Kàddu Yaraax: Teatro del oprimido Dakar-Barcelona
Según Augusto Boal el Teatro del Oprimido es “un conjunto de ejercicios, juegos y técnicas teatrales que sirven como instrumento eficaz en la comprensión y la búsqueda de alternativas para problemas sociales e interpersonales. Sus vertientes pedagógicas, sociales, culturales, políticas y terapéuticas proponen transformar al espectador (ser pasivo) en protagonista de la acción dramática (sujeto creador), estimulándolo a reflexionar sobre el pasado, transformar la realidad en el presente e inventar un futuro”. A pesar de haber nacido en Brasil, esta disciplina no tiene fronteras, como demuestra Mamadou Diol, responsable del grupo senegalés Kàddu Yaraax.
Desde hace casi veinticinco años, Kàddu Yaraax utiliza el teatro como una herramienta de trabajo en la comunidad. Sensibilización, reflexión, construcción y transformación son algunos de los elementos que aporta su actividad en el barrio popular de Hann (conocido entre sus vecinos como Yarakh), situado en Dakar, la capital senegalesa. Desde 1990 un barrio modesto de una capital africana se ha visto azotado por infinidad de retos y en Yarakh les han dado salida a través del teatro. Al principio, según Diol, no eran conscientes de que estaban haciendo Teatro del Oprimido, simplemente ponían en el escenario sus necesidades. “Para nosotros no ha sido una elección, sino una imposición de la realidad”, explica el director del grupo.
Diol ha estado en Barcelona unos días, ofreciendo un taller sobre teatro del oprimido y teatro fórum en colaboración con La Xixa Teatre.
“Empezamos haciendo un teatro en bruto, sin nombre y sin una reflexión previa. Era nuestra manera de expresarnos porque estábamos viviendo con diferentes problemas y teníamos que hacerles frente. Trabajábamos con los elementos que conocíamos y hablábamos sobre los problemas que nos preocupaban”, comenta Diol aprovechando su visita a la Ciudad Condal. Se refiere a la contaminación, a la urbanización salvaje e inhumana en algunas zonas de Dakar, a la pobreza, la salud, la transmisión del VIH o los problemas a los que se enfrentaban los pescadores ante el agotamiento de los recursos marinos, en un barrio en el que son mayoría.
De ese teatro como necesidad y sin apellidos, explica Diol, Kàddu Yaraax pasó al teatro de sensibilización (sobre todo en temas de salud y de pobreza) y de ahí al teatro de intervención política. El contexto lo deja claro: Yarakh estaba absorbiendo el éxodo rural, al mismo tiempo que combatía la devaluación de la moneda y sufría los Planes de Ajuste Estructural de las instituciones financieras internacionales, que se conmovía ante el genocidio de Rwanda y se indignaba ante las dificultades para conseguir visados. En ese escenario la comunidad necesitaba hablar, expresarse para evitar reventar. Y encontró la manera a través del teatro. Era una necesidad tan imperiosa y tan poco exclusiva de Yarakh que pronto se extendió por toda la región de Dakar y Kàddu Yaraax se convirtió en referente para muchos grupos que surgían aquí y allí.
Del teatro de intervención se pasó al teatro seguido de debate y de ahí, al último paso, el teatro fórum. Entre tanto se ha ido construyendo la compañía sobre sí misma, pero también la propia comunidad y la relación entre ambos. Mamadou Diol reconoce que en algunos momentos Kàddu Yaraax ha tenido confrontaciones con la comunidad, sobre todo, cuando intentaban sensibilización en materia de salud reproductiva. Pero lo cierto que es que según Diol “había que buscar el equilibrio”. Hoy la compañía está integrada en la comunidad, pero esta ha entendido que la compañía tiene que tener cierta distancia que le de la libertad necesaria para desarrollar su actividad.
El compromiso social de la compañía es indudable. Diol recuerda divertido una ocasión en la que hicieron acopio de papel para entregarlo en las embajadas europeas en Dakar, porque al parecer había un problema “de papeles”. El director ha trabajado recientemente también en una pieza sobre el acaparamiento de tierras, después de que se produjese en su propio país un amenazador estallido social. Ahora, los posicionamientos de la compañía muestran una evidente vanguardia, ya que el director confiesa que está preparando una pieza sobre interculturalidad. Hablará sobre la llegada a la comunidad de un nuevo pescador… el golpe de efecto es que ese forastero, buen trabajador, será ¡blanco!
Para Mamadou Diol el potencial de este teatro comunitario de intervención, con afán de transformación es muy poderoso. “Es un teatro muy visual y en lenguas nacionales. Y, sobre todo, es un teatro popular, en el que la población se siente identificada, los actores son los vecinos, la lengua es la de uso habitual y el vestuario es totalmente local. Hablamos de forma africana, usamos proverbios, canciones, bailamos, hacemos música”, explica Diol. En este mismo sentido, el director se confiesa heredero del teatro tradicional y eso en lo que se diferencia el teatro del oprimido que ellos hacen con el que se hace en otros lugares: “El teatro es una parte de la oralidad que en nuestros pueblos está muy presente. Guardamos los colores, la forma africana de hablar, de pensar, de vestirse. Compartimos la idea, la intervención activa y el procedimiento de presentar nuestra preocupaciones pero lo hacemos con características africanas concretas”.