B-boys africanos: vivir para bailar y bailar para vivir
Se ha hablado mucho ya de las músicas de ida y vuelta, pero esta vez queremos fijar la mirada en un baile de ida y vuelta, en una cultura urbana y global muy visible en las ciudades africanas contemporáneas: el hip hop. Etimológicamente hablando ‘hip’ es sinónimo de ‘ser guay’ y ‘hop’ se refiere al baile; así que dejando de lado su riqueza musical, estética o sus múltiples subgéneros –como el Hiplife ghanés, por ejemplo-; hoy queremos hacer hincapié en el baile y las oportunidades que éste ofrece a sus adeptos. Y sobretodo, dar el protagonisto a los B-boys o bailarines de breakdance africanos.
De origen afroamericano e influencia cultural norteamericana, francesa o jamaicana (muchas veces el reggae o el ragamuffin se mezclan con hip hop en África), la maleabilidad y capacidad de absorción de distintas expresiones culturales que tiene intrínsecamente el rap (término comercial para describir el hip hop), es una de las características que ha permitido su asentamiento en subsuelo africano desde la década de los 80. El baile es una de sus principales manifestaciones, adoptado y reapropiado por la juventud de la era post-independencia como un medio de expresión propio, un instrumento de comunicación y una forma de entretenimiento para las capas más vulnerables de la sociedad.
El Krump en África:
El fotógrafo estadounidense David LaChapelle produjo en 2005 ‘Rize’, un documental sobre el Krumping (un estilo de baile más «brusco» dentro del Hip Hop, caracterizado por expresar la rabia, la frustración o la violencia de una manera pacífica y positiva) dónde se apunta a una íntima relación entre este subgénero de baile y otros estilos africanos. Se trata de estilos que se alimentan de raíces africanas y que retornan, para ser re-adaptados y seguir evolucionando a través del ingenio de las nuevas generaciones que se van incorporando al movimiento. El fenómeno del Krumping ha arraigado ya en diferentes partes de África, no solo como una forma de vida, una cultura, una estética o una filosofía, sino también como un medio con el que ganarse la vida y una herramienta para la cohesión social.
Cultura callejera y empoderamiento juvenil:
Pero aunque el hip hop se asocia a la marginalidad, hay que matizar que las primeras generaciones africanas en adoptarlo fueron estudiantes de secundaria, gente en contacto con turistas y extranjeros o hijos de la clase media, que generaron un nuevo acercamiento a la globalización musical. Reunidos en “crews” o pandillas, se organizaron como auténticas escuelas callejeras, dónde el imperativo de “compartir” lo aprendido se hizo necesidad. El empoderamiento de la juventud se convirtió en el objetivo primordial para mejorar las condiciones sociales de los niños de la calle; y el carácter transnacional, transcultural, cosmopolita, unificador y transformador del hip hop se convirtió en una herramienta de solidaridad imprescindible para la juventud africana contemporánea. Actualmente podríamos citar decenas de iniciativas, crews, proyectos y organizaciones que trabajar la educación de las habilidades para bailar hip hop como recurso para el empoderamiento juvenil. Sin embargo nos centraremos en tres de ellas.
- Rwanda, Liberia y Uganda, tres iniciativas sociales en torno a la cultura Hip Hop:
Cualquier día como hoy, en las afueras de Kigali (capital de Rwanda), Monrovia (capital de Liberia) o Kampala (Uganda), masas de niños y adolescentes aplauden las contorsiones de compañeros suyos, si no es que son ellos los que se doblan para quedar con la cabeza apoyada en el suelo y las piernas alzadas en forma de V. El silencio de la audiencia acoge el chirrío de la goma de las zapatillas, junto a la respiración acelerada del que pelea contra el suelo. No se trata de un espectáculo puntual, tampoco de un juego infantil. O al menos, no se trata sólo de eso.Todos ellos están dentro de diferentes proyectos educativos que utilizan el Hip hop para lograr el empoderamiento juvenil.
Por un lado, en Kigali, nos encontramos con un proyecto del londinense Catalyst Rwanda destinado a la infancia en riesgo de exclusión social, promovido por la organización Les Enfants de Dieu y con el apoyo del Ishyo Arts Center. Este programa representa una posibilidad de reintegración social para los jóvenes sin techo que viven en la casa de acogida que les proporciona la organización, dónde han encontrado en el brakedance o el B-boying un nuevo camino hacia la felicidad.
El hip hop, que nació y creció en las calles, forma parte de una cultura de intercambio, de diversión, de competencia y de espíritu de superación personal o de compartir los conocimientos con los demás, que les permite la expresión en un lenguaje sencillo donde pueden exteriorizar sus emociones, y a través del cuál recuperar la esperanza. La mayoría de estos niños son herederos de un genocidio (1994) y que sigue arrastrando secuelas muy graves. Al adquirir una habilidad como la del baile, los chicos recuperan la confianza y el amor propio. Además, aprenden a amar una profesión, a bailar en grupo, a vivir una pasión y a crear sus propias coreografías. Incluso, algunos, se atreven a componer sus propias canciones de hip hop, encima de las que graban después sus coreografías.
