Salif Keïta, el visionario, y la rave nómada de Talé
Este fin de semana Ciudad del Cabo presentaba las últimas tendencias en soundsystems y dj’s locales e internacionales en el prestigioso Festival de Música Electrónica (CTEMF) de la capital sudafricana, mientras el Certamen Sauti Sa Buzara de la tanzana isla de Zanzíbar celebraba sus diez años de dedicación a la música africana. Lejos de estos dos festivales, escaparates de la rica constelación musical de África, en la capital gerundense desembarcó un icono de la música maliense moderna junto a su séquito de músicos jovencísimos reclutados para bombardear con balas de ritmo el aforo completo del Auditori de Girona. Salif Keïta, el “negro blanco”, el noble que renunció a su condición de aristócrata para unirse a la casta de griots y servir al pueblo, y uno de los más internacionales embajadores de los sonidos oeste africanos, demostró ayer que su carácter visionario, su poderío vocal y su omnipotencia escénica son las principales armas para romper las fronteras sonoras, psicológicas y culturales. Sin mención a la actualidad política de Mali, Salif y su milicia de músicos asediaron a un auditorio atónito ante un espectáculo que transgredió las distancias entre público y palestra, y se sirvió de la ecuación tradicional articulada a través de un diálogo permanente entre baile y música.
Abría la noche el universo digital comprendido en los samplers que sustituían a batería, teclados y bajo para acoger a congas, calabaza, guitarra y kora entonando los primeros compases de Seydou. Apareció Salif inmerso en un aura de humildad y agradecimiento al lado de una salvaje corista y bailarina cabalgando sin tregua. Estático, el cantante interpretó Da, tema que abre su último disco (Talé, 2013) para caldear el ambiente con la magia de Yamore. Ya conectado con el público, La Différence empezó a levantar los laterales de la sala, sumergidos en juegos de luces blancas que iluminaban banderas de Mali. Y entonces Salif rompió su silencio y confesó, en inglés, que a pesar de no saber con exactitud su fecha de nacimiento, quería celebrar su cumpleaños con nosotros. El público arrancó a cantar ‘happy birthday’ mientras Keïta se tendía por completo al suelo de la palestra con los brazos abiertos y la ovación se confundía con los primeros versos de Talé. Simplicidad llena de matices que precedería el dub psicodélico y pegadizo C’est bon, c’est bon, un corte salpicado por funk, ecos de Islam y perfumes del Caribe, que se confundiría con los acordes oscuros de Samfi.
Las dunas del desierto se hicieron palpables con Yambo, uno de sus temas más conocidos, arrancando un “Vive le Mali!” del público mientras los percusionistas respondían con el puño en alto. Acto seguido, las cuerdas del Kora nos concedieron un solo célebre que introduciría A Demain, un maratón sonoro que contrastó con Folon, cediendo el escenario a la desnudez del blues maliense, a guitarra y voz, con el Salif más desgarrador.
Después de los calurosos aplausos de un público rendido a sus pies, la banda volvió con la explosión de una versión de Mandjou, emitiendo bombos rudos y doblegando ritmos con scratching, cuál volcán en plena erupción. El maliense se valió de todos los recursos escénicos para sumir al auditorio en una auténtica rave nómada que esta noche hará parada en Barcelona, y dónde seguramente el house de Natty encienda con la misma fuerza la traca final de un concierto delirante que hubiera terminado con las reminiscencias del Son cubano de Yalla, de no haber sido por un repetitivo e inflamado Madan, dónde Salif subió a todo aquél que quiso al escenario y se fue haciendo mutis por el foro.
El simbolismo que conlleva el que un descendiente directo del fundador del Imperio de Mali se baje del escenario dando el protagonismo al pueblo y dejándolo de la mano de su cantera de jóvenes músicos, empaca a la perfección con un directo nutrido por la yuxtaposición de estilos, lenguas y tradiciones que sitúan al compositor maliense en el epicentro de las nuevas tendencias musicales del continente africano y en la línea de fuego de aquellos artistas que se resisten a las etiquetas folkloristas y comerciales del Showbiz de las Músicas del Mundo. Con un espectáculo que está azotando escenarios de todo Europa, Estados Unidos y Australia, su gira es una revelación de la capacidad de reinvención de uno de los mayores talentos musicales de África.
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