Fatoumata Diawara, insospechada energía para La Mercè 2013
El programa de las fiestas de La Mercè de Barcelona anunciaba para el pasado viernes una actuación de la artista malí Fatoumata Diawara en la Plaça de la Catedral. El escenario estaba preparado para la previsible tranquilidad de un concierto marcado por la suavidad de la voz de la cantante y sus ritmos basados en la música Wassoulou de su región de origen aliñados con reminiscencias soul o jazz. Sin embargo, los asistentes se encontraron con un directo que desprendía una energía inesperada. En realidad, Diawara desbordó los preparativos de la propia actuación, es decir, las sillas preparadas para disfrutar cómodamente de un concierto en formato recital se convirtieron en un estorbo cuando la malí contagió inevitablemente el ritmo a la afluencia. A pesar de que el repertorio estaba, casi, íntegramente basado en su disco Fatou.
Fatoumata Diawara va dejando entrever algunas de sus características durante su actuación. La cantante malí parece predestinada para el arte. Seguramente, sería controvertido intentar defenderlo racionalmente, pero parece que Diawara lleva la sangre la capacidad para expresarse, para transmitir creando cosas que además son bellas por sí mismas, que mueven, que llegan, que contagian y convencen en una parte oculta del cerebro del público. Baila, canta, declama y tiene una presencia en el escenario que sobrecoge y atrapa al mismo tiempo.
El espectáculo de Diawara no es sólo música, sino una combinación de lo que se considera artes escénicas. Cada elemento, cada pieza cumple su discreto papel para acabar enganchando a quien lo observa y lo vive. El espectáculo de Diawara ni siquiera es sólo arte, porque también tiene mucho de compromiso, de principios y de preocupaciones, sobre todo, sociales. La artista malí, no se ha olvidado de su propia experiencia, de lo duro que resulta abrirse paso lejos de casa.
Seguramente por eso, uno de los momentos más emotivos del concierto fue una versión, mucho más enérgica de la que se puede escuchar en su disco, de la canción “Clandestin”. La cantante dedicó la canción a sus “hermanos clandestinos”, con un discurso tan simple como escalofriante en el que había perlar para todos. A los asistentes les recordó que se trata de una generación “que busca, que trata de aprender”; a los propios destinatarios del tema les mostró su cariño y les advirtió que África les necesita; y a los responsables políticos tanto africanos como occidentales les avisó “si no pueden viajar, que les dejen construir su futuro”. A partir de ahí, Diawara condujo a la plaza entera, de una manera casi inconsciente, a seguir el ritmo de “Clandestin” con las palmas en un acto de absoluta aceptación.
Últimamente Fatoumata Diawara ha mostrado una implicación sin matices y ha participado en numerosas iniciativas relacionadas con la situación que se estaba viviendo en su país natal, Mali, primero con la revuelta en el norte, el golpe de estado después y la guerra abierta que incluyó la intervención de las fuerzas armadas francesas. Algunos artistas malís, entre ellos Diawara, han exigido a través de la música la restitución de la paz en su país. Y el pasado viernes, en la plaza de la Catedral de Barcelona, en un escenario impactante con la fachada del edificio iluminada y una luna casi llena como involuntaria convidada, Fatoumata encontró el momento para volver a cantar a la paz. Lo hizo a través de “Kele” y con la exigencia de que “África necesitan paz para sus niños”. Un tema que además propició el momento para el lucimiento de los músicos de la formación de Diawara, con bajo, guitarra, batería y percusión.
En todo caso, “Alama” llevó a la plaza el momento culminante de la comunión. Diawara consiguió que entre los asistentes sólo se viesen cabezas, ya no quedaba nadie sentado en las sillas que se habían preparado. Fue la danza la que operó el milagro. Mientras la cantante malí, que a esas alturas de concierto se había despojado de cualquier distancia respecto al público, hacía un alarde de baile y giraba recordando a los derviches turcos el público no pudo menos que verse capturado por la magia del África Occidental. En este caso, el trance no tenía una dimensión mística, sino que tuvo mucho más que ver con el encuentro de culturas que se basa en la curiosidad y la admiración.
En ese momento, Diawara había ganado definitivamente. No es una artista de masas así que es de suponer que muchos de los asistentes jamás hubiesen escuchado a la malí, quizá ni siquiera habían oído nada parecido y por ello la cantante dio la puntilla con el componente pedagógico de la noche. Comenzó presentando el tema en medio de la euforia “como un ritmo africano, un ritmo muy antiguo, un ritmo de mi pueblo, el ritmo Wassoulou”. “Este es un ritmo que os traigo a todos vosotros. Nosotros sonreímos, no lloramos. Os traigo este ritmo porque la música es para todo el mundo”, continuó en la presentación convirtiendo las fronteras y los prejuicios en lo que realmente son: rayas en un trozo de papel, unas; muestras de la ignorancia, los otros. Y así fue como el ritmo Wassoulou colonizó la plaza de la Catedral. Diawara aún tuvo que hacer un bis por exigencia popular antes de que la afluencia comenzase a dispersarse en una mezcla de sorpresa, satisfacción y euforia.
Muy de acuerdo con la crónica: Fatoumata tiene una energía y un carisma capaz de mover masas.
Os dejo un pequeño vídeo que grabamos para el blog de Cabeza de Gallo. Un saludo!
http://www.youtube.com/watch?v=26hYRtL4f4w
Esta mujer malien es absolutamente genial…, te deja boquiabierto! Awasome!!! Peace for Mali..!
Fantástica Fatoumata..!!!