenes» de la ciudad de Goma.

Amani también sirvió para que otros artistas se reencontraran con su país como fue el caso de Jessica Kiil quien desde 1993 reside en Oslo. Con su música pegadiza y sus bailes atrevidos y sensuales animó a la audiencia en la tarde del viernes. Alicios Theluji voló desde Suecia para tocar en su Goma natal, ya en el domingo, y recordó emocionada el placer de cantar delante de su abuela que se encontraba entre el público. Su actuación precedió al afrosoul del ruandés Mani Martin, que sirvió como aperitivo para la clausura del festival de la mano de Lokua Kanza.

Antes de que llegase la noche Amani disfrutaba del cabeza de cartel y el artista más relevante que pasó por su escenario. Lokua Kanza llegó con su repertorio de canciones suaves y temas como Plus Vivant contrastaron con los estilos de las jornadas anteriores. Kanza realizó colaboraciones con otros artistas como la propia Jessica Kiil o Innoss´B en una actuación que fue escuchada desde el exterior por los muchos que no pudieron ingresar al recinto. La organización no tuvo más remedio que cerrar el estadio ante la avalancha de personas que se aglomeraban para escuchar al que es uno de los músicos más importantes del Congo.

La timidez con la que arrancó el festival el viernes se fue despejando durante el fin de semana para acabar en un hermanamiento donde todos los asistentes bailaron y cantaron cómodamente.

Poco antes de las seis de la tarde, el festival Amani echaba el cierre todavía con el sol en lo alto el tiempo suficiente para que la audiencia pudiera caminar a casa antes de la llegada de la noche. La meteorología acompañó durante todo el fin de semana y la única nota negativa fue la vuelta a la rutina. “Ha terminado demasiado pronto”, decían muchos de los asistentes quienes remarcaban cómo la ciudad de Goma puede ponerse en pie junta, puede cantar y pasarlo bien.

Goma demostró que bajo un contexto de guerra, de diferencias étnicas y avasallamiento, la música puede ser el medio que ayude al restablecimiento de la paz.

*Este artículo no hubiera sido posible sin la estimable ayuda de Pádraic MacOireachtaigh. Él fue los cinco sentidos de Wiriko en Amani Festival.

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Javier Domínguez

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y periodista freelance asentado en Sevilla. Ha vivido en Chile, Malawi y el Reino Unido y colabora con varios medios como El País, eldiario.es y El Salto. Escribe sobre temas de actualidad, cultura, desarrollo sostenible, derechos humanos, viajes y gastronomía.
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