Funk y Revolución en Somalia (I)
Faldas cortas, pantalones de campana, pelo afro y ganas de vivir la noche. No, no estamos en una discoteca de Estados Unidos en 1970. Estamos en Somalia, donde la escena musical vivió durante las décadas de 1970-1980 su mejor época. En aquellos años se mezclaron diferentes estilos musicales, tal y como había ocurrido en Etiopía durante el reinado de Haile Selassie con el Ethiogroove. Sin embargo, en Somalia la música que se convirtió en un éxito en las salas de música y bares no fue el Jazz, fue el Funk.
El Cuerno de África vivió una explosión cultural sin precedentes, con su epicentro en Mogadishu. La capital del país llegó a ser conocida como la Perla del Océano Índico, no sólo por la belleza de sus calles, sino por la agitadísima vida cultural que se desarrolló, marcada por la música funk y disco. Multitudes de hombres y mujeres, sin importar su religión y origen, bailaban con ganas en los clubes nocturnos de los hoteles frente a la playa de la ciudad como el Al-Uruba y el Juuba. A estos espacios se unieron teatros, cines y salas de baile que se acabaron convirtiendo en un referente del África Oriental. Los nuevos artistas se unieron a una tradición cultural que los pueblos somalíes habían transmitido de forma oral durante siglos. Poesía y música seguían siendo, sin lugar a dudas, las reinas de las noche.
Desde principios de 1970 se inició un proceso de fusión musical impulsado desde las más altas instancias del poder. El nuevo régimen revolucionario, instaurado por el General Mohamed Siad Barre en 1969, tenía claro que uno de sus objetivos era “modernizar” Somalia. Para borrar esa imagen “tradicional” el régimen utilizó la renovación cultural como una muestra más del nuevo desarrollo del país. Bajo un régimen de corte socialista, toda la industria cultural quedó en manos del Estado, marcando las tendencias musicales a su antojo. Así, el régimen de Barre controló fuertemente toda la industria musical, incluida la radio estatal, lo que le permitió también censurar a aquellos artistas que podían resultar demasiado críticos.
En ese momento se inició un proceso que incluyó la música “tradicional” con ritmos más actuales. Con el claro objetivo de globalizar la música somalí, se superpusieron géneros extranjeros. Sin duda las que más éxito tuvieron fueron el funk y el disco, pero otras corrientes también marcaron el género musical somalí como el jazz, el ethio-pop, el reggae o incluso las melodías de los musicales de Bollywood, como la cantante Aamina Caamari, con su éxito Rag Waa Nacab iyo Nasteexo traducido como “Los hombres son crueles y amables”.
No obstante, no fue solo Mogadishu el centro de esta explosión musical. Otros espacios urbanos como Kisimayo en el sur del país o Hargeisa, en el norte, también desarrollaron una escena cultural formidable. De hecho, Hargeisa se la conoció en aquellos años como “hoyga sugaanta” que se podría traducir por algo como “el refugio de la música”. La década de 1970 vio el nacimiento de numerosas bandas locales que consiguieron triunfar como Iftiin Band, que contó con la maquinaria estatal para lanzar su carrera, Waaberi Band que sorprendió con algunos de sus hits al mezclar también afrobeat, o Sharero band que además de compartir el afrobeat, contó con raíces reggae y ciertas pinceladas bollywoodienses. No podemos olvidar al grupo Shambal que con el pelo afro y sus míticas chaquetas doradas, se hicieron un hueco en la noche somalí.
Las mujeres no se quedaron atrás y su presencia en las salas de conciertos fue creciente desde 1970, un acontecimiento que también tuvo que ver con las políticas de igualdad lanzadas por el régimen socialista. Algunas de las principales representantes fueron Khadra Daahir, que formó parte de la banda Waaberi o Hibo Nuura que inició su carrera como adolescente ya en 1968 y que fue cantante en el mismo grupo. Igualmente en esa década brilló la cantante Faynuss Sheikh Dahir.
Esta explosión cultural tuvo mucho que ver con las políticas educativas lanzadas por el autoritario régimen socialista que consiguió frenar el analfabetismo. En sólo una década el porcentaje de personas alfabetizadas pasó de un 5% a un 24%, permitiendo a muchas de ellas acceder a la educación secundaria. Varios de esos institutos se convirtieron en escuelas de arte que permitieron aumentar la formación de arte dramático, música, literatura… permitiendo que el florecimiento cultural continuara durante la década de 1980. Eso explicaría por qué el panorama musical logró mantener la calidad y el favor del público.
A los grupos nacidos en 1970 se unieron otros como Dur Dur Band que se convirtió en el grupo favorito de Somalia. A los ritmos funk y disco de la década anterior se unieron otros estilos como el pop americano o el soul. Esto les permitió competir con la música pop más internacional que desembarcó en Somalia de la mano de la alianza firmada entre Mohamed siad Barre y la Administración Carter. Las voces de Michael Jackson o Lionel Richie, por ejemplo, se extendieron rápidamente por todas las emisoras. Sin embargo tuvieron que competir con voces nacionales femeninas como Magool, cuyo concierto “Mogadishu and Magool” sigue marcando el recuerdo musical de aquella época o Danan Harageysa y su mítico Uur Hooyo, “Vientre materno” , que triunfó también en 1987.
Sin embargo, todo aquél desarrollo cultural saltó por los aires a finales de la década de 1980. Diferentes grupos armados comenzaron a tratar de derrocar el régimen y este respondió con una durísima represión que acabó en una guerra civil cuya crueldad llegó a arrasar ciudades enteras, como Hargeisa. Muchos de aquellos artistas que una vez recogieron los aplausos de sus conciudadanos en las salas de Mogadishu, tuvieron que huir del país. Enviando así al exilio la herencia musical que durante dos décadas había conquistado Somalia y había eclipsado al Océano Índico.