Un paseo por los ritmos más influyentes dentro y fuera de Mali
Barcelona es el eterno puerto de encuentro entre culturas y la música es una de las disciplinas que más facilitan estos encuentros furtivos, la experimentación y la creación de sonidos que acaban siendo de ida y vuelta. Sonidos que tiran por los suelos la etiqueta que Occidente se empeña en poner a la creación cultural del continente, la de la “autenticidad”. La música es quizá uno de los ejemplos más claros de hibridación cultural y en esta edición del Festival Grec dedicada a África, la programación musical planteada recoge un poco de cada puerto, como se puede apreciar a simple vista con los cabezas de cartel. Fatoumata Diawara y Trio Da Kali desde Mali y Omara Portuondo o Cimafunk desde Cuba, son solo algunos ejemplos.
El romance entre la música de Mali y la cubana se evidenció durante las independencias africanas, en los años sesenta y setenta, cuando llegaron formatos y sonidos del otro lado del Atlántico. Influidos por las tradiciones musicales de África que habían llegado durante la esclavitud, volvían en aquel momento para ser las bandas sonoras en un contexto político de movimientos de independencia y de reafricanización de la cultura. Muchos países de África Occidental fundaron orquestas nacionales y sellos discográficos, que representaban la ruptura cultural con las metrópolis a la vez que aceptaban influencias de países aliados como Cuba.
“El formato de las orquestas, fue una imitación de la orquesta cubana. Sekou Touré, presidente y dictador de Guinea, decidió en la independencia, a partir del año 1958, rechazar todo lo que fuese cultura de los colonos, para hacer su propia cultura, así que invirtió mucho dinero en la creación de orquestas nacionales y regionales. Un ejemplo es Bembeya Jazz National, compuesta por congas, saxofones, bongos, etc. El formato que sigue esta orquesta es de canción maninka y arreglos cubanos. Si te fijas los metales, las trompetas y saxos, son un estilo cubano 100%, pero la melodía y las guitarras eléctricas no son de Cuba”, me explica con todo detalle la etnomusicóloga Lucy Durán, mientras escuchamos como suena Bambeya Jazz, en una deliciosa entrevista en la que recorremos en tiempo y forma los sonidos de Mali.
Empezamos preguntándole por la influencia cubana. Lucy Durán está especializada en música de Mali y de Cuba, y se nota. Su documental Mali-Cuba, recoge este intercambio que ha atravesado generaciones. Pero además, con más de 45 años de investigación y trabajo con músicos de África Occidental, conoce a la perfección los instrumentos de Bissau, Guinea, Senegal, Gambia y Mali, sus matices y las diferencias regionales: “la música ha cambiado mucho, también los instrumentos. El único que se mantiene más tradicional es el balafón porque es el único que no está electrificado”, nos cuenta. Esta profesora de música africana de la Universidad de Londres (SOAS), ha producido a muchos artistas de la zona, como Toumani Diabaté, Kasse Mady Diabaté, Bassekou Kouyaté o Trio Da Kali, entre otros. Sus producciones son “colaborativas con una visión del siglo XXI”, como ella las define, huyendo de las interferencias y la transformación excesiva de los sonidos habituales en las grandes productoras. Lucy Durán es, además, documentalista y ha dirigido y presentado el programa de la BBC Radio 3 World Routes durante años.
Mali es la cuna de los griots y de los contadores de historias, aquellos que perpetúan la tradición a través de la oralidad. También es la cuna de una gran variedad de sonidos excepcionales y músicos virtuosos. Algunos se quedan allí, y otros trascienden fronteras con grandes o pequeñas producciones.
“La música del desierto, como la de Ali Farka Touré, es la que más influencia ha tenido fuera. Es aquella que tiene que ver con el blues. Los propios músicos han intentado acercarse más a este estilo y los productores lo han reforzado con elementos y colaboraciones con artistas de este estilo”, explica Lucy. Tinariwen es otro ejemplo de música del desierto, la tuareg, que ha tenido más éxito en el exterior que en Mali, en parte también por la historia que tiene el grupo, afectado por las crisis políticas desde 2012.
