El cómic africano (I): Goorgoorlou, realismo social 100%
Hablar del cómic africano, en general, sería tan iluso como asegurar que vamos a hacer un post para explicar la literatura del continente. En lenguaje postmoderno podríamos decir que el de la viñeta, se trata de un género marginalizado o minorizado. Está claro el sentido de esta afirmación, que hace referencia a que se trata de una modalidad con poca salida comercial, sin una industria editorial poderosa que la sustente, pero al mismo tiempo apreciada y, sobre todo, fructífera. Así que dentro de esta sección de letras africanas iremos poco a poco hablando de algunos personajes o autores especialmente representativos.
Y para comenzar hemos escogido un personaje que representa el éxito de bande dessinée, el Goorgoorlou, de T.T. Fons. Un auténtico clásico del género, principalmente en su Senegal natal, creado a finales de la década de los 80, pero conocido y convertido en referente en otros países del África Occidental.
Siguiendo algunos trazos comunes del cómic, T.T. Fons, pseudónimo bajo el que desarrolla su actividad creativa el senegalés Alphonse Mendy, dibuja la figura del dakarois buscavidas, el habitante de la gran ciudad que se mueve entre la picaresca y la supervivencia, el que ha hecho de la precariedad un hábitat “casi” cómodo de vida. Para ello el humor y la ironía en considerables dosis le permite retratar la caricatura de una figura social que en el momento de su publicación se hacía muy habitual. En el momento de los Planes de Ajuste Estructural (PAE) en la mayor parte de países africanos el día a día (y, sobre todo, en entornos urbanos) pasó a convertirse en el plazo más largo de planificación posible.
Goorgoorlou representa al hombre que no para de imaginar, que a menudo ve el negocio (o la artimaña) que le permitirá librarse del lastre de vivir al día. Algo así como la cultura del pelotazo, con una diferencia sustancial, a Goorgoorlou siempre le salen mal los planes y junto a su familia no tiene más remedio que conformarse con solucionar su vida jornada a jornada. Es cierto, que en este caso, la caricatura incluye junto a la creatividad, la iniciativa y el optimismo por alcanzar el éxito, una cierta holgazanería. Sin embargo, no puede considerarse que Goorgoorlou sea un individuo apático, porque en cada una de sus aventuras demuestra que la supervivencia es un duro trabajo.
Seguramente la mezcla de la ironía con el realismo, del humor y la capacidad para reírse de uno mismo (de la sociedad propia) con la sutil denuncia de unas complicadas condiciones de vida del ciudadano medio son la clave del éxito de este personaje. Todas esas características que se mezclan en el Goorgoorlou como en una coctelera probablemente no hubiesen sido tan bien aceptadas (tanto por el público como por las autoridades) en una obra manifiestamente realista, sin el parapeto que ofrece el personaje dibujado. Aunque no se puede olvidar que muchas de las obras más conocidas de la literatura africana retratan las miserias de los primeros años de las independencias (burocracia, corrupción o contradicciones sociales, incluidas) con una envidiable crudeza.
La popularidad del personaje sirvió para que ser empleado incluso en campañas de sensibilización, sobre todo, en el ámbito de la salud. Y ese ambiguo universo en el que se mezcla la ficción de un personaje dibujado que en realidad se mueve en un mundo perfectamente reconocible le permitió hablar sobre el VIH, como en el caso del álbum Le Cauchemar (La pesadilla)
El éxito del Goorgoorlou no es una consideración subjetiva, T.T. Fons narró sus peripecias en una decena de álbumes, pero no sólo eso, sino que el personaje incluso dio el salto a la pequeña pantalla. A principios de los 2000, Goorgoorlou se hizo carne para protagonizar una serie en la televisión pública senegalesa que mantenía a sus compatriotas pegados a los televisores por las noches y que en muchos casos les permitía reírse de las situaciones a las que ellos se enfrentaban también a diario, con un resultado mucho menos divertido.
Finalmente, el recorrido del autor, Alphonse Mendy o T.T. Fons, es igualmente ejemplar. El dibujante senegalés empezó dándose a conocer como caricaturista en el periódico de su país Le Politicien, para dar el salto poco después a Le Canard Enchaîné, el semanario satírico francés por excelencia. Con su experiencia gala replicó y adaptó la fórmula para dar forma junto a otros compañeros a Le Cafard Libéré, que muestra esa voluntad satírica incluso en su cabecera.
Goorgoorlou ha sido, sin duda, un referente para muchos jóvenes que descubrieron la posibilidad de reírse de las miserias al mismo tiempo que se critican y se denuncian, lo que supone una nueva puerta abierta al pensamiento libre.
Para saber más sobre Goorgoorlou:
– «The people’s hero: Goorgoorlou«, de Anne-Cécile Robert en Le Monde Diplomatique de febrero de 2002.
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