Madrid ennegrece, pero aún no africaniza
La coctelera tintineaba con ingredientes retros de tono tropical. Camerún, Guinea Ecuatorial, Senegal, Costa de Marfil y Guinea Conakry se reunían encima de un mismo escenario para especiar una Sala El Sol llena a rebosar, con un condimento tan infalible como inflamable: James Brown. Y la receta no tenía margen de error.
Cuando el Rey del Funk desembarcara por primera vez en tierras africanas, en el año 68, Costa de Marfil lo recibió calurosamente. Allí era considerado un ídolo. Diez años después de su muerte, lo sigue siendo. Como todo afroamericano que hubiera tenido un mínimo contacto con el movimiento por los derechos civiles, ese viaje significó para Brown un retorno a las raíces que se repetiría en distintas ocasiones. Sin embargo, fue mucho más el impacto que artistas como él, Ike & Tina Turner en Ghana en el 71 o Bill Withers en el antiguo Zaire en el 74, causaron en el continente, que no lo que se llevaran éstos de vuelta a Estados Unidos.
Ya desde la década de los 50′, cuando el boom del R&B invadía las ondas radiofónicas, se empezaban a destilar ingredientes americanos en las radios de África. En muchos estilos populares de la primera década tras las independencias, los sonidos afroamericanos y afrocaribeños se entronizaron como señas identitarias propias. Óscar Martos, líder de Pyramid Blue, lo definía entre bambalinas: «Entre el Funk y el Afrobeat hay una conexión muy directa. De aquí surgió la idea de montar un show que los volviera a conectar. Brown tenía un combo particular, con dos baterías. Decidí sustituir una de las baterías por tres percusionistas y empezar a trabajar el espectáculo», explica sobre el concierto que prepararon los madrileños exclusivamente para el Festival Madrid Es Negro.
Pyramid Blue, una banda que ya hace tiempo que viene investigando en los sonidos africanos modernos, supo casar bien el ethiojazz o el afrobeat con el legado del Rey del Funk. Con la inestimable ayuda de un trío de ases en la percusión, la banda mezcló instrumentos eléctricos con otros acústicos tradicionales del África Occidental: el dum-dum de Costa de Marfil, el tama o talking drums de un imponente wolof senegalés de dos metros – que deleitó con atmósferas más intimistas con Kora y Calabash- y el djembé de un guineano.
Pyramid Blue había ya trabajado con uno de los africanos con más solera de Madrid: el camerunés Justin Tchatchoua, y fue recogiendo la experiencia de otros músicos con camino recorrido en la ciudad para intentar transportar hacia África a los amantes del Funk congregados en la céntrica sala Sol. «Justin trajo a Shyla, el chico que toca la Kora. Después llegó Yussuf, el marfileño que toca el dum dum. Yo traje a Juno. Y así fue como fue creciendo la familia», cuenta Óscar, entusiasmado por el éxito del directo.
Justin, músico y cuentacuentos que confiesa cierto repudio por la creciente y masiva moda electrónica entre los jóvenes del continente, fue seguramente el más venerado de la noche. «Yo salí de Camerún para instalarme en Nigeria, donde me dediqué a la música muchos años. Incluso conocí a Fela Kuti», confiesa el camerunés, treinta años después de llegar a España. «Conocí a Óscar en el Festival Enclave de Agua, en Soria, y siempre me ha gustado trabajar juntos porque sabe como ir a la raíz y entiende la identidad de los sonidos», expresa el camerunés, con una dilatada carrera a sus espaldas.
«Madrid Es Negro. Siempre ha sido negro», decía la cantante ecuatoguineana Fani Ela Nsue, más conocida como Juno, a un variopinto público sudoroso. Con un torrente de voz que dejó boquiabierto a más de uno, Juno no dejó de bailar y animar durante toda la noche. Ella y Justin, a veces complementándose, a veces cediéndose el trono del micrófono, formaron un dúo vocal muy apetitoso, que nos hacía intuir los clásicos del Jújù con reminiscencias de Aretha Franklin. El mensaje: volver a las raíces. Reconocer la parte más africana de la multimillonaria industria musical del Funk, el Soul y el R&B.
Pero, ¿es consciente realmente la gente de este invaluable legado? «La gente tiene la imagen de que la música africana es solo lo tradicional, coros, percusión… Pero hay muchísimo más, mucho que aún no se conoce aquí. Lo que hemos enlazado esta noche, la música de Fela Kuti, el Afrobeat, fue música muy innovadora e inspiradora en su momento. Y es africana. Creo que es muy importante que se sepa, que en África hay muchos ritmos que sorprenderían a la gente», reivindicaba Juno.
«Say it Loud, I’m Black and I’m Proud» (Dilo alto, soy negro y estoy orgulloso de ello), repetía el público incansable. Y a pesar de que el lema lleva resonando en pistas de baile, encuentros y luciendo en camisetas o festivales especializados en música negra, aún no se ha llegado a la verdadera raíz de lo negro. A África. «En España, como en otros países de Europa, debería haber un circuito de música de raíz africana mucho más presente. Personalmente, mi estilo intenta casar la parte tradicional con folk, jazz, pop, funk o soul porque representan mis dos mundos», expresa la ecuatoguineana reivindicando un renacimiento cultural afropeo.
La negritud de Madrid, ciudad de acogida del 23% de extranjeros que entran en España, se hizo un poco más palpable con lo que es, tal como explicaba uno de sus organizadores, Fernando Roqueta: «la primera vez que se hace viajar Madrid Es Negro directamente hacia África». La rica diversidad musical que ofrece el continente es casi una desconocida para la mayoría, y en gran parte, este desconocimiento viene dado por estereotipos. «La gente cree que el blues comenzó en Estados Unidos, pero si analizas de cerca, en seguida te das cuenta de que es un estilo africano. Pasa lo mismo con los instrumentos. Son todos variaciones de instrumentos africanos. Así que hay que darse cuenta de la gran riqueza sonora que hay en el continente e ir a la raíz», atestiguaba Justin Tchatchoua.
«España es el país con menos relación con África de toda Europa. Es una pena y ésta es nuestra labor, reivindicarlo y luchar para cambiarlo», terminaba la entrevista Óscar aún con las gafas de sol puestas. Y uniéndose a esa reivindicación y ese anhelo de hacer África y todas sus manifestaciones culturales palpable en España, Wiriko sólo espera que la próxima edición no fomente solamente un Madrid más negro, sinó también más africano.
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