Ella también nos habla de la música Wassoulou, el otro estilo que ha pegado fuerte y cuya máxima exponente es Omou Sangare, “aunque no son muchos los artistas que hayan seguido sus pasos fuera de Mali”, aclara. La música de Fatoumata Diawara, por ejemplo, que tiene raíces wasulus, no las imprime en su música de forma tan característica. Wasulu es una región del sur de Mali, bastante aislada y con unas tradiciones muy fuertes. Quizá el instrumento más representativo sea el kamale ngoni (que significa “arpa de chico joven”) y es un emblema de la juventud desde que surgió en los años cincuenta y los y las jóvenes que no estaban casadas salían de noche a tocarlo. “Tiene un sonido muy funky y es muy bailable. Es el instrumento de la juventud”, me explica Durán mientras escuchamos cómo suena.
Si seguimos recorriendo la historia musical reciente de Mali, otro cantar —nunca mejor dicho— ha sido el archiconocido Salif Keita, uno de los máximos exponentes y embajadores de la música maliense a nivel internacional. Keita se convirtió en una estrella a partir de los años setenta en Mali y Guinea, y en África Occidental con Les Ambassadeurs. “Cuando Salif Keita se fue a Paris y creó el álbum Soro (1987), fue un punto de inflexión en la música maliense, ya que rechazó las influencias cubanas reforzadas durante las independencias, abrazando en su lugar el rock francés”, recuerda Lucy. Es interesante ver en este recorrido como la calidad musical y vocal no lo es todo, sino que hay muchos factores que implican que un artista sea más conocido internacionalmente: “El éxito de Salif, viene justo después de Mory Kanté, que aparece en los años 80, después de la época disco de los setenta, y se hace muy famoso por su éxito Yeke Yeke, que incorpora elementos electrónicos”, continúa Lucy.
“Ese fue probablemente el mayor éxito de su carrera. Mory Kanté, griot guineano, se quedó con el Rail Band y Salif Keita se fue con Les Ambassadeurs. Pero aunque se fueron en la misma época a París, pasando primero por Costa de Marfil, y con grandes producciones y lanzamientos que fueron el ‘disco del momento’, sus trayectorias han sido muy diferentes”. Salif Keita, se hizo muy famoso y sabía cómo promocionarse. “Por ello cuando después de los 2000, retomó un estilo tradicional y menos comercial, era ya muy famoso, se sabía que tenía una voz increíble y que era muy imponente en el escenario, así que el público le siguió y él sabía que podía hacer cualquier cosa”, como fue volver a sonidos más tradicionales que quizá en otro momento no hubieran funcionado. Mory Kanté en cambio, no tuvo tanto éxito en el exterior, sino más a nivel regional. Y lo mismo ocurrió con el gran griot Kasse Mady Diabaté que hacía un estilo de música similar al de Salif Keita, aunque más tradicional y es otro ejemplo de músico que, por su desconocimiento de la industria musical, no tuvo tanto éxito a nivel internacional, sino que su trabajo fue más valorado en Mali.
El estilo musical y el repertorio de Salif Keita está muy ligado al mismo que Trio Da Kali, el que viene de la frontera entre Mali y Guinea: el malinké.
Trio Da Kali, una propuesta contemporánea que recupera el patrimonio musical malinké
Trio Da Kali también nace de un encuentro orquestado por la etnomusicóloga al poner en contacto a tres músicos que procedían de familias de griots con el cuarteto de cuerdas de San Francisco:
“Kronos Quartet es un cuarteto muy experimental, que se nutre de colaboraciones, y que trabaja con los músicos para intentar entender el lenguaje musical y profundizar en la cultura. Querían trabajar con músicos malienses, pero preferiblemente no con koras, para complementar el formato de cuarteto de cuerda”, recuerda Durán.
