La ¿reinvención? de las salas de cine africanas
3ª Edición del Curso Introducción a las expresiones artísticas y culturales del África al sur del Sahara
Por Ana María Navarro Marzal
Con el comienzo del nuevo siglo, son muchas las voces y expresiones desde el continente africano que pretenden recuperar su propia imagen arrebatada durante siglos de esclavitud, décadas de colonialismo y años de guerras. La cultura, a través de sus múltiples manifestaciones, y a lo largo de la historia, se ha convertido en una poderosa herramienta de revolución, de denuncia y de reconciliación. El cine en África ha representado desde la época colonial al testigo elocuente que retrató primero al África que Occidente veía y después al África que los propios africanos sentían. De esta manera, las primeras salas de proyección cinematográfica llegaban a las colonias africanas de la mano de sus colonizadores con la “velada” intención de “blanquear” a la población negra y de convencerla de las bondades del régimen colonial para legitimar su presencia.
Conquistadas las independencias en las décadas de los 60 y los 70, los cines africanos realizados por africanos se convirtieron en una poderosa expresión para reconstruir la identidad, pero también para denunciar la corrupción de los gobiernos de las nuevas naciones independientes. Las guerras civiles que castigaron a muchos de estos jóvenes países tras sus independencias asolaron el panorama cinematográfico que hasta entonces se había desarrollado y desde finales de los 70 hasta los 90, en África era difícil producir cine y mucho más aún, poder ver cine.
Muchas de aquellas salas de proyección de cine que habían acompañado el tiempo de colonia y posteriormente el tiempo de la emancipación colonial, fueron destruidas y saqueadas durante los conflictos. Aquellas salas que habían vivido momentos de esplendor artístico, que habían permitido que la infancia de muchos africanos estuviera vinculada al cine, se desmoronaban bajo el impacto de la metralla y la violencia del saqueo, como si de la profanación de un templo se tratara.
El ejemplo de la capital del Chad
El realizador chadiano Mahamat-Saleh Haroum en su película Bye, Bye África (1999), nos muestra a la capital, Yamena, con sus salas de cine, aquellas que formaron parte de su infancia, cerradas, derruidas, decadentes. – “¿Dónde están las salas de mi infancia?”, se pregunta el director. “Estaba el Normandie, también el Shéhérazade, el Río, el Vog, que ahora se transforma en un lupanar y Le Etoile…”, recuerda en una reflexión mientras filma con su cámara lo que queda de estos lugares tras los acontecimientos del 79 y del 80 en Chad. Haroum nos desvela en su película otro mal del que adolece el cine en su país, de la mano de su amigo Garba, proyeccionista de Le Normandie: “Nunca vemos tus películas, ni otras películas africanas.”, le confiesa Garba a Haroum. “Es obvio que el cine se está largando, aquí en D´jamena todo se cae a pedazos”.
A pesar de ello, Haroum nos deja un mensaje positivo sobre el futuro del cine en el Chad. En la entrevista que mantiene con la actual propietaria de la sala de cine Le Etoile, Soraya Hamadani, que construyó su padre y que actualmente permanece cerrada, ella que se confiesa cinéfila, sueña con volver a reabrir Le Etoile. Reflexiona sobre el futuro un poco sombrío que se cierne sobre el cine en El Chad. La presencia de muchos televisores, vídeos, antenas parabólicas facilitan el que películas recientes puedan verse a través de medios televisivos. Pero a pesar de ello, confía en que la reapertura de la sala funcione.
Y anima a Haroum a seguir haciendo películas sobre su país, a dignificar a su país a través de su cine. “Podríamos unirnos para hacer algo nuevo, aportar un soplo diferente, creo que la juventud chadiana lo espera. Dios mediante, podré volver a abrir la sala Etoile con sus películas, naturalmente”, le espeta cómplice a Haroum.