A la cabeza de los talleres que se imparten regularmente, en 2011 estuvo el mundialmente respetado Pervez, pionero del colectivo ‘Live 2 Break’ (Vivir para bailar breakdance). Compartir la cultura del hip hop con los chicos del proyecto fue una experiencia tan enriquecedora que decidieron grabar un pequeño documental al respeto. En él, podéis apreciar muy bien lo que significa el breakdance y la cultura hip hop para estos chavales.
Otro proyecto social basado en la cultura del Hip Hop es el que la organización danesa Rapolitics ha emprendido en Liberia. Como los chicos rwandeses, los liberianos sufrieron una cruenta guerra que duró desde 1989 al 2003, y que se saldó con la destrucción del país y la desesperanza para las generaciones más jóvenes. El proyecto promueve el empoderamiento de la juventud entorno al baile, y utiliza el Centro Cultural Danés de Monrovia para formar a los bailarines, que al final de su formación van a tener la oportunidad de ser profesores de Krump en Dinamarca. Como en el proyecto de Les Enfants de Dieu, no sólo se está educando en valores a estos chavales sino que se los introduce en una cultura que les puede representar una oportunidad laboral y un futuro.
Por último, el movimeinto Breakdance Project Uganda (BPU) brinda la oportunidad de formar parte de una pandilla en la que la religión, el grupo étnico o el estatus social no tienen ninguna importancia. Promoviendo la responsabilidad social, conectando artistas locales e internacionales y generando empleo y oportunidades de futuro, cada vez es mayor el número de jóvenes que participan de esta iniciativa. En el vídeo que podéis ver a continuación se ilustra muy bien el nivel de los chavales; y para entender un poco mejor la realidad social de los participantes de este proyecto, os incluimos el trailer del documental Bouncing Cats, un corte sobre BPU y su trabajo para fortalecer los lazos de la juventud ugandesa, y luchar contra la pobreza y la miseria en una sociedad postbélica.
http://youtu.be/tOToiaFJ8mI
Mirar al futuro con optimismo:
Quizás algunos de estos chicos, con suerte y sin duda mucho esfuerzo, encuentren la manera no solo de hacer de la danza su forma de vida, sino también convertirla en un medio para vivir. De hecho, esto es precisamente lo que están haciendo los bailarines de la compañía de teatro Rêvolution, dirigida por el coreógrafo galo Anthony Egea, con la obra que se está presentando estos días por distintos escenarios africanos del Instituto Francés, antes de aventurarse a recorrer los escenarios europeos en 2013.
“La Rage” (La Rabia, en francés), es una pieza de 90 minutos que reúne seis genialidades de la danza africana. Raymond Siopathis (República Centroafricana), Salah Keita (Mali), Djaroule Evrard Kévin Gaël Mvou (Gabon), Salim Mze Hamadi Moissi (Comores), Kirsner Tsengou Dingha (Congo) y Seibany Salif Traore (Burkina Faso). Estos seis jóvenes mezclan magistralmente las influencias locales de distintas danzas tradicionales, con hip hop, danza contemporánea y convulsos y agresivos movimientos de krumping norteamericano, para encarnar el África más contemporánea y callejera. Utilizando lo que el director llama ‘danza cómica’ (una mezcla entre contorsionismo, hip hop y sentido del humor) los bailarines representan con ironía los problemas y las realidades a los que han estado expuestos desde la infancia, y abren así, un espacio para la crítica y el análisis social.
Sutilmente teñida de pretensión política, la obra brilla por un minimalismo escénico que convierte en foco de atención a los seis protagonistas. Las peleas callejeras, el poder dictatorial de un autócrata despótico, pero también la elegancia estética de los “Sapeurs congoleños” y la simpatía en que se cuenta cada secuencia, son los motores esenciales de la obra. Para que podáis degustar un poco de esta realización os dejamos un vídeo con fragmentos de la obra, en la que se puede apreciar el magnífico trabajado de estos bailarines africanos, ya profesionalizados y que pueden representar muy bien una generación de B-boys africanos preparados para irrumpir en los escenarios del mundo.
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Bibliografía:
CHARRY, E. Hip hop Africa. New African Music in a Globalizing World. 2012, Indiana University Press.
NTARANGWI, M. East African Hip Hop. Youth Culture and Globalization. 2009, Illinois.
NJOGU, K. MAUPEU, H. Songs and Politics in Eastern Africa. 2007, Institut français de recherché en Afrique (IFRA-Nairobi).
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muy interesante, sinceramente uno no termina nunca de aprender, muy buen articulo.