Durán había trabajado mucho con Hawa Kasse Mady (la vocal de Trio Da Kali e hija de Kasse Mady Diabaté), así como con Lassana (balafón) y con Mamadou Kouyaté (ngoni e hijo de Bassekou Kouyaté). “Me pareció que el balafón podría ser aportar algo muy diferente [a Kronos Quartet], al ser madera y ser percusiva”. De esta colaboración entre el cuarteto de cuerdas y estos griots de Mali, nació el album Ladilikan, a partir del cual se consolidaría como proyecto musical.
El grupo reivindica en su web el formato de trío y su repertorio, como una especie en peligro de extinción en la música maliense contemporánea: “El formato de trío es el que se tocaba en la época precolonial a los mecenas (llamados jatigui) y a los líderes y reyes. Ahora incluso allí es inédito. El balafón es un instrumento que tiene mucha voz y no necesita micrófono. El formato tradicional era una voz, el balafón y un instrumento de cuerda que hacía de bajo. Normalmente es el bolon, pero yo puse en su lugar el ngoni. En Mali el balafón siempre ha sido una parte menos importante del sonido, un elemento más en un conjunto de instrumentos tradicionales, pero nunca como director o instrumento principal”, explica Durán. Ellos apuestan por darle al balafón más protagonismo, dotándole así de una personalidad diferenciada: “Trio Da Kali va más hacia una forma de tocar más clásica, sutil, suave… y ese es el sello particular de Lassana (balafonista)”.
Es otro ejemplo de bandas que han tenido más proyección internacional que nacional. Aunque los componentes están afincados en Bamako, son más conocidos de forma independiente que como grupo. Han colaborado con grandes músicos, impulsan proyectos musicales de otros estilos y proceden de largos linajes de griots muy conocidos allí, pero el disco no se ha promocionado en Mali, ya que como asegura Durán, se podría considerar que hacen como una “música de cámara”, equivalente a música clásica.
Trio Da Kali aparece en escena en el Festival Grec a través de una residencia artística que durará una semana y en la que se trabajarán con el cuarteto de cuerdas cubano Martín Meléndez String Quartet, y con otros artistas de la región de África Occidental, Brasil o Cataluña, como Nakany Kanté, Aziza Brahim, Jurandir Santana, Nan Mercader. La concepción del proyecto surge de Javi Zarco, creador de Slow Walk Music, con una larga trayectoria de trabajo con artistas de África y de la diáspora y conocedor de estos sonidos globales dentro y fuera de Barcelona. Zarco logra con este proyecto aterrizar, desde todos esos puntos del planeta, en la música malinké de Mali: “Nakani Kanté, al ser de origen guineano, será la ‘intérprete’ en este encuentro con Trio Da Kali. Ella es la única que entiende lo que dicen sus letras y la música”, recuerda Zarco. “Estas artistas han escuchado música de Mali muy a menudo. Por ejemplo, Aziza la escuchaba en los campamentos de refugiados saharauis en Tindouf desde pequeña, porque su madre volvía de Mauritania cargada de cassetes de música de Mali. La música de Mali siempre ha sido muy conocida, adorada, celebrada y emblemática. Hay tanta variedad y los músicos son tan buenos y virtuosos, que son muy conocidos y venerados. A través de este proyecto, los músicos de Barcelona van a añadir su propio timbre desde lo común”, exclama Durán.
El concierto de Trio Da Kali con el gran elenco de artistas, irá acompañado de una masterclass y de un taller infantil que nos va a acercar a tradiciones musicales desconocidas fuera del país, como el Tegere Tulon. “Para saber qué es el Tegere Tulon tienes que ir a los pueblos de Mali. Una canción se puede convertir en Tegere Tulon. Cuando las niñas se juntan en el espacio público, sobre todo con luna llena, esos Tegere Tulon son increíbles. Coges todas las canciones que has oído cuando crecías y las transformas. Eso es el Tegere Tulon” dice Hawa Kassé Mady Diabaté en el documental Tegere Tulon: Handclapping Songs from Mali, de Lucy Durán y Moustapha Diallo.
Sin duda esta edición del Grec nos abre la puerta a dar un paseo por algunos de estos sonidos que componen la música maliense.
Este artículo ha sido publicado con el patrocinio de: