Konono meets Batida: el ruido que llegó de Kinshasa
*Entrevista realizada por Xaime Fandiño a Batida antes del concierto de «Konono meets Batida» en Pirineos Sur (julio 2016)
En 2005 Konono No.1 rompieron el tablero de los ritmos globales. Desde Kinshasa, capital de la República Democrática del Congo, su primer disco, Congotronics (Creammed Discs, 2005) inventó un sonido nuevo. A partir de un instrumento tradicional del folclore congoleño, el likembe, y con una amplificación artesanal construida con piezas recicladas en desguaces, viejas pastillas de guitarra, planchas metálicas… presentaron al mundo el trance-afro-house del futuro. Repeticiones obsesivas, samplers histriónicos, cantos de llamada-respuesta y el hecho identitario fundamental de su música: likembes autoamplificados en distintas tonalidades. Ese cóctel de ruido atávico, repetido de manera hipnótica y descacharrada, los impulsó desde su Congo natal, donde llevaban más de cuatro décadas tocando en bodas, fiestas y celebraciones, a los escenarios de todo el mundo, comparados con una versión africana de la Einstürzende Neubauten y atravesados por una recodificación del gusto tradicional congoleño hacia el ruidismo inclemente.
Konono son de Kinshasa, pero provienen de la etnia bakongo, que vive entre el Congo y Angola. Hay similitudes entre los ritmos que utilizan Konono y algunos de los tipos de música angoleña como el kuduro o la semba, que inspiran la música del productor y músico angoleño-portugués Pedro Conquenão, conocido como Batida. Esa cercanía sonora, y el gusto de Batida por los sonidos más ásperos e incómodos de la diáspora lusófona y sus alrededores, hizo que su encuentro fuese cuestión de tiempo: “conocí a Konono a través de las ediciones que Creammed Discs hicieron hace unos años, reeditando material antiguo y editando cosas nuevas de la banda. Ahí fue cuando los descubrí, a pesar de que ya llevaban tocando varias décadas”.
Y surge el flechazo. Batida empieza a pinchar algunos de sus beats mezclados con temas de Konono en el programa de radio que tenía en la radio pública portuguesa. “Me gusta mucho el sonido de la kalimba, en este caso convertida en likembe, y por eso empecé a hacer esas mezclas. De ahí todo vino corrido. Marc de Creammed Discs las escuchó y enseguida pensó en la posibilidad de complementarnos, de empezar a tocar juntos. Me preguntó si estaría interesado en producir el disco nuevo de los Konono, y le dije que sí, pero que antes quería conocer personalmente a la banda. Estuvimos conviviendo durante dos semanas en Lisboa, escuchando su material nuevo, grabando… Yo fui introduciendo algunos elementos innovadores: una batería electrónica, algunos subgraves, un sintetizador que ahora utilizamos en los conciertos, algo de programación… La idea fue intentar hacerles salir de su territorio habitual para posibilitar una cierta mezcla, una sonoridad nueva”.
Además de la presencia de Batida en la producción, Konono meets Batida (Creammed Discs, 2016) se compone con otras colaboraciones que imprimen una identidad transfronteriza al disco: en “Nleve Kalusimbiko” el poeta guineano AF Diaphra pone voz y Papa Juju, de la banda lisboeta Terrakota, guitarras. “Yambadi Mama” brilla por una preciosa interpretación de Pauline Mbuka Nsiala, que se desvanece en una improvisación de likembe que arrastra al ensimismamiento. Selma Uamusse aparece en “Bom dia” una canción cruda que deja de lado el likembe en favor un esqueleto de percusión y palmas. Y “Kuna America”, construida sobre un patrón de staccato de likembe que se propulsa frenético. A falta de mejor definición, digamos que todo encaja en un esquema de polirritmos festivos que celebran un carnaval enloquecido, donde el ruido es la melodía de paz que nos eleva.
El trazado postcolonial de los ritmos globales
“En la mayor parte de los países de África los grupos no viven necesariamente de las grabaciones, viven de las actuaciones en directo. La necesidad de grabar no es una necesidad obvia en el continente africano. Hay excepciones. Sudáfrica por ejemplo tiene una industria discográfica enorme, Ángola también; pero hay muchos países en los que lo importante es ver a los grupos en directo. Después, cuando llegas a Europa, a EEUU, surge la necesidad de tener música grabada. Si no ningún programador se va a interesar por ti. Entras a formar parte de las reglas de la industria, de la lógica europea y estadounidense. Para salir de África tienes que empezar a jugar a ese juego”, explica Conquenão. La historia viene de lejos y se repite una y otra vez. Desde los años 80 los ritmos del mundo cautivan el gusto del público occidental, se asimila la diferencia y se genera un plusvalor al introducirlos en la rueda del mercado global. Konono No.1 no escapan a este esquema. Conjunto excéntrico solo conocido por unas cuantas grabaciones en directo que llegan a manos de un productor entusiasta que los lanza a la fama internacional. En este caso el productor fue Vicent Kenis, quien tardó más de diez años en dar con Mingiedi Mawangu, líder de Konono fallecido en 2015 a los 85 años de edad.
“Yo personalmente no veo la necesidad de grabar. Para mi lo importante es comunicar. La necesidad de grabar la música no surge como una necesidad de los músicos sino de la industria, que se convirtió en una máquina de hacer dinero, y que muchas veces no repercute en los músicos. A veces sí es interesante el punto de vista conceptual de las grabaciones, que te permite hacer construcciones más complejas que el directo, pero es una transformación que se da desde que surge la industria, y que antes el músico no tenía”.
El debate es un clásico entre los etnomusicólogos: de la descentralización radical de la industria y la apertura a lugares inexplorados al ejercicio de producción y consumo de la diferencia, que diluye la autenticidad y perpetúa relaciones postcoloniales de poder. Si bien parece que hoy en día, la labor de pequeños sellos como Creammed Discs trascienden esta pugna en favor de una recuperación sostenible de la ética y la estética de los sonidos más crudos de África, véase Omar Souleyman, Group Doueh y los propios Konono No. 1. Además estos últimos le azotan un buen golpe al legado postcolonial reciclando antiguos megáfonos belgas Lance-Voix heredados del imperio y convirtiéndolos en máquinas de hacer ruido. Precioso detournement.
“Pienso que el principio de la música de Konono tiene que ver con la danza y con las las personas juntándose como en cualquier aldea de África. Evidentemente tiene una carga electrónica, una influencia urbana, pero la idea que está por detrás es el encuentro, el baile. Y ese es un principio universal. Todas las aldeas, antes de haberse transformado en ciudades confusas, se construían alrededor del baile, del encuentro, fuese para una boda, para un funeral, para dar una noticia… Y esa música hecha para el encuentro creo que funciona en cualquier país del mundo. Aunque no entiendas las letras, aunque no sepas la historia que está por detrás, hay emociones más universales. Y el ritmo es una de ellas”.
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