FESPACO como espejo del presente
Del Chad a Burkina Faso, y unos años después (2012) podemos comprobar cómo los problemas que afectan al cine en el continente africano actualmente, tienen un denominador común. En el contexto de la celebración del Festival FESPACO, en Burkina Faso, una entrevista con Zakaria Gnegne, gerente de la sala de cine Emergence en el barrio Wemtenga de Uagadugú, analizaba las dificultades por las que atraviesa la industria cinematográfica: “Falta de apoyos en la producción, distribución, y en la promoción; falta de capacitación, de formación específica; también habría que renovar las salas, equiparlas con verdaderas máquinas de proyección y mejorar también la calidad del sonido”, explicaba Gnegne. También revelaba que ahora las películas que tienen éxito son las africanas. Gnegne, en base a su experiencia, resaltaba una nueva concepción para la proyección de las películas en las salas de cine: “Hay que crear eventos alrededor de las exposiciones cinematográficas”.
Todo este recorrido testimonial y visual invita a repensar nuevos caminos para los cines africanos que desde la década de los 2000 comienza a surgir con fuerza en el continente gracias, entre otros factores, al aumento de las producciones realizadas a través de las cámaras digitales que han abaratado los costes. La descolonización de las mentes solo se puede realizar si hay previamente una desconstrucción del sistema dominante, para ser sustituido por un nuevo paradigma en la construcción de la identidad.
El cine como concepto multidimensional
En este tiempo de rápidas dinámicas, en gran parte facilitadas por las nuevas tecnologías, en este tiempo de desafíos globales, el cine y la cultura son reflejo de las sociedades que las producen. En África cada vez se demandan más cines africanos pero, al mismo tiempo, África es un exponente vivo de infinitud de manifestaciones artísticas. Podríamos repensar todas esas salas de cine africanas para devolverles un nuevo esplendor, como espacios de arte, abiertos, vivos, plurales, de vanguardia, participativos y participados. Crear eventos alrededor de la proyección cinematográfica. Esta idea nos da la clave para repensar el cine y la cultura en todas sus manifestaciones. Crear el evento en torno a la idea del cine y la cultura por y para todos.
Esas antiguas salas de cine podrían reconvertirse en centros culturales, donde además de proyectar cine, se pueda aprender a hacerlo, se pueda representar teatro, o se puedan celebrar conciertos, debates, exposiciones o talleres. Centros que estén abiertos a la participación y a la formación de los artistas locales. Centros que acerquen la cultura a todos y a todas sin excepción.
La globalización de los mercados también posibilita la globalización de los esfuerzos, y esta nueva redefinición de las salas de cine en el siglo XXI, exigiría la implicación no sólo de los gobiernos, también de los sectores privados, sectores empresariales, organizaciones no gubernamentales…una sinergia de esfuerzos orientados a abrir nuevos caminos para el Desarrollo a través de la cultura y del arte.
El ejemplo mozambicano
Un ejemplo actual: Desde que se inaugurara en el año 1995 el Centro Cultural Franco-Mozambicano (CCFM), en Maputo (Mozambique), se ha ido convirtiendo en un referente cultural en la capital y en el continente. Si bien no se reedificó sobre una antigua sala de cine, lo hizo sobre un antiguo hotel y con una construcción de concepción abierta, rodeada de jardines y con dos auditóriums y varias salas polivalentes, biblioteca, videoteca, además de un restaurante-cafetería y un centro de artesanía, ha albergado en sus 20 años de edad, varios festivales de cine: africanos, europeos, español, francés, brasileño…; teatro, exposiciones, ciclos de conferencias, talleres, conciertos tanto de artistas internacionales, como de artistas locales, celebraciones de eventos nacionales, etc.
El CCFM acerca la cultura a todo tipo de públicos con unas propuestas que combinan diferentes estilos y temáticas en sus programaciones, y mediante una política de precios realmente popular. Se ha convertido en un punto de encuentro obligado para participar en el círculo cultural de Mozambique.
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